Victoriana en París
El desfile de Givenchy eleva la tensión de la semana de la moda de de la capital francesa
Toreros, damas victorianas, mujeres hindús y cholas californianas (chicas de origen mexicano o puertorriqueño que pertenecen a una banda). El resultado de mezclar todos estos referentes en una colección puede antojarse nefasto, pero el domingo Riccardo Tisci consiguió salir airoso de semejante bravuconada. Además, su provocadora y rica propuesta para Givenchy insufló emoción a una semana de la moda –la parisina- que comenzaba a deslizarse hacia el conformismo. Dos logros nada menores y que merecen un reconocimiento más allá de la valentía creativa del diseñador.
El desfile fue ganando fuerza a medida que avanzaba. Los primeros vestidos, en Jacquard y encaje, capturaban una de las tendencias que sobrevuela toda la temporada y que tiene su origen en la exposición Death becomes her del neoyorquino Costume Institute: la figura de la viuda. Una fuente de inspiración nada sorprendente teniendo en cuenta la querencia de Tisci por lo tenebroso. Desde que tomó las riendas de la firma hace 10 años, el diseñador ha recurrido de forma reiterada a lo gótico, reverso oscurantista de la estética victoriana, a la que, en esta ocasión, decidió prestar más atención. Ahí estaban sus levitas y sus vestidos en terciopelo constreñidos por corsés. Es en estas piezas donde Tisci hace encontrarse al dandy y al torero a través de unos bordados en piedras negras que buscan recordar a las de los del traje de luces.
El estilismo de las modelos ayudaba a reforzar el concepto de la colección. Las chicas lucían caracolillos en la frente y una opulenta y abundante joyería facial que las situaba a medio camino entre una novia india, una reina bizantina y la mujer barbuda: pendientes de toda clase, botones de bistuería sobre las mejillas y bajo el labio, y dobles anillos en las aletas de la nariz que a veces se unían emulando un bigote. Tan impresionante era el trabajo de ornamentación que a veces distraía la atención de lo que estaba sucediendo de cuello para abajo.
Los últimos vestidos, todo un alarde de bordado con pedrería, pisarán seguro la alfombra roja de la mano de la cantante Katy Perry o las actrices Jessica Chastain y Amanda Seyfried, sentadas en la primera fila del desfile junto a Kanye West y Kim Kardashian.
También es de agradecer que Tisci haya tenido la deferencia de no retrotraerse a los años setenta, homenajeados hasta el paroxismo en las colecciones de primavera, y de nuevo invocados de cara al otoño por Giambattista Valli, entre otros muchos. Este último regresa a su versión más cándida con vestidos florales rematados en ganchillo, chalecos sin mangas y minifaldas pizpiretas.
Stella McCartney insiste también en el pantalón de campana, pero en su colección subyace al menos la intención de explorar los límites de la sastrería masculina aplicada a la mujer. El punto es la estrella indiscutible de su propuesta: esculturales conjuntos en lana cocida, gruesos vestidos combinados con gasa y abrigos que integran distintas texturas de piel falsa. Las siluetas relajadas y amplias ganan un punto de sensualidad con pronunciados escotes o al dejar al descubierto un hombro.
Nadège Vanhee-Cybulski, la nueva diseñadora de Hermès, salta a la década de los ochenta para rescatar los hombros redondeados y patrones trapecio en abrigos y chaquetones. La belga dejó su puesto como directora de diseño de The Row, la firma de las hermanas Olsen, para substituir a Christophe Lemaire hace nueves meses. En su primera colección de prêt-à-porter femenino, y como no podría ser de otra forma, se da el gusto de experimentar con la herramienta que ha hecho famosa a la casa francesa: el trabajo de la piel. Tops en visón negro con detalles en cocodrilo, blusones de piel cordero con revestimientos en algodón desmontables, y toda una serie de abrigos y cazadoras elaboradas con tiras de piel de becerro y cachemira en azul marino y negro.
Vanhee-Cybulski, que también formó parte del equipo creativo de Celine y Maison Martin Margiela, no ha abandonado en esta investigación el estilo neutro y minimalista que caracteriza su trabajo y que tan bien encaja con los valores atemporales de Hermès. La parte dedicada al otro gran icono de la marca, los pañuelos –o carrés- pierde protagonismo en comparación con las prendas de piel. Aunque la falda mitad cuero mitad seda aporta la alegría de un estampado a una colección donde mandan los colores planos, del rojo intenso al ocre.
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