_
_
_
_
LEÑA
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El problema haitiano

Hace dos semanas, el cuerpo de un inmigrante haitiano apareció colgado de un árbol en una plaza en Santiago, República Dominicana. Recordaba a los linchamientos de negros en el sur de EE UU

Hace dos semanas, el cuerpo de un inmigrante haitiano apareció atado de pies y manos colgado de un árbol en una plaza pública en Santiago, República Dominicana. Tras el primer golpe mediático, la impresión ante una imagen que recordaba en todo los linchamientos de negros en el sur de Estados Unidos era unánime: se trataba de un crimen de odio, impulsado por el racismo antihaitiano que pulula por todas las esferas del país y que promueven como fervor soberanista ciertos elementos de la Iglesia y el Estado. A los pocos días, la policía concluyó que el haitiano había sido asesinado por dos compatriotas suyos, para quienes no era suficiente silenciarlo a cuchilladas sobre ciertos detalles del crimen cometido horas antes en casa de una anciana, y que decidieron exponerlo como la extraña fruta sobre la que cantara Billie Holiday.

Si efectivamente sus cómplices son culpables, lo colgaron contando con que este tipo de ejecución sería leído (y así fue) como el producto lógico de una campaña que se dice nacionalista, pero que esgrime sus machetes exclusivamente frente a la “amenaza haitiana”. Si no fueron ellos, esta es lamentablemente una de las muchas frutas sangrientas que cosecharán los instigadores del ruido y el odio, que prefieren ver al pueblo dominicano mancharse las manos como en la masacre de 1937 a enfrentar con compasión y humanidad lo que hace décadas llamamos, como si de una fría ecuación matemática se tratara, “el problema haitiano”. 

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_