Pelmas: cómo acabar con ellos
¿No sabe cómo actuar cuando se ve acorralado por un interlocutor especialmente locuaz? Existen técnicas para interrumpirlo con elegancia
Lo hemos vivido demasiadas veces. Un desconocido en la barra de un bar, el vecino de asiento en el avión o el típico plasta de oficina: personas que nos dan conversación cuando menos la necesitamos. Sin que se den cuenta —suponemos—, estos individuos con incontinencia verbal nos ponen en una situación violenta: dado que no queremos escuchar lo que nos cuentan (porque no nos interesa o porque tenemos prisa) nos obligan a interrumpirlos con el riesgo de quedar mal y hacernos sentir descorteses. No es un asunto baladí. Vivimos días en que las habilidades sociales son especialmente importantes. De saber usar o no determinadas herramientas depende, en buena medida, nuestro éxito social y profesional. La sociedad nos apremia a desarrollar ciertas cualidades comunicativas, y, sin embargo, en esta circunstancia entran en conflicto dos de ellas: la asertividad (salirnos con la nuestra, o enfatizar nuestro parecer, con mucha mano izquierda para que el otro no se moleste) y la empatía (ponernos en la piel del otro). ¿Tenemos que aguantar al pesado de turno para que no se sienta ofendido o debemos dejarle con la palabra en la boca y quedarnos tan anchos?
“Para poder cerrar conversaciones hay un elemento cognitivo previo: asumir que tenemos derecho a concluir una conversación si esta no nos conviene”, explica Enrique García Huete, doctor en Psicología, coach y director del gabinete Quality Psicólogos, en Madrid. “Pensamientos como: ‘Cómo voy a cortar a la otra persona si quiere hablar’ son poco asertivos”. Reforzando la asertividad, reducimos el sentimiento de culpa. “Lo que no puedes hacer es aguantarte. Si interrumpes al otro correctamente, no queda ningún cargo de conciencia”, dice José Elías, psicólogo y director del Centro Joselías, en Madrid. De lo que se trata, pues, es de que prevalezca nuestro derecho teniendo en cuenta el del otro. Básicamente, disponemos de dos niveles de actuación: el oral —intervenir activamente en la conversación para suspenderla—, y el de la comunicación no verbal, con el mismo objetivo. Cada uno cuenta con diferentes técnicas. Para un resultado óptimo (y expeditivo) se recomienda combinarlos.
“Cambio y corto”
Puede que lo que nos pida el cuerpo sea decirle a la otra persona cuatro cosas bien dichas. Pero podría tomárselo a mal. Imagine que esa otra persona es su jefe. Tanto la psicología como el coaching nos ofrecen técnicas para salir con elegancia de ese incómodo trance:
1. No haga ni una sola pregunta. Por supuesto, lo primero —y de sentido común— es no darle más cuerda a aquel que se enrolla como una persiana. “Hay veces que no nos damos cuenta y decimos: ‘Ah, ¿sí?’, y eso hace que el otro siga con su carrete”, advierte el doctor García Huete. Cuando se trata de concluir la conversación, evite interpelaciones y apostillas.
2. No se invente excusas. Soltar por teléfono aquello de “perdona, pero es que me estoy quedando sin batería”, aparte de burdo, es innecesario. Las mentiras piadosas no hacen daño, pero dar excesivas explicaciones puede volverse en nuestra contra. “Las excusas son un arma para el contrario: cuando le digo a un amigo que no quiero dejarle el coche porque tiene un cable estropeado le estoy dando pie a que me diga: ‘Oye, pues te arreglo el cable y te devuelvo el favor’. En el caso de una conversación, es mejor decir simplemente: ‘Tengo cosas que hacer’. Eso nunca es una mentira”, explica García Huete. “Siempre podemos engañar, pero estas técnicas permiten no hacerlo. Nunca hay que decir algo que pueda dejar a la otra persona cortada”.
3. Jaque en tres movimientos. Empleándonos con diplomacia seremos capaces de dar por terminada la conversación de forma indolora para ambas partes. Esto se logra estructurando nuestra despedida en tres bloques: “Primero, hay cumplir el objetivo del otro; luego, cumplir nuestro objetivo; y, tercero, dejar una alternativa abierta”, dice García Huete. Para ilustrarlo, el especialista recurre al clásico ejemplo del pelmazo en el avión. “En aviones la técnica es muy sencilla: o me saco algo para leer o ‘Me ha tocado la hora de dormir’. Sería algo como: ‘Oye, discúlpame, me parece muy interesante lo que cuentas [cumplo su objetivo], pero tengo unas cosas que leer durante el trayecto [cumplo mi objetivo]. En todo caso, si acabo, luego retomamos la charleta [alternativa abierta]”, añade el doctor. El psicólogo José Elias coincide: “Habría que decir algo así como: ‘Hemos disfrutado mucho con la conversación, pero tenemos que finalizarla’. De ese modo, halagamos a nuestro interlocutor, sonriendo y dando la oportunidad de poder retomar el contacto más adelante”.
4. Resuma la conversación. Un resumen siempre es sinónimo de balance final. Si logramos intercalarlo en el discurso del otro, estaremos a las puertas de una huida triunfal. “No estamos creando conflicto y estamos terminando la conversación”, dice José Elías. “Requiere aprender a tomar el control para que podamos contar incluso una anécdota como transición a la despedida. Este tipo de habilidades te dan la oportunidad de mantener la buena relación con la otra persona, puesto que no se va a molestar”, añade.
5. Cambie de tema. Si el problema es el contenido del monólogo, soporífero o intrascendente, podemos intentar cambiar de tema, que es básicamente cerrar una conversación y abrir otra. “De cualquier tema que esté hablando la otra persona, siempre hay otro con el que lo podemos relacionar”, sostiene Enrique García Huete. “De una charla sobre unos problemas de pareja se puede pasar a qué vas a hacer estas Navidades, y de ahí nos ponemos a hablar de las fiestas. Conseguimos que quede como un giro natural de la conversación”.
6. Integrar a otras personas en la charla. Pongamos por caso que estamos en grupo en un acto social —una boda, por ejemplo— y uno de nuestros conocidos nos acapara con su densa verborrea. En ese caso, un truco bastante efectivo es el de incorporar a otros en la conversación. “Conseguimos que el sujeto se dirija a ellos, y aprovechamos para irnos”, comenta el doctor García Huete.
Sin necesidad de palabras
Mediante gestos y posturas (lo que se conoce como “comunicación no verbal”), también podemos conseguir que la otra persona se percate de que nuestro interés ha decaído, se desanime y cierre el pico de una vez por todas. Eso no significa que tengamos que improvisar una intensa actividad motora a base de sacudidas, movimientos rotatorios completos, tics, guiños de ojos, fruncido de cejas o sonidos guturales disuasorios. Es más fácil que todo eso.
Ponga cara de póker. La idea es transmitir que tenemos la mente en otra parte. "Deje el mentón quieto y evite los gestos de asentimiento. Y, paulatinamente, vaya retirando el contacto visual. No hay que hacerlo de golpe, porque puede quedar hasta grosero, pero sí mirando hacia otro lado cada vez más tiempo", aconseja García Huete.
Endurezca la postura. "Cuando estamos escuchando con interés a alguien, ambos sentados, proyectamos el tronco hacia el sujeto. Lo que hay que hacer es echarse para atrás, poner distancia. Justo lo contrario que se hace en una escucha activa", añade.
Ponga tierra de por medio. Si ambos estamos de pie, podemos proceder a separarnos de la otra persona mediante pequeños pasitos casi imperceptibles. El otro percibirá que nos está perdiendo. "Siempre discretamente, para que no se dé cuenta", dice José Elías.
Como verá, toda una ciencia rodea al asunto de cómo desembarazarse de un brasas. Una ciencia inexacta, sin embargo, pues incluso aplicando con rigor cada una de estas reglas de oro podemos encontrarnos con un duro contrincante de los que que no tienen reparos en agarrarnos del brazo al primer intento de escabullirnos. Llegado ese caso, de usted depende que su despedida sea o no elegante.
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