Paisajes pintorescos
Se diría que no hacemos otra cosa que asomarnos. De hecho, hemos inventado lugares cuyo objeto no es otro que el de facilitar el asomo
Hay perros que se asoman como personas y personas que se asoman como perros. El de la foto pertenece a la primera categoría, pobre. Ahí tienen su número de celda y su puerta, que parece la de una mazmorra de arte y ensayo. Tiene todo lo que le pediría una imaginación de clase media a la puerta de un calabozo cutre: sus tablones sin pulir, las cabezas negras de los enormes clavos, el cerrojo basto, el tirador antiguo… En su día, debió de gozar también de una mirilla artesana, que ahora está rota y por la que se asoma el animal. La de asomarse es una actividad fundamentalmente humana. Según el diccionario Redes, de Ignacio Bosque, nos asomamos al abismo, al agujero, al balcón, a la calle, a la conciencia, al corredor, al escenario, al futuro, a la galería, a la historia, al mundo, a la naturaleza, al nuevo siglo, a la página, a la pantalla, al patio, al periódico, al pozo, a la realidad, a la revista, a la sociedad, al valle, a la ventana…
Se diría que no hacemos otra cosa que asomarnos. De hecho, hemos inventado lugares cuyo objeto no es otro que el de facilitar el asomo. Ahí están los miradores de los paisajes pintorescos, y los ojos de las cerraduras, y las esquinas. Asómate a la esquina, a ver si aparece tu padre, a ver si viene la poli, a ver si llega el del butano. El perro de la fotografía se asoma a la mirilla, pero no sabemos si al otro lado hay una galería, una calle, un campo o qué. De primeras, ignoramos qué ve. De segundas, caemos en la cuenta de que nos ve a nosotros, a usted y a mí, quizá a la humanidad en su conjunto. Vaya.
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