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¡Necesito que me ayudes!

Pedir no es un signo de debilidad, los demás no tienen que adivinar lo que necesitamos Solicitar apoyo a alguien significa decirle lo importante que es para nosotros

Ilustración de João Fazenda
Ilustración de João Fazenda

En toda conexión, sea familiar, profesional o de amistad, intercambiamos cotidianamente pidiendo, ofreciendo y acordando. La manera en que lo hacemos determina el tipo de víncu­lo, la cercanía y dónde ponemos el poder en la relación, si es de amistad, de colaboración, de antagonismo o de jerarquía. Este artículo se centra en la acción de pedir. Se puede hacer como una sugerencia, una indicación, un ruego, una súplica, una reclamación, una exigencia, una imposición o sencillamente especificando lo que uno quiere, necesita o espera.

Para Gloria, pedir era signo de debilidad. Entendía que debía mostrarse fuerte y segura. Si quería algo, era mejor callar y aguantar. Así la educaron, lo importante era el otro y lo que necesitaba. Cabía la esperanza de que el otro adivinaría lo que una necesitaba. Como Gloria, somos muchos los que tenemos dificultades en demandar algo, nos es más fácil ofrecer. Antes de insinuar que nos escuchen, escuchamos. Antes de solicitar tiempo para nosotros, dedicamos tiempo a los demás. Antes de pedir lo que nos conviene, intentamos satisfacer al otro; y si no, nos sentimos culpables. Nos obligamos a realizar tareas que, si paráramos a reflexionar, nos daríamos cuenta de que tenemos la opción de no hacerlas, o bien no son tan urgentes o las podemos compartir.

En la vulnerabilidad y la fragilidad se abre el corazón para recibir, respetándonos y respetando lo que viene del otro, con gratitud” (Joan Garriga)

María quiere tener más tiempo para sí misma, y para estar con sus amigas. Pero a menudo sus hijos la requieren para atender a sus nietos. No sabe pedir a sus hijos el tiempo que necesita para estar con sus amigas, le pesa la responsabilidad de ser abuela, y si demanda espacio para lo que ella desea, se siente mal.

La actitud de excesiva responsabilidad y el miedo a la posible ruptura en la relación nos dificultan expresar lo que necesitamos. Como consecuencia, llevamos una sobrecarga de trabajo, nos sentimos víctimas de la situación e incubamos resentimiento. Esto afecta negativamente en nuestra salud, en nuestras conexiones y en el trabajo en equipo.

En otras ocasiones tenemos la expectativa de que la otra persona adivine lo que queremos, y se lo pedimos de forma encubierta o imprecisa, con lo cual no entiende qué es lo que queremos, y cuando no se cumple nuestra demanda, nos sentimos frustrados en la relación porque nuestro interlocutor no nos da lo que esperábamos, y es el momento en el que empiezan los reproches. “Ya te lo dije”, le decimos, pero la persona responde que no se enteró. Seguramente lo expresamos de manera tan encubierta y poco concreta que no comprendió. Debemos dedicar el tiempo necesario para clarificar lo que queremos con precisión. Las prisas nos hacen ser imprecisos, y esto acaba generando malos ­entendidos.

El pedir supone el derecho de una persona a existir en relación con el otro. Cuando pedimos, lo hacemos porque nos sentimos dignos de ser escuchados y ayudados” (Joan Quintana)

Es más normal solicitar ayuda cuando nos sentimos vulnerables o enfermos, y es entonces cuando damos la oportunidad a otras personas para que se acerquen a nosotros y nos acompañen. En circunstancias “normales” nos da apuro expresar lo que necesitamos, pero cuando tenemos una razón de peso que justifica nuestra petición, lo hacemos. La vergüenza nos dificulta la acción con claridad. El temor a mostrar nuestra fragilidad y nuestros límites nos hace encubrir nuestras necesidades y postergar nuestras solicitudes.

Pedir es darse el derecho a existir. No se trata de pedir como víctimas, sino, desde nuestro autorrespeto, sintiendo que nos lo merecemos. Nos hemos ganado tener tiempo para nosotros mismos y reclamarlo, manifestar lo que nos gusta y nos conviene, y que nos escuchen. No es cuestión de irse al otro extremo exigiendo en una continua demanda. Se trata de manifestar con claridad lo que sentimos y necesitamos, y cómo nos afecta lo que los demás nos dicen y hacen. Cuando solicitamos algo, le damos al otro la oportunidad de estar a nuestro lado, le mostramos la importancia que tiene para nosotros y le ofrecemos que nos acompañe. Es un acto de amor y de consideración, y nos permite fortalecer la relación.

Para aprender más

LIBROS

'Relaciones poderosas', Joan Quintana y Arnoldo Cisternas (Editorial Kairós, 2014)

Este libro enseña a convivir con la dualidad de la existencia y adaptarnos a las nuevas relaciones que van surgiendo a lo largo de la vida: Fortalezas y vulnerabilidad, lo que tengo y lo que me falta, lo completo y lo incompleto, lo que fluye y lo que tensiona.

'Vivir en el alma', Joan Garriga (Rigden-Institut Gestalt, 2009)

Su propuesta es sencilla y directa, como lo son las enseñanzas sabias de todas las tradiciones espirituales: amar lo que es, amar lo que somos y amar a todos los que son.

Pedir es un acto de humildad. Es reconocer nuestra fragilidad y no sentirnos mal por ello. No somos más débiles por hacerlo. Al revés, cuando uno manifiesta lo que necesita y lo reclama en voz alta, es un acto de valentía. Debemos atrevernos a decir que no y a decir que sí con asertividad. Si, por el contrario, nuestra decisión está basada en algún miedo, necesitamos justificarla, defenderla, e internamente nos sentimos inseguros. Una resolución basada en el temor y con el objetivo de mantener una aparente seguridad, paradójicamente lo que consigue es sustentar todo lo contrario.

Se trata de aprender a decir sí a lo que pedimos con respeto hacia uno mismo y hacia el otro, con autoestima y dignidad. Cuando adoptamos esta actitud, siempre se está dando la negación a otra cosa. Quizá decimos no a lo que se nos está pidiendo, pero si lo hacemos con asertividad implica que se ha reflexionado, que existen buenas razones para decir que no, y no son en contra de nadie. Es decir, su negación surge de una actitud positiva y no del rencor o rechazo a la persona. Con diálogo consigue el acuerdo del otro, que comprenderá que en esta ocasión no es usted quien va de hacer lo que él necesita. Puede ofrecer alternativas, soluciones o ideas creativas mostrando su atención. En este sentido, el no surge de un espacio de amor, valentía y respeto.

Aprender a negarse a una demanda significa también educarse en aceptar que nos puedan contestar lo mismo cuando somos nosotros los que nos encontramos en el otro lado, y, por tanto, asimilamos que no somos rechazados por ello.

A veces no pedimos por miedo a sentirnos rechazados. Aprendiendo a decir lo que queremos con claridad y abiertos a lo que el otro nos ofrece, llegamos a acuerdos. Si el otro no quiere colaborar, no siempre significa que nos rechace. El diálogo conduce a un punto de encuentro, y sentirse con esa libertad facilita solicitar lo que necesitamos sin tapujos, con seguridad en nosotros mismos y con la confianza en el otro.

Todavía hay un punto que conviene dejar claro: ser conscientes de cómo realizamos nuestra solicitud de ayuda porque nuestra forma de pedir es recibida de distintas maneras. En su libro Relaciones poderosas, el consultor y coach Joan Quintana define nueve patrones de pedir:

Un favor no es una deuda

Para mantener lazos personales saludables debemos escuchar y reconocer al otro, saber solicitar lo que necesitamos y ofrecer lo mejor de nosotros, llegando a acuerdos que nos ayuden a avanzar en nuestros propósitos. Conectar con nuestras aspiraciones y sueños y saber pedir la ayuda necesaria para que se cumplan nos mantiene centrados y alineados con nuestras motivaciones.

Requerir apoyo fortalece nuestro vínculo con la otra persona. “Cuando pedimos para el beneficio propio”, afirma el consultor y coach Joan Quintana, “es importante entender que le ofrecemos al otro la oportunidad de dar, generar satisfacción en nosotros y fortalecer el vínculo. Pocas personas tienen claro que esto es saludable para la relación y sienten que quedan en deuda o que se les debe algo. Una relación sana permite pedir un favor sin que se transforme en una deuda”.

1. El que pide cuando lo necesita, de forma clara y sin complejos.

2. El que lo hace sin manifestarlo, mantiene expectativas y espera que otros le ofrezcan lo que necesita. Esta actitud debilita las relaciones y nutre el resentimiento.

3. Le cuesta solicitar ayuda, realiza las tareas solo porque así “lo hace más rápido” y paga un alto precio sobrecargándose de trabajo.

4. Seduce y es muy convincente cuando tiene que demandar algo, de manera que al otro le es difícil decir que no.

5. Todo lo que reclama es urgente, lo hace de forma compulsiva y sin criterio ni prioridades claras.

6. Sus requerimientos se transforman en ruego, lo que hace que el interlocutor se sienta atrapado y obligado a decir sí.

7. Cuando pide, impone; sus peticiones son como órdenes.

8. Reclama cuando no ha expresado de forma clara lo que quiere. Reclamar es volver a pedir.

9. Petición falaz significa que no se necesita o se realiza sin confiar en el otro. Por ejemplo, cuando quiere burlarse de las incompetencias de un compañero y sabe que errará; o le pide lo mismo a varias personas a la vez.

Para mantener relaciones saludables es necesario solicitar ayuda con claridad, con dignidad y abiertos al diálogo. En la petición se debe ser proactivo. Hay personas que piden a Dios o al universo, que lo hacen en oraciones o meditaciones, pero si no ponemos de nuestra parte, difícilmente se cumplirá lo solicitado.

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