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MANERAS DE VIVIR
Columna
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Esa gente pequeña

Rosa Montero

Lo he dicho muchas veces y hasta lo he escrito en un libro: siento una especial afinidad con los enanos o, como se llaman ellos mismos, con la gente pequeña. De hecho, mis novelas están llenas de personajes así; durante años los incluí sin darme ni siquiera cuenta de que lo hacía. Mis enanos son por lo general liliputienses perfectos, gente sabia, hombres y mujeres tocados por la magia. Esta insistencia mía en incluir personajes pequeños es lo que se llama un fantasma de escritor. Los novelistas estamos llenos de fantasmas así, es decir, de detalles o situaciones recurrentes que incluimos una y otra vez en nuestros libros, por lo general inadvertidamente. Estos elementos obsesivos son metáforas de nuestro inconsciente; yo jamás conocí a un enano en mi vida real, no tuve a nadie pequeño cerca, y mi complicidad, mi identificación con ellos y mi simpatía nació de dentro afuera y no al revés. Pensando sobre ello, he llegado a la conclusión de que tal vez las gentes pequeñas simbolicen para mí un equívoco temporal: son personas que parecen niños pero no son niños. Y puede que yo no fuera del todo niña en mi niñez, y que por eso ahora tampoco sea del todo adulta. Sea como fuere, sigo sintiéndome muy cerca de ellos.

Lo peor, la mayor herida, es el prejuicio social. Eso es lo primero que hay que cambiar”

He recordado todo esto porque el padre de un niño bajito me ha escrito pidiendo ayuda. Se llama José Luis Mota, y su hijo de seis años, Luis Alberto, es acondroplásico, que es el tipo de enanismo más común. José Luis organiza cada dos años una gala benéfica en Motril para visibilizar la acondroplasia (uno de cada 25.000 niños tiene enanismo) y para recaudar dinero para los tratamientos de su hijo. La próxima gala será el 1 de junio (más información escribiendo a luigimontana69@hotmail.com). Lo de los tratamientos viene a cuento porque el enanismo puede acarrear secuelas físicas; en ocasiones, muy leves, graves otras veces. Aun así, que quede claro que no son enfermos. Son personas bajitas con ciertas carencias, como tantas otras (yo tengo escoliosis y miopía). Hay una serie de televisión norteamericana, un reality show titulado Little People, Big World (Gente Pequeña, Mundo Grande) que retrata la vida de la familia Roloff, compuesta por los padres, Matt y Amy, y por cuatro hijos, dos de ellos mellizos. Matt tiene un raro tipo de enanismo, displasia diastrófica, que conlleva graves alteraciones físicas; se mueve con muletas y con silla de ruedas; Amy es acondroplásica y goza de una salud perfecta. De los cuatro hijos, sólo uno de los mellizos es pequeño (también con acondroplasia); su hermano mide 1,85 metros. A mí es una serie que me encanta; todos los Roloff me parecen guapísimos, y el padre es de una vitalidad y una alegría maravillosas. No para, pese a sus limitaciones de movimiento.

Por lo que me cuenta José Luis Mota, su hijo sufre algunos problemas. Tiene dificultades de audición: ha sido operado dos veces y lleva unos tubos puestos para que el tímpano supure. También ha de dormir con corsé, porque tiene dos vértebras mal, y con férulas en los pies para que no se le arqueen. Comprendo que cualquier dificultad que padezca tu hijo debe de ser acongojante; y también comprendo que Mota reclame más ayudas, porque el niño necesita fisioterapia habitualmente, por ejemplo, y sólo es gratis hasta los seis años. Aun así, no son daños inhabilitantes. Quiero decir que el caso de Luis Alberto no parece grave desde el punto de vista físico. Pero luego, claro, queda lo peor, la mayor herida, que es el prejuicio social. Eso es lo primero que hay que cambiar, esa losa asfixiante. Empezando por la terrible carga negativa que tiene la palabra enano. Y siguiendo por nuestra tradición cultural, tan feroz con los pequeños, desde los enanos de Velázquez hasta el espectáculo del Bombero Torero. Como si las personas de talla menuda sólo pudieran servir para la risa y la chirigota. Pero ser pequeño no significa nada más que eso: que tu talla es menor. Bueno, sí, y algo más: que probablemente eres más fuerte, más maduro, más sabio que la media, porque te has tenido que enfrentar a problemas mayores. Como en todos los casos de discriminación, lo más urgente es inculcar en el discriminado la conciencia de su propio valor. Y educar a la sociedad, para que sepan verlos de otro modo. Y ofrecer modelos de gente pequeña en los que mirarse. Por eso me gustan los Roloff, porque dan visibilidad y normalidad. Y por eso me encanta la genial actriz Linda Hunt, que ganó un Oscar por la película El año que vivimos peligrosamente (en la fotografía, junto a Mel Gibson) y que ahora es la estrella de la serie de televisión NCIS Los Ángeles. Nadie habla del enanismo de Linda Hunt. Ella es simplemente una gran actriz que, además, es menuda. O sea: hay que reducir la pequeñez a la pequeña importancia que en realidad tiene.

Twitter: @BrunaHusky

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