12 personajes en 3D salto a una nueva dimensión
El dice a secas: "Ella es brillante". Y ella disimula: "Enseguida nos reconocimos". El resto vino marcado por algo que ambos denominan las "afinidades selectivas": María y Víctor se unieron porque descomponían e imaginaban estructuras con una mirada común. Primero fueron amigos y más tarde se convirtieron en Langarita y Navarro, un estudio de arquitectura que pronto inaugurará una de esas obras capaces de marcar un antes y un después en la concepción de una ciudad: la rehabilitación de la Serrería Belga (Madrid), un edificio industrial de principios del siglo XX, a orillas del paseo del Prado, abandonado desde los años ochenta y que a partir de 2012 albergará el Intermediae Prado. "Un espacio de expresión de nuevas formas y procesos creativos", según el Ayuntamiento de Madrid, promotor de la obra; un sistema de cubos rojos, amplios y luminosos, adheridos como un nido de golondrinas a la vieja estructura de vigas y columnas, según se aprecia en la memoria del proyecto.
La suerte quiso que aquel concurso se celebrara antes de la tormenta económica. Ahora, suelen quedar encasquillados en algún cajón, esperando a que pare la lluvia. Ellos comenzaron a edificar muy pronto. Langarita se encontraba tomando un café en su pueblo de Zaragoza, poco después de acabar la carrera. En la mesa de al lado alguien discutía los pormenores de una vivienda que pretendía levantar. Su madre intervino. "Mi hija es arquitecta", dijo. Así nació la Casa FX, primera colaboración de la pareja. Luego siguieron trabajando por su cuenta, cada uno en distintos estudios. "Absorbiendo como esponjas", porque a esto, dicen, se dedican. Hasta que quedaron finalistas de un concurso de rehabilitación de una de las naves del Matadero de Madrid. Aquello no les dio un edificio, pero sí un pellizco de liquidez, confianza y visibilidad. El impulso necesario para armar un estudio a medias.
Años después, en 2010, fue el Matadero quien acudió a ellos para pedirles una extraña misión: reconvertir otra de sus naves en una escuela itinerante de música, la Red Bull Music Academy, que viaja cada año de una ciudad a otra. Langarita y Navarro pulieron en dos semanas un proyecto en el que mezclaban los elementos de guerrilla (una especie de trinchera hecha de sacos terreros) con pequeñas casitas propias del poblado de los Ewoks. "Un ejercicio de arquitectura flexible e ingeniosa [...] capaz de integrar vegetación y construcción", en palabras de Anatxu Zabalbeascoa, especialista de arquitectura de El País. Los arquitectos, de 31 años, se explican: "Entendemos lo ya construido como un campo libre de acción. No hace falta buscar formas nuevas, sino repensar sobre lo ya construido. Nos gusta mantener lo preexistente, sin maquillar ni transformar, de igual a igual, con el mismo nivel de dignidad".
MARÍA LANGARITA Y VÍCTOR NAVARRO
"No hace falta buscar formas nuevas.
A la arquitectura le corresponde ahora
repensar sobre lo ya construido"
Arquitectos. Comparten el estudio Langarita y Navarro. Su obra de rehabilitación de la Serrería Belga (Madrid) será inaugurada en 2012.
Cuando Gemma Mengual colgó el bañador en 2009 hubo alguien que siempre había estado allí, en el agua, como una sombra o un reflejo de la mujer que le puso nombre a la natación sincronizada en España. Andrea Fuentes ahora asume el papel de capitana de un equipo de mujeres que fue encontrando su sitio poco a poco, partiendo del último puesto (se quedaron fuera de la olimpiada en 2000) hasta lograr en 2008 tres oros en el Campeonato Europeo y dos platas en los Juegos de Pekín.
Con "la sincro", así la llama, Fuentes empezó a los nueve años, una actividad extraescolar de la que nadie había oído hablar entonces, pero dos años después, en 1994, se adentró por primera vez en un campeonato de España. Ella suele decir que todo comenzó mucho antes: nació practicando la apnea, con el cordón umbilical anudado al cuello. Y aunque siempre apareció a la estela de Mengual, fue Fuentes quien obtuvo la primera medalla española en esta disciplina, en el mundial júnior de Seattle, en 2001, junto a su hermana pequeña, Tina. Luego, ha ido sumando metales casi en cada competición a la que ha asistido.
Pero, ay, siempre quedan espinitas clavadas. Como las de este verano. Por primera vez, acudía como capitana a unos mundiales. Y el equipo sumó medallas en seis de las siete disciplinas en las que participaba, incluidas una plata y un bronce en las categorías de solo libre y solo técnico, en las que Fuentes nadó y bailó y se zambulló con música de Edith Piaf y Janis Joplin. "Pero en casi todas nos llevamos el metal de más abajo", dice con ese regusto amargo de quien persigue la perfección del cuerpo y la mente casi cada minuto. Acudía un equipo joven, que ronda los 20 años de media, y será en los Juegos Olímpicos de Londres, el verano que viene, cuando habrá de mostrar su liderazgo y la sincronía y originalidad de sus movimientos: "Como nueva generación intentaremos lograr lo que la anterior, las dos platas de Pekín. El equipo es ahora 10 años más joven de media. Y queremos demostrar que aquello no fue suerte". Ahí andan, entrenando a diario en Barcelona, combinando pesas, natación pura y dura, danza flamenca, gimnasia deportiva, ballet clásico y pilates. Además de las coreografías.
"Este deporte alterna lo artístico con lo deportivo", dice Fuentes. "E implica la búsqueda constante de la belleza". Todo bajo la batuta de Anna Tarrés, la seleccionadora española, la mujer que hizo de la natación sincronizada una disciplina viable, la misma que entró en una escuela y pasó a unos niños de nueve años un vídeo sobre un deporte del que ninguno había oído hablar, y que fue formando, desde la infancia, un equipo conocido sobre todo por lo artístico e innovador de sus coreografías. "Eso lo tenemos", según Fuentes. "La técnica es lo que debemos mejorar si queremos superar a Rusia y a China".
ANDREA FUENTES
"Somos una generación nueva. Nos toca demostrar que todas las medallas del
pasado no fueron cuestión de suerte"
Deportista. Capitana de la selección española de natación sincronizada. El próximo verano la veremos en los Juegos Olímpicos de Londres.
imagen. María lleva mono de Max Mara, cinturón y pulseras de Chanel. Victor, traje de CK, camisa de Amarras, fular de Hackett y zapatos de Emporio Armani.
salto a la fama. A la derecha, Andrea lleva un vestido de seda con aplicaciones de tul y cristal de Óscar de la Renta y zapatos de Pedro García.
Un día de hace cuatro años, Antonio Navas se encontraba en Las Ramblas de Barcelona, recorriéndola calle arriba y abajo, con sus 1,88 centímetros de altura y su caminar atlético y fibroso, mientras repartía flyers de una discoteca. De tanto pasar, una pareja de ojeadores neoyorquinos le pidió que se sentara a compartir una cerveza y le propusieron, sin más, que se fuera a desfilar con ellos a Nueva York. Así, de sopetón, para un chico que no había viajado más allá de Perpignan, aquello pudo sonar a propuesta poco seria o incluso indecente. "Dudé un poco. Y les dije: 'Lo siento mucho'. Con el tiempo supe que me decían la verdad". Se los volvió a encontrar años después, cuando comenzó a abrirse paso por su cuenta en el bamboleante mundo de la moda, en Nueva York.
La anécdota, en cualquier caso, refleja el porqué del fenómeno Navas: su belleza, que él suele definir como "clásica y versátil" o sencillamente "poco macarra", sobresale por encima de la de los demás. Es de rostro fino y anguloso, mandíbula cuadrada, barba perenne de dos días, y cejas gruesas rematando unos ojos castaños. La altura va aparte. Dice que es "el único alto de la familia; una mutación genética". Su carrera como modelo nació poco después de aquel episodio callejero. Su madre leyó un artículo sobre la agencia de modelos Sight. Él se presentó y lo ficharon. Así de fácil. Hasta entonces había llevado una vida "normal, de estudiante" y la siguió llevando, combinando los estudios de INEF con sus primeros pasos en las pasarelas.
Poco a poco, su nombre comenzó a sonar en una industria ávida de rostros nuevos. En seguida se le llamó el sucesor de Jon Kortajarena, uno de los top españoles que más lejos ha llegado. En 2010, la revista GQ seleccionó a Antonio Navas como mejor modelo del país. Pero si tuviera que elegir otro hito en su carrera, dejando a un lado Las Ramblas, se queda con 2011 al completo. Este año, ha pateado el mundo de desfile en desfile y ha posado, entre otras muchas, para una campaña de H&M que aparecerá en primavera del año que viene y presumiblemente empapelará las ciudades con su cara. Por eso, para aprovechar el tirón, en 2012 se muda a Nueva York. "Es el sitio, el meollo. Donde se encuentran las mejores producciones. Y siempre estás más expuesto. Eso tampoco significa nada. Pero si me voy es porque le puedo sacar partido".
Asume que en el mundillo en que se mueve hay un elevado componente de azar. Un juego en el que suma puntos cómo empieces y qué tal caigas. Ambos, por ahora, le han ido bien. Dice: "Haciendo de modelo se puede aportar poco. Pero no me veo incómodo en ningún papel. Puedo posar tipo sport o de traje. Aunque esta profesión también consiste en caer bien y ser normal. Guapos hay en todas partes. Se trata de aportar algo diferente".
ANTONIO NAVAS
"Guapos hay en todas partes.
En esta profesión llega lejos el que
es capaz de aportar algo diferente"
Modelo. Es uno de los 'tops' españoles que más suenan. Se muda a Nueva York el año que viene. Y avisa: "Si me voy es para sacarle partido".
La presencia del músico en seguida se hace sentir como un pequeño terremoto, acorde con su estatura y su destreza al piano. Aparece en el estudio y en un minuto se adueña de la situación, preguntando si no se habrán fijado bien en la disposición de las teclas en el suelo (con los colores invertidos) y escribiendo unas notas en las paredes del cubo para que figuren a su espalda, sobre un pentagrama, resaltando así lo sobresaliente de su figura; en la imagen y en la vida real.
"¿Y por qué no Blasco de Nebra?", se pregunta luego con ese ritmo de ametralladora con el que discurren sus palabras y sus ideas. Si hubiera que marcar un punto en el que la trayectoria de este intérprete de 33 años se disparó a escala internacional, sería la grabación de un disco de sonatas de este desconocido organista y compositor sevillano del siglo XVIII. Lo editó con el prestigioso sello Harmonia Mundi, y aquello le abrió muchas de las puertas que quedaban por abrirse. "Su interpretación es excelente, transmite una sensación de auténtica revelación y trae la voz destacada de un compositor al siglo XXI por primera vez", dijo el crítico musical del diario británico The Guardian.
En España se habían ido conociendo las anécdotas y vericuetos de este destacado concertista desde que entró en la veintena. Como aquel fabuloso encontronazo con Daniel Barenboim, en una audición privada en 2004: el director de orquesta argentino le preguntó por el motivo de aquella visita, y ante la respuesta humilde de Perianes, según contó este en una vieja entrevista, Barenboim respondió con autoridad: "¡Mentira! Dígame que quiere que le escuche para tocar conmigo, dígame la verdad, porque usted debe estar aquí por ambición".
Después de aprender del maestro argentino, y de acercarle al mundo su visión sobre Blasco de Nebra, le tocó el turno a Manuel de Falla, con una grabación que editó este año. Ahora anuncia otra aventura, un disco largo, de casi setenta minutos, interpretando a Beethoven, compositor en cuya obra ha profundizado estos días junto al musicólogo Luca Chianti, en busca de ese moto perpetuo, un ritmo constante, un hilo conductor cuyo paradigma, según explica, se encuentra en la sonata Tempestad. "Hemos elegido cuatro piezas que lo muestran. Es un Beethoven diferente... Lo hemos desmenuzado para intentar extraer la segunda intención del autor". Dice que todo músico integral ha de recorrer ineludiblemente las partituras de "uno de los grandes, una de las tres B". De la grabación, que concluirá un día antes de Nochebuena, espera una "receptividad entusiasta por parte del oyente". Y algo más: "Reconocerme en el disco. Poder decir: 'Ese soy yo, con toda certeza". Una voz propia. No cabe una definición más precisa (y a la vez ambiciosa) del éxito para el hijo de un empleado en las minas de Riotinto y de una ama de casa.
JAVIER PERIANES
"El éxito en la música es reconocerte
en un disco. Y poder decir: 'Ese soy yo,
con toda certeza"
Pianista. Se marcha a Berlín a grabar un disco con piezas de Beethoven. Es, posiblemente, el mayor salto internacional en su carrera.
en bicicleta. En la página anterior, Antonio lleva traje y camisa
de Josep Abril, corbata de Burberry London y gafas de Ralph Lauren.
En blanco y negro. A la derecha, Javier con traje de Giorgio Armani, camisa de CK de Calvin Klein, pajarita de Lanvin y zapatos de Hogan.
Hay una expresión que repite Álvaro Cervantes una y otra vez mientras hila su discurso. "Más que nunca", dice, "más que nunca". Y las palabras parecen describir una espiral a su alrededor, como si encapsularan su estado de ánimo pletórico y ambicioso. Cervantes, nacido en Barcelona, se acaba de mudar a Madrid para protagonizar una nueva serie de la factoría de Globomedia, Luna, el misterio de Calenda, con una trama al estilo Crepúsculo, pero con hombres lobo. Él, muy probablemente, se ponga en la piel de un joven licántropo, de gruesas patillas y pelo rubio escarolado. No lo desvela; sonríe y deja el enigma flotando. Solo añade: "Es una nueva etapa. Un salto. Y tengo un personaje potente". Como dando a entender que se juega mucho con el papel.
Su vida como actor comenzó con una buena zancada: en 2008, estrenó El juego del ahorcado, de Manuel Gómez Pereira, su primer largometraje, en el que compartía pantalla con Clara Lago y Adriana Ugarte. Fue nominado al Goya como mejor actor revelación en 2009 y, aunque se quedó sin el busto del pintor (se lo llevó El Langui), dijo aquello de: "Me parece marciano estar sentado al lado de Benicio del Toro [en la gala de los Goya]". Porque hasta entonces solo se había fogueado en la serie La abuela, de TV3, que duró una temporada, y aún no había interiorizado la interpretación como modo de vida. Ahora, en cambio, con 22 años, exuda energía interpretativa: incluso mató los momentos muertos de la sesión en 3D leyendo un libro sobre su oficio, El actor y la diana, de Declan Donnelan. "Creo que me puede servir más que nunca", dijo sobre el volumen. "Y siento necesidad de descubrir. Estoy curioso, hambriento. La serie me está dando esa base para probar".
Aunque Cervantes también encontró piedras en el camino hasta llegar hasta este sofá en el que ahora lee y espera a ser vestido para dar el salto a la tercera dimensión. Tras El juego del ahorcado se vio frente al vacío. Le entró vértigo, "ese miedo a dar el siguiente paso", en sus palabras. "No encontraba el amor, la intensidad que había sentido". Se dio cuenta de que había colocado un listón en un lugar inalcanzable, una meta "absurda" porque "cuando la colocas, te frustras". El drama de los actores a medio forjar. Hizo cortos, papeles secundarios en el cine, alguna TV movie. Tardó un año en perder el miedo al qué vendrá. Se reactivó, según dice, con Punta Escarlata, un thriller en 13 episodios rodado en 2010 y emitido en 2011.
Ahí empezó un año sin tregua: por primera vez se fogueó en teatro; grabó El corazón del Océano, una miniserie de aventuras, con Hugo Silva, y le dieron el papel protagonista de 88, de Jordi Mollà. Todo su esfuerzo se podrá ver en 2012. "Me siento fuerte", dice. "Y con hambre. Creo que estoy llegando a otro lugar".
ÁLVARO CERVANTES
"Me siento fuerte y con hambre.
Tengo un personaje potente.
Y creo que estoy llegando a otro lugar"
Actor. Se encuentra rodando una serie que apunta muy alto. 'Luna, el misterio de Calenda' se estrena el año que viene. Va de hombres lobo.
Blanca Suárez tiene un lunar imperceptible en el pómulo izquierdo, y suele decir "ostras", con un dulce acento en la o, cuando algo le sorprende o le apasiona. Y esto le sucede a menudo, sobre todo este último año: ha sido la primera de su promoción de jóvenes actores en pisar la alfombra roja de Cannes. Ocurrió en mayo, ante una emboscada de fotógrafos, el día del estreno de La piel que habito. Ella iba en el vagón de cola de un tren que conducía Jean Paul Gaultier, seguido de Marisa Paredes, Antonio Banderas, Pedro Almodóvar, Elena Anaya y Jan Cornet. Con el pelo recogido y la nuca desnuda; las lentejuelas de plata de su vestido devolvían destellos a las cámaras, como corresponde a las grandes estrellas del celuloide.
Pero ahora no es capaz de encontrar las palabras. Y dice: "Ostras, eso ha sido... Un año muy especial en lo personal y lo profesional". Con un papel breve -no sale más de 15 minutos en pantalla- ha armado un revuelo curioso que la ha llevado a posar para The New York Times Style Magazine, entre otras revistas extranjeras. De hecho, hay muchos que aún se preguntan si era ella quien interpretaba a la hija atormentada de Banderas. "¿Quién? ¿La chica de El internado? ¿La de El barco?".
Blanca Suárez ha ido cambiando el registro desde que el director de casting Pepe Armengol dio con ella en 2006 en una pequeña escuela de teatro llamada Tritón, en Madrid. Allí había ingresado a los nueve años. Cumplió los 18 mientras rodaba su primera película, Eskalofrío, de Isidro Ortiz. Y luego, apareció su otro "pepito grillo", Luis San Narciso, el director de casting que ha ido iluminando las carreras de un número indeterminado de actores, una de esas personas que parecen intuir el momento justo de abrir la puerta (también dio paso a Álvaro Cervantes). Le hizo un hueco en la serie de El internado (2007-2011, Antena 3) y luego se la presentó a Almodóvar. Desde entonces, Suárez protagoniza El barco, por la que se acaba de llevar el Ondas, y ha rodado dos papeles protagonistas, con Imanol Uribe (Miel de naranjas), y Eduard Cortés (The Pelayos). Ambas se estrenan en 2012. Quienes le rodean asumen una carrera meteórica. Ella mantiene el toque humilde, y el acento sorpresivo en la o, cuando dice, por ejemplo: "Ahora estoy buscando trabajo. Esto es así: tienes un contrato temporal y eso supone que si termina la serie en marzo, me quedo en paro y no se cuándo voy a volver a trabajar, o si voy a volver a trabajar. No depende de mí. Siempre hay otro que decide. Lo único que puedo hacer es esforzarme al máximo". Lo hizo delante de esa extraña cámara con dos ojos, colocada en una esquina del cubo gris. Su pelo había sido abultado, para ganar en efecto volumen y enfatizar la nueva dimensión. Para la foto de portada se posó sobre la escalera con gracia. Una voz, desde fuera del cubo, dijo: "Tres y medio de interocular en ella y lo clavamos".
BLANCA SUÁREZ
"Ha sido un año muy especial.
Lo único que puedo hacer ahora
es seguir esforzándome al máximo"
Actriz. En 2011 se ha estrenado como chica Almodóvar y ha recibido el Ondas a la mejor actriz de ficción. En 2012 volverá con dos películas.
sesión doble. A la izquierda, Álvaro lleva un traje, camisa
y corbata de Dsquared2 Classic, los zapatos son de Gusto by Colomer.
más palomitas. Blanca, con camisa y pantalón de esmoquin,
de Armand Basi, zapatos de Burberry y brazalete y collares de Chanel.
He aquí el primer hombre en exhalar volutas de humo en 3D. Santi Balmes, cantante, guitarra y letrista de Love of Lesbian, grupo del que se ha dicho que ha alcanzado el "Olimpo de la escena indie" en España. El hombre cuya voz se fue agrietando a medida que avanzaba la sesión de fotos y se veía obligado a encender un cigarrillo con la colilla del anterior, con el fin de captar en todo su volumen la nube blanca al borde de la boca y el espíritu irreverente de sus gestos. El también llamado antiguo niño prodigio, padre de dos hijas de 5 y 7 años , con un libro de cuentos infantiles recién editado, Yo mataré monstruos por ti, en el que habla de "la paternidad y el sentido de protección". El artista que se lanzó al público en uno de sus últimos conciertos, en Valladolid, y se estrelló contra el piso porque nadie pudo (o quiso) cogerle. Un catalán de humor ácido y surrealista, amante de Monty Python y El jovencito Frankenstein, siempre con la lengua en ristre para reírse de sí mismo o de quien toque, sea hombre, animal o cosa.
Balmes empezó a tocar con sus amigos de Sant Vicenç dels Horts (Barcelona) porque en aquel pueblo, dice, "no había nada que hacer y la fealdad exterior resultaba muy creativa". En el momento de ser retratado para este reportaje, se encontraba al borde de dar ese complicado siguiente paso de editar el disco con el que, probablemente, Love of Lesbian se convierta en una banda de consumo masivo. Es decir, se hallaba transitando la delgada línea que separa lo independiente de la cultura dominante. Y como encerrado en una burbuja.
"Nos toca hacer un ejercicio doble de aislamiento", contaba Balmes en un receso de sus cigarrillos. "Pero cuando has escrito un tema que ha llegado a marcar a mucha gente, es porque lo has escrito pensando en una sola persona. Y hay que recordar esto continuamente". El grupo acababa de pasar un mes aislado en una casa del Penedès, componiendo y cribando melodías, "haciendo letras a cascoporro". Ajenos a lo que pueda venir después. Con su anterior álbum, 1999 (Warner, 2009) colapsaron las escuchas en las redes sociales. Multiplicaron los conciertos. Llenaron cuatro noches seguidas la sala Joy Eslava (Madrid) y otras tres la Razzmatazz (Barcelona). Y eso era el Olimpo indie. Más allá están los pabellones y los estadios. El próximo será el séptimo LP de estudio de la banda. El tercero con letras en español (antes las hacían en inglés). Un álbum de "pequeñas historias, cortometrajes urbanos", según Balmes. Para su portada andaba en busca de un edificio de Barcelona, con aspecto de pieza de Lego, que solía admirar de niño, pero acababa de ser declarado "feo" por un escritor. Y como si le hubieran robado la infancia, tecleó en su teléfono móvil el nombre de aquel presunto esperpento. La fealdad, ya lo había dicho, resulta muy creativa.
SANTI BALMES
"Aunque mucha gente las haga
suyas, siempre escribo mis canciones
para una sola persona"
Músico. El líder de Love of Lesbian acaba de publicar un libro de relatos infantiles y está seleccionando los temas para su próximo álbum.
Sergio Bernal camina con el porte de los grandes bailarines: recto y elegante como si vistiera una armadura, y a la vez flexible y cadencioso, como hecho de bambú. Su presencia en una sala hace girar el rostro, aunque pretenda pasar inadvertido. Le ocurrió al adentrarse en la oscuridad del estudio donde se preparaba la sesión tridimensional. Todas las miradas siguieron la musicalidad de su cuerpo, y parecieron preguntarse quién era aquel tipo joven, de pelo tostado y ojos claros, con una intrigante cicatriz en la mejilla. Él sería el primero en dar el salto a la nueva dimensión. Sergio se colocó sus mallas y se dirigió al interior del cubo gris que había preparado el equipo artístico. Se detuvo frente a la cámara que descompondría sus movimientos en dos con el fin de engañar al ojo humano. Cuando comenzó a calentar, se escuchó el crujido seco de sus articulaciones. Lanzó sus brazos al aire como un impulso eléctrico y sostuvo en suspenso el metro quince de su pierna derecha, mientras cobraba vida y se inflaba el gemelo de la izquierda. Preguntó: "¿Queréis algo de este palo?". Así, quería decir, ni demasiado flamenco ni demasiado clásico.
Bernal transita desde niño los recovecos de la danza española. Tiene 21 años. Y baila desde los cuatro. A los 11 entró en el conservatorio. A los 17 acabó la carrera. A los 18 se llevó su primera decepción, cuando se quedó a las puertas del Ballet Nacional. Entonces se le acercó Lola Greco, una de las grandes de la danza en España, y le preguntó: "¿Eres tú al que no han cogido?". Le abrazó y dijo: "No te preocupes, ya llegará tu momento", según contó Sergio en una entrevista. 2011, su año. "Me han permitido colocarme en el foco y he sabido aprovechar la oportunidad". En 2010, el crítico de danza de El País, Roger Salas, decía que su carrera merecía "ser seguida con atención". Nueve meses después, lo definía: "Sobrio, virtuoso, potente [...] un nuevo Joaquín Cortés". La joven promesa ha comenzado su consagración. En el lapso de una crítica a otra ha compartido escenario con dos premios Príncipe de Asturias: Maya Plisetskaya (mito vivo de la danza) y Tamara Rojo (una de las mejores bailarinas del mundo); y ha interpretado un pas de deux con Lola Greco.
Pero Bernal anda buscando una voz propia. Evita cualquier símil: "Yo soy Sergio. Por eso no me gusta que me comparen con Joaquín Cortés. Él ha sido uno de los mejores. Yo tengo otras cosas. Me gusta la interpretación, él es más técnico. Se tiró hacia el flamenco. Yo voy en busca de algo más amplio". Ricardo Cué, director artístico, valedor de los más grandes bailarines españoles y un profundo conocedor de la danza, ha dicho que va camino de convertirse en el bailarín de su generación. Y este, en cambio, no habla de futuro, sino de ese "silencio que se respira en el escenario", cuando no hay música, él interpreta con cada músculo y el público siente un nudo en la tripa. Dice: "Trato de mover emociones con un simple movimiento. Es un privilegio. Una manera de liberarme".
SERGIO BERNAL
"Trato de mover emociones con
un simple movimiento. Es un privilegio.
Y una manera de liberarme"
Bailarín. En 2011 ha compartido escenario con tres de las figuras más grandes de la danza: Maya Plisetskaya, Tamara Rojo y Lola Greco.
solitario. En la página anterior, Santiago lleva chaleco y vaquero de Dior Homme, camiseta de Acne para Sportivo, y zapatillas de Le Coq Sportif.
Arte y Fibra. En la fotografía, Sergio Bernal viste sus propias mallas
y unas zapatillas de danza.
Un día de marzo, la primera novela de Elvira Navarro llegó a manos de Enrique Vila-Matas, y este le dio ese empujón que necesitan quienes dudan de su oficio. En una de sus columnas semanales, dijo: "La ciudad en invierno tiene una estructura peculiar, como si Satie estuviera el piano [...] da la impresión de estar dando vueltas detrás de un desvarío tan implacable y subversivo como aterrador. De la mano de su pérfida protagonista, Elvira Navarro lo altera todo y desplaza la normalidad hacia una inédita boñiga general". La escritora y la estructura. También hubo quien la acusó de fragmentaria. Ella dice: "¿Qué más da? ¿A quién le importa? Lo interesante es romper con los parámetros".
Era 2007 y aquella novelista, nacida en Huelva y acostumbrada a la huida perpetua, vivía becada en la Residencia de Estudiantes de Madrid, no tanto por el romanticismo de quienes habitaron entre sus muros, sino por una simple "cuestión de supervivencia": "Era una vida curiosa, casi monacal. Me permitió dedicarme todos los días a escribir y leer". Entró habiendo escrito un relato (con el que ganó el Certamen de Jóvenes Creadores del Ayuntamiento de Madrid) y salió de allí con una novela editada en Caballo de Troya y otra en estado avanzado de composición. Esta última, La ciudad feliz (Mondadori), la publicó en 2009 y con ella le concedieron el premio Jaén de Novela.
El gran salto lo dio poco después, sin quererlo ella, cuando fue incluida en un número especial de la revista literaria Granta, entre los 22 mejores narradores en lengua española menores de 35 años. Eso ocurrió el año pasado. Entre tanto, se dedicó a trabajar en editoriales, para seguir sobreviviendo y escribiendo; hizo correcciones en papel, correcciones en pantalla, de lectora y de redactora de contracubiertas. Luego se postuló como profesora de un taller de escritura creativa en la librería Fuentetaja y últimamente imparte cinco talleres semanales, e incluso se presta como tutora personal para aquellos que buscan pulir sus escritos. Según cuenta, aprendió a leer la última de la clase, pero se enamoró de las palabras con el libro Patatita, de El Barco de Vapor. E igual que en la vida, cuenta, con la novela que teclea estos días abandona el universo adolescente que empapaba sus dos primeras obras, y se adentra en "la soledad, el trabajo y la enfermedad de los adultos". En 2012 publicará un relato en formato digital (en www.sigueleyendo.es). En 2013, su tercera novela.
ELVIRA NAVARRO
"¿Qué más da? ¿A quién le importa
la estructura? Lo interesante
es romper con los parámetros"
Escritora. Con dos obras publicadas, fue seleccionada por 'Granta' entre los mejores narradores jóvenes en español. Prepara nueva novela.
Ultimamente, Carlos Pardo suele salir a pasear hacia el extrarradio, por los no lugares de Madrid, las grúas y los ensanches de ladrillo visto y los cerros tostados; pero camina sin libreta. Aprendió a estirar la memoria interiorizando versos. Los suyos le abrieron las puertas de la novela, el lugar de la literatura por el que camina ahora, a pedazos, durante los restos del día: Pardo es el tipo de patillas a medio encanecer que atiende en la librería Antonio Machado del Círculo de Bellas Artes de Madrid.
Tiene 36 años. A los 20 fue finalista del premio Hiperión de poesía con El invernadero. Su segundo poemario, Desvelo sin paisaje (Pre-Textos, 2001), ganó el premio Emilio Prados. Con el tercero, Echado a perder (2005), se llevó el galardón Generación del 27. Luego se pasó a la narrativa y de su ópera prima, Vida de Pablo (Periférica, 2011), se dijo de todo en la crítica. Por ejemplo: que se había quedado en "una novela de formación que pudo ser" cuyo "frágil impresionismo de la prosa" y "contenido más bien posmoderno" impedía "distinguir a cada personaje". Otros, en cambio, como la poetisa Luna Miguel, intuyeron una obra generacional, un autorretrato llamado a convertirse en el referente de los poetas nacidos en los setenta. "Una novela de aprendizaje en la que no había ningún aprendizaje", dice él, "y eso es lo que siempre se recomienda que nadie escriba". Pero el libro muestra ciertas heridas comunes "a todos esos hijos de la burguesía, pero sin posesiones, educados en la falacia de la sociedad del bienestar".
Le obsesionan la vejez y el cuidado de ancianos: "Es el gran tema de nuestra sociedad, en la que el hombre ya no se enfrenta a la muerte, sino a una larga enfermedad". Por ahí se mueve su próxima novela, según contó a su compañera de fotografía poco antes de ser retratados. Se sondearon para ver cómo llevaban sus respectivos trabajos. Andaban a vueltas con la estructura y el género, en proceso de dejar que se definieran por sí mismos. Cuando llegó el momento de la foto en el cubo tridimensional comentaron cómo iban a ser criticados "en los blogs", ese espacio en el que ahora conviven, se odian y se enamoran los escritores en ciernes. Posaron ajenos al qué dirán y él añadió cómo estaba dejándose fluir, escribiendo por "capas y desvíos, una estructura por desplazamiento", al estilo de sus paseos por el extrarradio en los que busca los límites de la ciudad y del paisaje bajo la ciudad."Los sedimentos", los llamó, aquello que nos habla del paso del tiempo.
CARLOS PARDO
"La vejez es el gran tema de nuestra
sociedad. El hombre ya no se enfrenta a
la muerte, sino a una larga enfermedad"
Escritor. Después de completar tres poemarios, ha publicado en 2011 su primera novela, 'Vida de Pablo', acogida con críticas encontradas.
línea sobria. Elvira con vestido en crepé de lana de Chanel,
botines de Pedro García, pendientes de Pandora y medias de Wolford.
Se armó cierto revuelo silencioso, casi imperceptible, cuando la top Marta Español, con sus piernas larguísimas y afiladas, se adentró por primera vez en el cubo. La situación era la siguiente: dentro del contenedor gris que había construido el equipo de arte, solo se hallaba ella frente a la cámara de doble lente y gran cilindrada, la misma que emplea Peter Jackson para filmar El Hobbit en Nueva Zelanda. Al otro lado del telón, siguiendo la pista de los cables de la cámara, el fotógrafo y el director de arte observaban el resultado en alta definición, en una pantalla en la que ya se podía apreciar la nueva dimensión haciendo uso de unas gafas similares a las Ray-Ban Wayfarer de Bob Dylan. A 120 fotogramas por segundo, el resultado tridimensional de la camisa vaporosa y transparente de la modelo, sugiriendo el volumen de su torso en cueros, provocó alguna que otra inspiración entrecortada. Pero se decidió cambiar el estilismo, esas imágenes se perdieron para siempre con el viento, y la modelo fue inmortalizada al segundo intento, con el vestido anaranjado que aprecian en la fotografía.
En su número de septiembre de 2010, Vogue Italia se anunciaba como la primera revista de moda en traspasar la frontera del 3D. En aquella portada asomaban Miranda Kerr y un pequeño yorkshire que llevaba escondido la australiana en el abrigo. Consciente de que sería una de las primeras modelos españolas en participar en una sesión similar, cuando el ventilador comenzó a airear su vestido y se oyó el golpe de la claqueta, Marta interpretó ese papel de primeriza. Luego coqueta y más tarde seductora, a petición del fotógrafo. El resultado contiene un poco de las tres.
Ella lo había contado poco antes, mientras desgranaba lo que más valoraba de su profesión: "Me permite convertirme en una persona diferente. Te transformas en cada sesión. Puedes ser sofisticada o natural". Español comenzó esta metamorfosis a los 14 años. A los 15 fue elegida Chica Ragazza. Más tarde desfiló en Gaudí e hizo catálogos de novias. Pero hasta los 18 o 19, cuenta, cuando comenzó a viajar y a descubrir "cosas que la universidad y los libros no te dan", no se creyó del todo su profesión. Aún así ha seguido estudiando. Tiene 26 años, le quedan cinco asignaturas para terminar trabajo social por la UNED, y ha sido la única modelo en lograr dos años seguidos el premio a la mejor maniquí de la Cibeles Fashion Week, en 2005 y 2006. Ha sido portada de las revistas de moda más importantes. Ha puesto su rostro y su cuerpo para campañas de primera fila, de Naf Naf a Armani. Y dice: "Lo difícil en este mundo es mantenerse. Para esto no hay métodos". Por si acaso, ella pareció ensayar el suyo frente a la cámara de doble lente, hasta que el fotógrafo gritó: "¡Corten!", como en el cine y el ventilador se detuvo.
MARTA ESPAÑOL
"Me gusta transformarme.
Puedo ser sofisticada o natural.
Cambio en cada sesión"
Modelo. Ha sido dos veces premio a la mejor maniquí de la Cibeles Fashion Week y le ha puesto rostro a campañas de Naf Naf y Armani.
clave oscura. Carlos con una chaqueta de Gucci sobre jersey
de El Ganso, vaqueros de Diesel y botines de Tod's.
en plano. Marta juega con la cámara con vestido en gasa de seda
de Max Mara y zapatos cuajados de cristal Swaroski de Roger Vivier.
Dirección creativa y dirección de arte: Marcel Pozo. Estereoscopia e iluminación: Juan Santacruz. Producción: Paloma Abad y Samantha Domínguez artist management. Posproducción digital: Jorge Salgado. Asistente de fotografía: Mateo Liebana. 'Atrezzo': Eduardo Parrilla y Maite Agorreta. Maquillaje: José Luis Ruzafa. Peluquería: Pepito Juez. Asistente de estilismo: Ouarda Mohamed. Los arquitectos María Langarita y Víctor Navarro. La campeona olímpica Andrea Fuentes. El 'top model' Antonio Navas. El pianista Javier Perianes. Álvaro Cervantes y Blanca Suárez. Santi Balmes, músico. Direcciones en la página 156 >
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