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Reportaje:CINE

Justin Timberlake, ¡silencio, se rueda!

Se toma su carrera muy en serio, pero junto a Justin Timberlake todo es un juego. Nos encontramos en el pasillo del hotel Four Seasons de Los Ángeles mientras esperamos que nos den la habitación donde se hará esta entrevista. Él quiere hablar de cine; tres estrenos en 2011: dos comedias romáticas, Bad Teacher y Con derecho a roce (que se estrena en España la próxima semana), y un filme de ciencia-ficción junto a Amanda Seyfried, In time, que llegará a nuestro país a principios de diciembre y en el que Olivia Wilde es su madre.

Yo quiero hablar de su música o casi mejor de la falta de ella, ya que su último álbum salió en 2006. Y de sus amores. Una lista que incluye a Britney Spears, Cameron Diaz y Jessica Biel. Pero mientras nos hacen esperar, no se nos ocurre nada mejor que hablar en alemán, un idioma que desconozco y que, queda claro, él tampoco domina. Un juego que nos hace reír, hasta que la llegada de las llaves de la habitación nos hace volver a la seriedad profesional.

"No hago las cosas por vanidad. Soy de una generación que creció sintiendo que podía lograr lo que quisiera"
"Quiero sentir cada escena como algo real. La vida es divertida y grandiosa, tremenda y triste, y todo eso lo quiero sentir"

Timberlake confiesa un toque de timidez y demuestra esa educación sureña que le dio su madre. Da igual que en las dos últimas décadas haya pasado de ser el chaval de indomable pelo rizado de ese grupo de lumbreras precoces que fue el Mickey Mouse Club al magma de un imperio bautizado Just-In Time Entertaiment que incluye un sello discográfico, campos de golf, restaurantes, línea de moda, una marca de vodka y hasta un segmento de Myspace (además de su carrera musical y cinematográfica). Justin Timberlake sigue siendo humano, tiene ganas de juego y está lleno de sueños que pelea por hacer realidad. "No hago las cosas por vanidad. Lo que ocurre es que soy parte de una generación que creció sintiendo que podíamos lograr lo que quisiéramos. Y eso no es malo", explica creyendo firmemente en sus palabras.

En su caso, ese "lo que quisiéramos" significa ser actor. Contra todo pronóstico, Timberlake pasó del Mickey Mouse Club televisivo (al que también pertenecieron Britney Spears, Ryan Gosling, Christina Aguilera, J. C. Chasez y Keri Russell) a esa banda de música adolescente llamada 'N Sync que convirtió en oro todo lo que tocó. A los 16 años ya estaba vendiendo 12 millones de copias de sus canciones. A los 21 continuó su buena estrella, ya en solitario, como rey del cool, primero con Justified y después con Future sex/Love sounds. Pero desde entonces, de la garganta de Timberlake no ha vuelto a salir una nueva nota. Al menos grabada.

A ritmo rápido, Justin explica que no quiere quedarse encajonado, que busca nuevas formas de conectar el mundo de la música, del cine, de la televisión. De ser creativo. Su energía es voraz al explicar esta nueva transición en su carrera. De nuevo sale esa generación que quiere hacer de todo. Sin embargo, los ejemplos de lo que quiere hacer en su vida, sus ídolos, pertenecen a otra época: Gene Kelly, Frank Sinatra, Dean Martin. "Vi recientemente un documental titulado Still Bill sobre el cantante Bill Withers (autor de Just the two of us), alguien muy popular que de repente, por razones personales, se alejó de la música. Y él fue capaz de decir con claridad la respuesta que llevo tiempo buscando. A la pregunta de por qué dejó la música, contestó: 'Simplemente he estado haciendo otras cosas'. Tengo el mismo sentimiento. Sé que como artista tengo mis limitaciones. Además, como hombre no soy bueno haciendo más de una cosa a la vez", afirma riéndose de su propia broma. "Por eso prefiero poner mi atención en estas grandes oportunidades que se me presentan. Pero tengo un piano en casa y escribo canciones todo el tiempo, aunque no todas necesitan ser escuchadas. La música es parte de mí, pero cuando se convierte en negocio, eso ya no me define".

La pregunta en este caso es el porqué del cambio. ¿Qué le da el cine que no le da la música? "Cumplí los 30 en enero y estoy disfrutando de esta nueva década. No necesito hacerlo todo. Tampoco necesito reconocimiento, sentirme vindicado con un gran álbum o una gran película. Disfruto de un gran momento para elegir lo que quiero. Y lo que quiero es hacer las cosas que me interesan", insiste en una pasión, la interpretación, que asegura fue suya antes incluso que la música. "Fue mi primer trabajo", recuerda de su paso como actor en esa ya mítica serie televisiva infantil cuando tenía 11 años. Hubo películas olvidables como El gurú del buen rollo. Y alguna interesante como Alpha Dog, hasta que las pasadas Navidades llegó ese triunfo llamado La red social. "He oído que uno de mis ídolos, Robert Duvall, habla de lograr la verdad de cada escena. Eso es lo que quiero, sentir cada escena como algo real. La vida es divertida y grandiosa y tremenda y triste, y todo eso es lo que quiero sentir".

Suena bien, pero es difícil, especialmente viniendo de un cantante metido a actor. Porque eso es lo que Timberlake sigue siendo a ojos del gran público. Incluso de la industria. Los hay que consiguen atravesar esa barrera tabú entre ambos medios. Sinatra es el mejor ejemplo con un Oscar por De aquí a la eternidad. Barbra Streisand es otro caso triunfal. Y los más claros ejemplos del "sí se puede" son Will Smith y Mark Wahlberg. En poco más de una década, ambos dejaron atrás una carrera musical de éxito por una filmografía aún más taquillera y consagrada.

Este puede ser el caso de Timberlake en unos años, pero todavía le queda. Él defiende Con derecho a roce a ultranza. Como actor ha puesto la carne en la pantalla, literalmente, y confía que la película sea la comedia romántica de su generación como Cuando Harry conoció a Sally lo fue de sus padres. La crítica no está tan segura, pero las puertas siguen abiertas.

La popularidad de Timberlake, en cine o música, sigue al alza. Además, su presencia es continua en la prensa del corazón, aunque, si pudiera, la fama es la parte de su carrera que metería en un cajón. Pero no puede. "Claro que tuve mis años locos, pero fui lo suficientemente listo como para no vivirlos en público", afirma. Aun así, sus relaciones han sido vox pópuli, y su supuesta fobia al matrimonio, a consolidar una relación, algo tan comentado como la falta de compromiso de George Clooney. "No hago más que explorar la vida y no le doy mayor importancia al hecho de ser o no soltero", puntualiza.

Han pasado tres meses desde nuestras hilarantes clases de alemán en Los Ángeles. Nos volvemos a ver en Cancún durante la promoción de Con derecho a roce, cuyo estreno en EE UU supera con creces el coste de la cinta (presupuestada en 35 millones de dólares). También se ha recorrido el mundo presentando con su antiguo amor Cameron Diaz su anterior comedia, Bad teacher. Y lo último que ves en su rostro es cansancio. "Me lo paso muy bien haciendo el trabajo que quise hacer toda mi vida", insiste.

Sigue sin haber ni rastro de ese esperado nuevo álbum. Cuando intento volver a centrar la conversación en su antiguo amor, la música, veo que recibe mis preguntas con cierto sentimiento de distancia refiriéndose a su exitoso pasado como un "extraño negocio". ¿Qué es lo que falló? "Mi relación con la música es algo puro y así es como quiero que siga. Lo que es extraño es la música como negocio. Lo pensé desde niño, y desde luego no quiero que interfiera con mis sentimientos haciendo música. Si lo que quieres saber es cuándo saldrá mi siguiente álbum, no sé qué decirte. Si lo que hablamos es de mi futuro, no tengo nada en mente. Y eso es liberador. Porque en el momento en el que eliminas las expectativas te sientes libre y disfrutas más del proceso haciendo realmente lo que quieres". Me gustaría decirle "así sea" en alemán. Pero ni sé cómo, ni me entendería.

Mejor que no lo dejen

Por cada Barbra Streisand o Cher, capaces de romper esa barrera invisible entre la música y el cine, y por cada genio que como Gene Kelly o Fred Astaire hicieron de su arte en la música o la danza su propio género en el cine, hay una larga lista de cantantes que nunca debieron dejar su trabajo. El caso más comentado, el de Mariah Carey. Su paso por 'Precious' la redimió algo, pero necesitará muchos más filmes como ese para borrar el retrato que dejó en esa debacle llamada 'Glitter'. Igual de desastroso resultó el paso de Britney Spears por la gran pantalla en 'Crossroads', o el de su compañera de promoción, Christina Aguilera con 'Burlesque'. Ni su nombre lo ha logrado en el caso de Madonna. Arrancó bien con 'Buscando a Susan desesperadamente', se defendió en 'Dick Tracy' y hasta se llevó el Globo de Oro por 'Evita'. Pero por cada uno de estos títulos hay un desastroso 'Barridos por la marea' o un olvidable 'Algo casi perfecto'. Ahora se ha atrevido con la dirección en la película 'W.E.', recibida con división de opiniones en el Festival de Venecia.

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