El Rey de la 'dolce vita'
A las cuatro de la tarde del pasado 21 de enero, Diego Della Valle se plantó en los medios del Coliseo romano vestido con uno de sus trajes de Caraceni, tomó asiento junto al alcalde de la capital italiana, Gianni Alemanno, y anunció al mundo que hará todo lo que esté en su mano -y en su bolsillo- por salvar al monumental anfiteatro de los estragos de la longevidad que acechan a sus cimientos legendarios.
Dondequiera que rezuma Italia está Diego Della Valle. De un tiempo a esta parte, podría parecer obsesionado con rescatar símbolos de su país en peligro de extinción. Así ha ocurrido durante los últimos años con emblemáticos pilares como el club de fútbol del Fiorentina o el reciente mecenazgo del Teatro alla Scala de Milán. Pero las ínfulas de salvador mesiánico que destilan esas inversiones no constituyen ni la mayor ni la más relevante de sus facetas. Los 25 millones de euros que contribuirán a la restauración del Coliseo de Roma son solo el reflejo de un modo de entender la vida. En su caso, de entender la vida en Italia.
"No me explico que aún no estén en prisión todos los asesinos de la economía que se parecen a Gordon Gekko"
"Algunos políticos italianos prestarían mejor servicio a los ciudadanos quedándose en casa"
"El poder significa mantener enlaces alrededor del mundo, controlar la llave para abrirte en los mercados"
Su relación con el todopoderoso presidente de Ferrari se asemeja a la de "un viejo matrimonio"
Pocas personas podrían considerarse con más derecho que Diego Della Valle a jactarse de ser italiano, aunque últimamente no parezcan sobrar razones para sentirse orgulloso de algo así. Solo hace falta para sonrojarse contemplar la desfachatez del mandatario de la nación inmerso en un vía crucis judicial desgajado entre los casos Mediaset y Mediatrade, donde Silvio Berlusconi está acusado en ambos de fraude fiscal (y apropiación indebida en el segundo); el proceso Mills, que le imputa un delito de soborno, y el asunto Ruby, que establece cargos de prostitución de menores y abuso de poder. Precisamente la Italia que nuestro hombre representa es el reverso de esa imagen esperpéntica. Hablar con él es sentir muy cerca el verdadero poder de ese país. Un poder que abomina del chusco bunga bunga y aspira a la intelligentzia.
-¿Qué significa el poder para usted, signore Della Valle?
-Mantener enlaces alrededor del mundo. Controlar la llave para abrirte paso en los diferentes mercados. El poder siempre tiene dos caras; una de ellas conlleva problemas. Sobre todo si inviertes en emblemas como Il Corriere Della Sera o la Banca Nazionale... Son centros del poder en Italia. Mis inyecciones de capital a título personal van en dos direcciones: firmas Saks es una de ellas- y operaciones financieras que constituyen un refuerzo de la máquina de beneficios de mi grupo, el grupo Tod's.
Con el mismo swing con el que minutos antes ha rechazado cortésmente tras probarla una tentativa de café espresso perpetrada por una camarera pequinesa a media mañana, Diego Della Valle conversa con el periodista hundiendo su cuerpo menudo en un mullido sofá de los opulentos salones del hotel Grand Hyatt de la capital china. El sentido de la vida obedece para él a unas sencillas premisas que componen su afamada Regla de las tres D: "Dignidad. Deber. Diversión". Oírselo decir constituye toda una declaración de principios. "Ese lema es lo que me gustaría que mis hijos aprendiesen de mí. Un poco de dolce vita no es malo, sino todo lo contrario. Si logras buenos resultados en lo que haces, mereces un poco de divertimento".
Su porte encierra un cóctel de esencias kennedianas aderezadas con toques de Gianni Agnelli, efluvios estéticos y vitales a lo Steve McQueen y una innata vocación para el marketing. El Ralph Lauren italiano tiene 57 años vividos intensamente que le otorgan el aspecto de un futbolista retirado de los de antes. Bajito, rechoncho, con media melena plateada cortada a capas. Viste uno de sus trajes a medida del sastre milanés Caraceni, conjuntado con camisa celeste, corbata con tonos marrones de Marinella y pañuelo en la solapa de la americana. Se calza unos Tod's marrones de piel vuelta, accesorio este último que constituye el origen de su imperio. Y ha venido a China a venderlo.
La segunda potencia económica mundial es también el segundo comprador universal de productos exclusivos. Un estudio de la consultora Bain & Co. sitúa a China como el motor de crecimiento más rápido para el sector del lujo, con una estimación de aumento del 30% en las ventas en 2010 que supera los 9.200 millones de euros. Un buen lugar para proyectar el grupo de empresas de accesorios de alta gama que preside Della Valle y engloba firmas como Tod's, Hogan, Fay y Roger Vivier, con 787,5 millones de euros facturados el año pasado en todo el mundo (un 10% más que en 2009). Su emporio cotiza en el mercado de valores italiano desde 2000 y encontró un trampolín de crecimiento con la inversión en almacenes Saks Fifth Avenue, donde Della Valle aumentó en 2010 su participación convirtiéndose en principal accionista del operador de tiendas por departamentos por encima del mexicano Carlos Slim, el hombre más rico del planeta según la revista Forbes.
Della Valle manda. Y manda mucho. Arrecie lo que arrecie la Gran Recesión. "No me cabe en la cabeza que aún no estén en prisión todos los asesinos de la economía que se parecen a Gordon Gekko", afirma, rememorando al icónico tiburón de las finanzas que protagonizó por partida doble en el cine su amigo Michael Douglas y a cuyos clones en la vida real retrata ahora el oscarizado documental Inside job. "El drama económico de muchos españoles e italianos tuvo su origen en estos tipejos apretando un botón desde Wall Street después de haber soplado un buen gin-tonic".
Cuando conversamos en octubre del año pasado, Della Valle estaba a punto de subir a su jet privado Falcon 2000 y volar desde un Pekín frío y lluvioso hasta el aeropuerto de Ancona, cerca de su residencia italiana en la plácida localidad de Casette d'Ete. La noche anterior presentó en el Art District de la capital china su alianza con el Teatro alla Scala de Milán mediante un espectacular evento al que El País Semanal fue invitado junto a una troupe con predominio de medios asiáticos. El fruto de esa unión quedó plasmado en An italian dream (Un sueño italiano), un vídeo dirigido por el alemán Matthias Zentner en el que 13 bailarines de la Scala de Milán recrean bajo la coreografía de Gianluca Schiavoni el exquisito proceso de manufactura artesanal de un zapato Tod's.
-¿Tiene usted verdaderas ansias de mecenazgo o no será esto más que puro marketing?
-Necesitamos explicar lo que somos, por qué un bolso o un par de nuestros zapatos son tan especiales y cuestan lo que cuestan. Hay una parte de sueño y una parte cultural en nuestro trabajo. Y eso es también Alla Scala de Milán.
-¿Se ha planteado alguna vez producir sus exclusivas creaciones en un lugar como China, donde podría reducir costes a la mitad?
-Jamás. Es fundamental para nosotros persistir en Italia. Por dos razones: porque es nuestra casa y porque allí hacemos este trabajo mejor que en ningún otro lugar. Somos una firma exclusiva. Y así debemos permanecer.
Todo empezó con un zapato. Tras una dulce infancia en Sant'Elpidio a Mare (Ascoli Piceno, Italia central), el joven Diego, descendiente de artesanos del calzado, cursó estudios de derecho en la Universidad de Bolonia. Nunca llegó a licenciarse. Prefirió distinguirse como "il ragazzo del bar". Así le define su amigo del alma y presidente de Ferrari, el todopoderoso Luca Cordero Di Montezemolo. Pasó una temporada en Estados Unidos antes de unirse a la empresa familiar en 1975. Por aquellos años leyó un artículo en una revista de negocios que mencionaba la debilidad de Gianni Agnelli, el patrón de Fiat, por los zapatos específicamente diseñados para la conducción. Della Valle desplegó toda su astucia y conexión con Luca Cordero Di Montezemolo para hacer llegar a los pies de su mentor Agnelli un par de prototipos desarrollados en el taller de su padre.
Así nació Gommino, el emblema de la casa JP Tod's, bautizada con este nombre a finales de los setenta tras su hallazgo en un listín telefónico de Boston. El célebre mocasín ultraligero de piel cubierto con una suela de 133 esferas de goma ha marcado el paso de muchos de los hombres y mujeres más poderosos de la tierra, desde Il Avvocato Agnelli hasta el rey de España, Juan Carlos I, o la secretaria de Estado estadounidense Hillary Clinton. "Hoy estamos entre las cinco grandes firmas del sector del lujo a nivel mundial", proclama Della Valle en Pekín.
Su segunda esposa, la arquitecta Barbara Pistilli, diseñó el cuartel general de la firma en Casette d'Ete, en la región de Le Marche, donde aún permanece en un rincón la mesita de trabajo de su padre, Dorino. Diego Della Valle asegura no haber olvidado esos orígenes. Se ve a sí mismo como un artesano. Doctor honoris causa en Economía y Comercio por la Universidad de Ancona, en 1996 fue nombrado Cavaliere del Lavoro, el más alto honor en Italia para cualquier profesional. Esbozar un diccionario de pasiones ayuda a perfilar al personaje:
Amigo. Suele emplear esta palabra para referirse desde al exdirector del diario francés Le Monde (del que Della Valle también es accionista) Jean Marie Colombani hasta la mismísima Ana Patricia Botín, consejera delegada de la filial británica del Grupo Santander, a quien define como "una mujer inteligente y fuerte que ama España; necesitamos personas así, que intenten hacer lo mejor para su país". Otro asunto es su fraternidad con Luca Cordero Di Montezemolo, presidente de Ferrari, exdirigente de la patronal italiana y "Papa en la sombra" para muchos periodistas del país de la bota, o con Paolo Borgomanero, hombre de negocios e inversor. Para Della Valle, su relación con el primero se asemeja a la de "un viejo matrimonio"; junto a ambos dice formar algo así como "el Rat Pack de Sinatra".
Capri. Residencia de verano y puerto de amarre del yate Marlin, que perteneció a John Fitzgerald Kennedy. Della Valle lo compró en una subasta.
Cuero. Su magdalena de Proust. Cuando acerca a la nariz un pedazo de piel curtida y cierra los ojos, se ve a sí mismo agarrado a las faldas de su madre en la empresa familiar de Casette d'Ete. La mayor parte de las pieles que hoy manufactura proviene de Italia (un 60%), "pero también de Francia, Reino Unido y España".
Fútbol. Jugó de centrocampista. Los domingos pelotea con Filippo, su hijo menor. En 2002 inyectó 20 millones de euros en el club del Fiorentina, cuyos colores lleva en una de sus pulseras de la muñeca derecha. "Hoy habremos superado los 200 millones de inversión. Soy un tipo italiano de provincias. Allí, después de intentar hacer un buen trabajo, ¿en qué piensas? En mujeres, coches y fútbol. Y amo Florencia. Su alcalde me pidió que salvase al club de la bancarrota. Mi hermano Andrea permanece muy ligado al equipo".
Ídolos. Desde Gianni Agnelli hasta John Fitzgerald Kennedy. Desde Obama hasta Mandela. Desea parecerse a ellos. A su modo de gobernar, amar u odiar. Por momentos, uno tampoco sabe muy bien si Diego Della Valle no será una mezcla de todos ellos.
Mar. "Un barco es como mi isla privada. A veces, cuando estoy cansado, subo a mi helicóptero, aterrizo junto al atraque de Altair [su segunda embarcación; tenía una tercera que vendió, Cándida, un J Class Yacht que compitió en la Copa del América], en las inmediaciones de la costa amalfitana, ceno y a las seis y media de la mañana siguiente regreso a la oficina".
Vida. Su palabra predilecta. "A simple life". Una vida sencilla. "Huir de lo exagerado, de lo opulento, llevar una buena vida, una vida normal". Se ha convertido en su mayor aspiración. Y en su principal negocio: vender el espíritu de un café espresso bien servido en una terraza a media mañana o un suculento plato de pasta disfrutado en buena compañía.
Aunque manifiesta preocupación por la deriva de su país, asegura que prefiere ser recordado como empresario; no como político. En más de una ocasión le han preguntado, como a su amigo del alma, Luca Cordero Di Montezemolo, si no le gustaría ser el Kennedy que Italia necesita. Muchos le critican, como al resto de sus compatriotas con aptitudes políticas, no haberse atrevido a dar un paso adelante.
En marzo de 2006, durante una asamblea de Confindustria, el primer ministro Silvio Berlusconi se apoderó del turno de palabra ante los miembros de la patronal y comenzó a negar la adversidad económica de Italia. Della Valle, sentado en primera fila, no tardó mucho en menear la cabeza en un alarde de contrariedad. "¿Dónde está la crisis?", arremetió Il Cavaliere ante el gesto de Della Valle. "Me asombra que haya empresarios dispuestos a apoyar a la izquierda; eso significa que han perdido la cabeza o que se han entregado a la izquierda y a Magistratura Democrática [asociación de jueces progresistas] en busca de protección, porque esconden muchos esqueletos en el armario".
-¿Cree usted que tiene arreglo la Italia de Berlusconi, signore?
-Hace falta que la gente vuelva a guiar al país. Si no te gusta lo que él ha hecho, cámbialo en las próximas elecciones.
-Tampoco parece fácil encontrar ilusiones para votar a la oposición.
-Es verdad. Algunos políticos italianos prestarían mejor servicio a los ciudadanos quedándose en casa. Todos los días vemos espectáculos televisivos donde la gente no discute, se pelea en directo sin dar al espectador una sola idea. La política se parece cada vez más a eso.
No tiene intención de ir a la fábrica, como han hecho su padre y su abuelo, hasta el final de sus días. "En la compañía contamos con un buen guía: mi hermano Andrea. Tiene doce o quince años menos que yo, y es quien realmente cocina el presente del grupo. En unos meses espero tener más tiempo para mí". Para darse a la vida. La dolce vita.
"La mayoría del cuero que hoy manufacturamos proviene de Italia. El resto, de Francia, Reino Unido y España", explica Della Valle. Abajo, bolso de Tod's y . Un toque italiano Diego Della Valle (en la imagen, a punto de subir a su helicóptero privado) ha publicado un libro titulado 'Italian touch' ('Un toque italiano'), donde encierra en imágenes el modo de vida que pretende vender con su imperio de accesorios de lujo. Sobre estas líneas, imagen de la manufactura artesanal de un zapato Tod's y . Pasiones Diego Della Valle, con su hijo menor, Filippo, en las gradas del estadio de fútbol del Fiorentina, del que es propietario. Bajo estas líneas, imagen de su despacho y Della Valle junto a dos bailarines del Teatro alla Scala de Milán, institución con la que acordó un mecenazgo.
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