El salto a la libertad
No cesa la huída de bailarines cubanos y se reaviva la lucha por la sucesión de Alicia Alonso al frente del ballet cubano
El pasado 29 de octubre de 2010 el desfile inaugural del Festival Internacional de Ballet de La Habana se abría con un pomposo aparato coreográfico al estilo de cómo lo hace cada año la Ópera de París, con más de dos centenares de estudiantes y toda la plantilla del Ballet Nacional de Cuba (BNE) en escena. El desfile se cierra siempre con la aparición de Alicia Alonso, que ya apenas puede andar, y esta vez fue del brazo de dos de las actuales estrellas del conjunto. La sostenía por la derecha Elier Bourzac, el mismo que ha encabezado la deserción en la tarde del 28 de febrero en Toronto, Canadá, la misma ciudad donde Mijail Barishnikov desertó de las filas de Ballet Kirov de Leningrado tras su última actuación; entonces Misha saltó desde una ventana trasera del Centro O'Keefe escurriéndose al cerco de sus vigilantes de KGB.
Elier Bourzac dice que se fugaron por motivos artísticos, no políticos
En el palco de honor del Gran Teatro de La Habana veía la escena del desfile Raúl Castro flanqueado por Loipa Araújo y el marido de Alicia Alonso, Pedro Simón, dos personajes en la sombra pero muy importantes en la lucha por la sucesión de la nonagenaria directora al frente de las estructuras del ballet cubano. La fanfarria no hacía presagiar algo así.
Los cuatro bailarines que han desertado en Canadá junto a Elier Bourzac, de 26 años y nacido en Santiago de Cuba, son su esposa, Patricia González, de 24; el solista Jorge Villazón, de 32 años y nacido en Matanzas, además de los nuevos graduados Hugo Rodríguez y Yadil Suárez, de 20 y 22 años, respectivamente. Bourzac ha dicho, como portavoz del grupo, que sus razones son artísticas y no políticas, con lo que despertado las iras de parte del exilio cubano, donde se ha llegado a acuñar la frase "el asilo por motivos artísticos no existe". Los cuatro primeros permanecen en Toronto y toman clases regulares en las sedes del ballet local como invitados. Catherine Chang, portavoz del Ballet Nacional de Canadá, no especificó si ya estos artistas estaban sometidos a un proceso de audición y admisión "porque eso es confidencial".
Yadil Suárez, que permanece separado de los otros cuatro artistas en Montreal por decisión propia, había sido escogido recientemente en La Habana, el pasado 21 de diciembre de 2010, fecha en que se celebraba una gala por el 90º cumpleaños de Alicia Alonso (que en realidad son 92, pues la diva nació en esa fecha pero en 1917: su pasaporte fue cambiado en 1964 y así figura en las principales enciclopedias de ballet), para bailar un pas de deux junto a Viengsay Valdés, actualmente la máxima figura femenina de la agrupación cubana. Era una selección simbólica: en ese jubileo, Yadil, reputado como un buen partenaire y con una buena presencia física, representaba el futuro, la nueva generación masculina del ballet cubano y así era publicitado. Apenas 60 días después de cantarle el cumpleaños feliz a su jefa máxima, desertaba en Canadá; una jefa que probablemente nunca le ha visto bailar, porque en realidad Alicia Alonso está prácticamente ciega desde hace 30 años, a lo que se suman sus agravados problemas de motricidad por el Parkinson que padece en grado muy avanzado y una lesión de la cadera derecha que se niega a operar y que le impide andar. En todos los mentideros internacionales del ballet se preguntan desde hace años cómo puede seguir al frente del BNE una persona en sus condiciones a pesar de su tesón, y se atribuye parte de la decepción de las nuevas generaciones a esta situación anquilosada y sin salida.
Son la coincidencia trágica de los últimos achaques de la mítica bailarina cubana y los últimos avatares de una diáspora, la cubana, consensuada como la más importante de la historia universal del ballet además de la rusa, que comenzó en 1966 con la huída en París de 10 bailarines, entre ellos Lorenzo Monreal, padre del único nieto de Alicia Alonso y entonces una de las principales figuras masculinas del BNC, que actuaban en la Ópera de París; toda esa defección sucedía a menos de cuatro años de que lo hiciera Rudolf Nureyev también en un aeropuerto de la capital francesa. Desde entonces, los bailarines cubanos no han dejado de salir de Cuba por todos los medios posibles, saltando por las ventanas de los hoteles, imitando el cuerpo durmiente con tres almohadas, llenando de ladrillos una maleta para que pareciera llena de ropa de ballet o simplemente corriendo hacia la libertad en cualquier ciudad del mundo: como en las películas; algunos más traumaticamente que otros pero con una lectura única: escapar de las presiones internas de Alonso y su cúpula, del asfixiante ballet oficial criollo y de la angustiosa realidad política y social cubanas.
"Algún día se contará, se escribirá la verdadera historia del ballet cubano con el sufrimiento a que el sistema sometió a sus artistas durante décadas. Eso se ha silenciado con la complicidad de mucha gente de dentro y de fuera de Cuba", comenta sin ambages Pedro Pablo Peña, fundador y director del Cuban Classical Ballet of Miami, y que también ha declarado anteayer a la televisión en el Condado de Dade estar dispuesto a acoger a todos los bailarines cubanos que decidan hacer lo mismo: "Ya lo hemos hecho y lo seguiremos haciendo", ha dicho telefónicamente a este periódico desde la sede de su compañía en el Teatro Manuel Artime de Miami: "Es una época dura, pero los artistas cubanos siempre nos hemos ayudado unos a otros. Es un deber cívico que a veces choca con la burocracia y los trámites oficiales, que son duros y lentos y no siempre comprensivos con la urgencia y las particularidades de la vida y carrera de un bailarín. Los rusos siempre lo tuvieron más fácil". Peña, que fue bailarín del BNE en su juventud y coreógrafo titular del Teatro Musical de La Habana, huyó de Cuba con lo puesto en los días del éxodo del Puerto del Mariel en 1980. Ahora dirige además de su compañía, el Festival Internacional de Ballet de Miami, que este año 2011 llega a su 16ª edición y que compite con el de La Habana en algo más que la cercanía geográfica: potenciar el amor al ballet clásico.
Su razonamiento es claro: "Poco a poco, los mejores se fueron marchando de Cuba en busca de libertad y de oportunidades artísticas. La lista es enorme. En nuestro festival han bailado año tras año todos los que se han ido, como las hermanas Lorna y Lorena Feijóo, dos de las más grandes e indiscutibles artistas hispanas y mundiales de los últimos años".
La vida de las hermanas Feijóo da para una bellísima y emocionante película o para un sabroso ballet de argumento. Lorna, primera bailarina en Boston y Lorena, estrella mimada de la Ópera de San Francisco y que también ha hecho cine con Andy García. En Miami volvieron a bailar juntas en Giselle. Son grandes estrellas internacionales y Cuba las ignora.
Es así que la sucesión de Alicia Alonso como directora del Ballet Nacional de Cuba planea espectralmente detrás de cada deserción o escapada de algún artista. Todavía se recuerda la crisis que comenzó en 1992 con la petición de asilo político en Roma de la primera figura masculina del BNC y partenaire de la propia Alonso durante casi 20 años, Jorge Esquivel. A eso se unió la huída discreta de seis artistas solistas en Madrid, París, Lyón, México y Canadá y la destitución fulminante de Alonso como directora artística del Gran Teatro de La Habana por los escándalos económicos y personales en los que se implicó a Pedro Simón, su marido y director del Museo de la Danza de La Habana.
Los primeros en abandonar el BNC en Madrid fueron Fernando Garcés y Marisela Alonso, a los que le siguieron en París Pompeyo Pino Pich (muy cercano a Alonso y jefe de prensa y relaciones públicas del BNC), la regidora jefa del conjunto Silvia Marina y su marido, el bailarín Emilio Manzano. Dos días antes el prometedor solista Ismael Lorenzo desapareció del hotel en Lyón donde el ballet cubano abría la bienal de la danza dedicada a España y Latinoamérica.
Casi al mismo tiempo, algunos implicados en aquel escándalo habanero de tráfico de artilugios electrónicos y divisas y donde desaparecieron de las arcas del teatro más de un cuarto de millón de dólares, aparecieron instalados en Madrid bajo el paraguas de la Cátedra de Ballet Alicia Alonso fundada por Gustavo Villapalos cuando era rector de la Universidad Complutense y donde Alonso devengaba un alto sueldo mensual en carácter de asesora (300.000 pesetas de entonces); se habló de que Alonso comenzaba así un discreto y camuflado exilio dorado, pero la historia tomó un giro diferente. Luego la cátedra tuvo que cambiar de universidad, y el chorreo de discretos exilios dorados continúa hasta hoy, con que, según los propios artistas del ballet, se frenan en parte las deserciones airadas y se acogen a esa fórmula consensuada. Actualmente en Madrid viven más de 25 miembros del BNE repartidos por academias y compañías; las últimas en llegar, cuatro bailarinas del Ballet de Camagüey que luchan por regularizar su situación como cualquier emigrante.
Una maestra de ballet cubano residente en Atlanta lleva desde fines de los años sesenta del siglo pasado una ajada libreta (que en realidad son ya dos cuadernos) donde la lista de artistas cubanos de la danza huidos pasa de 180 y no deja de crecer (si le suman otros profesionales del sector como coreógrafos, diseñadores o técnicos, pasa de 300). Allí ha anotado la fecha de deserción, el primer destino y lo que ha podido saber desde su retiro de cada uno, unas anotaciones que comenzaron cuando no existían ni Internet ni facebook ni twitter. Su hijo está todavía en Cuba y no está ya relacionado con el ballet pero las sombras alargadas son las mismas. No quiere dar su nombre y sigue teniendo miedo pero pone su libreta a nuestra disposición.
El caso de Rosario Suárez, la más famosa bailarina cubana después de Alonso, con un aura de verdadera estrella, ganadora de premios internacionales muy prestigiosos en Moscú, Varna y Tokio y adorada por el público cubano, ha sido de los más dolorosos y trágicos. Tras pedir asilo político en Madrid en septiembre de 1994, éste le fue denegado por las durísimas presiones diplomáticas y de los servicios secretos cubanos, que la hostigaron sin tregua. Suárez apenas consiguió un escuálido permiso de residencia que no le permitía trabajar establemente y no pudo acceder siquiera a un puesto de maestra en un conservatorio madrileño, lo que la obligó junto a su hija pequeña a volver a emigrar, esta vez a Norteamérica, donde por fin obtuvo reconocimiento profesional y ciudadano.
En la víspera del cumpleaños de Alicia Alonso, el 20 de diciembre de 2007, cruzó la frontera de Canadá en el maletero de un coche el joven Taras Domitro Suárez (hoy estrella en ascenso en el Ballet de la Ópera de San Francisco). Su progenitora, la maestra de ballet Magali Suárez, cual madre coraje, había ido a recogerle desde Miami. Otros dos primeros bailarines cubanos que huyeron en esa ocasión fueron Miguel Ángel Blanco (actualmente en el Joffrey Ballet de Chicago) y Hayna Gutiérrez (hoy en el Alberta Ballet de Canadá).
Hay varios casos de heroicos "espaldas mojadas" entre los bailarines cubanos que desertaron en México y que ante la poca cooperación de las autoridades mexicanas, que en ocasiones llegaron a devolver cubanos a la isla, se arriesgaron a cruzar la frontera clandestinamente. En caso más sonado: el primer bailarín Rolando Sarabia, el mejor, cargado de laureles y trofeos, comparado como un nuevo Barishnikov joven, que en agosto de 2005 pide asilo político en Miami tras la peripecia de un largo viaje por autopistas desde Arizona a La Florida. Entonces ya en Miami Sarabia dijo: "Al artista no se le pueden cortar las alas. El artista es un ser libre. No me fui de Cuba en busca de dinero, sino porque me cerraron las puertas en el BNC y llega un momento en que das el gran salto o terminas en la nada". Su hermano, Daniel Sarabia, había desertado un año antes en 2004 por la misma vía mexicana y se reunieron finalmente en el Ballet de Boston. El pasado mes de septiembre Rolando, actualmente en el Cuban Classical Ballet, volvió a bailar en Miami con Xiomara Reyes, la única cubana que ha llegado a primera bailarina del American Ballet Theatre después de Alonso y que está fuera de Cuba desde los 18 años, tras desarrollar una sólida carrera europea como estrella del Ballet de Amberes. Reyes es una excepción a regañadientes del régimen de Castro: se la permitió volver a bailar en La Habana con la delegación norteamericana al festival de noviembre de 2010 tras las presiones de la compañía neoyorkina y la diplomacia de Washington a la organización den evento, que en un principio desestimó la presencia de la cubana como representante estelar de un ballet extranjero en La Habana. El último "espalda mojada" del ballet cubano es el joven de 20 años Christopher Rodríguez, que cruzó la frontera mexicana con 18 y ya actuó con el Cuban Classical Ballet of Miami como el Torero España en las representaciones de Don Quijote de mayo del año pasado en Miami Beach. El mundillo de la danza y los periódicos en La Florida asegura que está sobrado de talento y llegará lejos.
Todos los bailarines cubanos que han dejado Cuba y quieren mantener un contacto con sus familias o la propiedad de una casa en Cuba deben pegan unos altísimos cánones al propio BNC y a la UNEAC (Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba) que rondan entre el 25 y 30 % de sus salarios en el extranjero. No se trata de impuestos regulares, sino de un canon casi punitivo para poder mantener su pasaporte en regla, poder viajar a Cuba a ver a sus parientes y no ver confiscados una casa o un coche, que es lo máximo que poseen en la isla. Los que orbitan en el extranjero, especialmente en España alrededor de la cátedra madrileña y de otras misiones especiales de la propia Alonso, lo tiene más fácil: no sólo no han perdido su puesto en Cuba sino que se les cobra menos de ese canon irregular que ya en su momento fue cuestionado por las propias autoridades cubanas cuando Marcia Leyseca era viceministra de cultura de Cuba, que inició una investigación que el propio Fidel Castro abortó y que costó el puesto a Leyseca: Alicia Alonso es incuestionable, fue la conclusión de aquella tormenta mediática y política. Ni a Jorge Esquivel ni a Rosario Suárez, entre otros artistas, se los permitió volver a Cuba durante muchos años. Algunos casos de falsos escapados terminaron por trabajar de nuevo en el extranjero para Alicia y para el ballet cubano, lo que resulta desmoralizador; en España hay varios de ellos. Tiende a olvidarse que solamente entre 1992 y 1994, 83 artistas de ballet cubano desertaron con casos muy pintorescos. Las hermanas Ivette y Lisette Regueiro salieron del hotel en Madrid y llegaron a Suiza al otro día; esa misma tarde Jorge Orozco fue "a la esquina un momento". Hasta hoy. El coreógrafo más importante de la historia del ballet cubano, y cuñado de Alicia, Alberto Alonso, en exactas fechas pide asilo político en Nueva York junto a su mujer la bailarina Sonia Calero, asqueado por los escándalos dentro del ballet cubano. El 12 de octubre de 1993, 16 artistas de un grupo de danzas españolas del Gran Teatro de La Habana abandona a sus jefes en Madrid. Sólo nueve vuelan de regreso a La Habana y la administración del teatro habanero les concede "un permiso especial sin sueldo" para evitar la figura de la deserción masiva.
A mediados de 2010 otros tres primeros bailarines (los mejores de su promoción) del Ballet Nacional de Cuba dejaban la compañía y se marchaban al extranjero instalándose en Madrid con un contrato en el Ballet de la Comunidad de Madrid que dirige Víctor Ullate: Yolanda Correa, para muchos la más importante artista femenina surgida de las filas cubanas en los últimos 15 años, su pareja Joel Carreño y Dayron Vera resistieron poco en Madrid. Correa y Carreño están actualmente en Oslo como figuras centrales del Real Ballet de Noruega y Vera es primer bailarín del Corella Ballet de Castilla-León. Todos ellos han desaparecido de las reseñas y las webs del ballet oficial cubano, han dejado de existir incluso para los hagiógrafos locales de Alonso, eludiendo citarles en las reseñas históricas del ballet cubano. Es el mismo cruel destino que antes han experimentado desde los 10 artistas de París de 1966 a Jorge Esquivel y Rosario Suárez y lo más parecido en el mundo contemporáneo a la práctica estalinista de borrar de las fotografías a los defenestrados, otro elemento más que parangona sin exageraciones la diáspora de los bailarines cubanos con la rusa de otros tiempos. Pero la diáspora rusa terminó, y sin embargo la dolorosa historia de los bailarines cubanos sigue ahí con la complicidad de muchos políticos, periodistas y medios especializados occidentales a los que les puede más la devoción memorial por la diva criolla y por un fantasma de revolución que desde hace medio siglo es una dictadura de la que, si se puede, hay que escapar como sea.
El Ballet Nacional de Cuba emprende estos días una gira por México que empieza en Cancum y continúa por siete ciudades del sur del país. En junio, todo el elenco hará otra intensa gira por California que comprende como principales plazas San Francisco y Los Ángeles dentro de un programa de divulgación de la danza en forma de temporada patrocinado por la millonaria y mecenas de origen judío Glorya Kauffman, y en el que participará también la compañía española de Ángel Corella. La maestra de Atlanta tiene el cuaderno abierto y el lápiz afilado: "Habrá sorpresas", afirma. Por su parte, Pedro Pablo Peña acelera las obras del nuevo Miami Hispanic Cultural Art Center, que será sede definitiva del ballet y del nuevo Archivo del Ballet Cubano en el Exilio, ubicado en una preciosa construcción monumental del siglo XIX, una mansión de estilo colonial georgiano que albergará también una galería de arte y un museo memorial. Junto a ella, se construyen las nuevas aulas de ballet: "Espero que todo esté listo para el otoño de este año al tiempo de nuestro festival y de poder recibir a los nuevos artistas, si es que vienen a los Estados Unidos. The White House of Ballet, que así se llama el centro, es el resultado de 30 años de trabajo del ballet cubano, de los artistas cubanos que dieron el salto hacia la libertad", concluye.
La lucha por la corona
Cada vez que la vida interna del BNC se agita por las deserciones, vuelve la "rumorología de zapatillas" a tomar cartas en el asunto y el principal argumento de citación es: "¿Por fin ha llegado la hora del relevo? ¿Quién sucederá a Alicia Alonso en el puesto de la dirección del BNC?". De los desertores no se vuelve a hablar, pero del futuro jefe debe hablarse siempre por lo bajo y a hurtadillas. Ley de silencio.
Hay dos claros bandos enfrentados. Uno que pude calificarse continuista y que está apoyado por el Partido Comunista que quiere mantener las cosas como están y que ven en la exbailarina y maestra Loipa Araujo la mano de hierro, en lo político y en lo profesional, para ocupar la silla de Alonso. Araujo, miembro del partido y beneficiada por la Cátedra madrileña con un puesto fijo, pasa gran parte del año entre Madrid y otros compromisos en compañías internacionales. Recientemente ha obtenido también un visado para entrar en los Estados Unidos.
Por otro lado, un sector de renovadores, a los que se suma el actual ministro de cultura del régimen castrista, Abel Prieto, es partidario de una renovación profunda de la institución y ve en el bailarín habanero Carlos Acosta el candidato ideal. De hecho, el Ministerio de Cultura cubano ha tenido serios y prolongados contactos con el artista, que reside entre La Habana y el Reino Unido (donde es primera figura del Royal Ballet de Londres y pareja escénica habitual de Tamara Rojo). Acosta es el caso más notorio del emigrante tolerado y representa a la vez muchas cosas que encajarían perfectamente a un lavado integral de imagen: mulato, de origen muy humilde, reconocido internacionalmente, buen bailarín, se reconoce también como ferviente revolucionario y amigo de los Castro aunque en sus memorias no deja muy bien parada a Alicia Alonso, a la que prácticamente tacha de racista (el calificativo no es nuevo). Se cuenta que una vez le dijo la Directora a Carlos Acosta: "Dedícate a otras cosas, un negro no vale para príncipe". En el libro autobiográfico de Acosta esta anécdota está suavizada, pero sustancialmente dice lo mismo. Y es muy probable que el insulto lo lanzara a la búsqueda de un mundo mejor.
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