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Reportaje:

La forja de una memoria

Escritores e hispanistas restauran la lápida que guarda en Reino Unido el recuerdo del novelista Arturo Barea

Jesús Ruiz Mantilla

Para los británicos, la memoria no es etérea. Es tan sólida como las piedras. Cuando Arturo Barea murió en 1957 allá por Eaton Hastings, a las afueras de Faringdon, sus cenizas se esparcieron por el jardín de la casa. Pero un amigo, Oliver Renier, que le conoció en los años de la BBC, mientras el escritor en el exilio se hizo famoso por sus crónicas, decidió plantar una lápida en el cementerio.

Estuvo durante años perdida y rodeada de matojos. Pero cuando las letras y las fechas estaban a punto de desvanecerse en un nuevo olvido, William Chislett, otro admirador del autor de La forja de un rebelde, la encontró cerca de la iglesia de All Saints. Decidió restaurarla, pidió presupuesto y consultó a varios admiradores: 23 euros por barba y la lápida luce ahora impecable en el mismo lugar. "Encontrar la lápida ha sido mi obsesión durante dos años", dice Chislett. "Lo comenté con Antonio Muñoz Molina y decidimos hacer un gesto cívico para honrar su memoria". Luego se unieron más. Escritores como Muñoz Molina, Javier Marías, Charles Powell, Elvira Lindo; historiadores como Santos Juliá, Paul Preston, Gabriel Jackson, periodistas, editores... No fue difícil.

"Es quien mejor ha retratado los años de la guerra", dice Santos Juliá

Barea conoció la cara amable del exilio. Desembarcó en Inglaterra a partir de 1938, junto a su gran amor, la austriaca de origen judío Ilsa Kulcsar, que tradujo su obra. Al llegar, Lord Faringdon, un aristócrata comprometido con la República, le acogió por sus dominios. Barea conoció el éxito inmediato cuando fue publicando su trilogía entre 1941 y 1946, aunque en España fue despreciado hasta que pudo aparecer esa memoria crucial del Madrid de la guerra y sus antecedentes en 1978. "Es el autor que mejor ha retratado esos años", comenta Santos Juliá.

Pese a que su reconocimiento en España tardó en llegar, los implicados en este homenaje no han querido contar con las autoridades: "Hemos querido romper con el hábito de quejarse y no actuar", dice Muñoz Molina. El autor de La noche de los tiempos ha confesado que le utilizó en parte como inspiración para crear al protagonista de su última novela. "Me seducía esa segunda vía suya. Su vida activa y feliz en el exilio, su faceta de colaborador en la BBC".

No sólo triunfó en Europa. Cuando La forja de un rebelde apareció por primera vez en español lo hizo en Argentina, en 1951. Pese a los tiempos felices, llevaba a sus espaldas el drama de un continente. Por eso Oliver Renier quiso plantar esa lápida en el mismo sitio donde descansan los restos de Ilsa y donde ayer tuvo lugar un homenaje. "Hice construir una lápida", escribió Renier, "porque no podía encontrar palabras para expresar mis sentimientos hacia ellos. Su destino fue simbólico entre las gigantescas pérdidas que sufrió su generación: el drama de España, el de los judíos, el de la social democracia en Alemania, Italia, toda Europa...".

Lápida en memoria de Arturo Barea en Eaton Hastings.
Lápida en memoria de Arturo Barea en Eaton Hastings.NATALIA BENJAMIN

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.
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