Quizá no salga nunca
Quizá el hábito no haga al monje, pero es evidente que el escaparate hace al maniquí. Un maniquí es lo que parece el chico que vemos al otro lado del cristal. Observen su postura, sus proporciones, su vestimenta Sabemos que es un joven de carne y hueso por lo que decía el pie de foto y porque parece el responsable del vuelo de los pantalones vaqueros, también extrañamente detenidos en el aire. ¿No deberían haber salido movidos, desenfocados, borrosos? Pues no, ya ven, se aprecian sus costuras, sus etiquetas, su color El movimiento está representado por quienes esperan, alborozados, la caída de las prendas que se llevarán a casa sin pagar. Quizá, piensa uno, no caigan nunca, quizá el chaval no salga jamás del interior del escaparate.
El escaparate es, por definición, "el otro lado". Si se pudieran calcular las horas que el que suscribe ha pasado con la cara pegada al cristal de un escaparate, el resultado nos asombraría. De haber empleado ese tiempo en estudiar, podría ser notario. Los escaparates de las pastelerías, de las jugueterías, de las librerías Los escaparates de las tiendas de confección, donde reinaban mujeres indiferentes, de mirada perdida. Los escaparates de las tiendas del sexo, de las ferreterías, de los ordenadores portátiles. Los de los grandes almacenes, los de las tiendas de ultramarinos, los de las agencias de viajes. Los escaparates pertenecían a una dimensión paralela a la realidad. Jamás se nos ocurrió que se pudiera entrar en ellos sin deve-nir en un maniquí. Es lo que le ha ocurrido al chico de la foto.
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