La voz indómita
Inmóvil en medio del escenario, la serena figura del pianista Melón como única compañía. Así arrancaba anoche Concha Buika para presentar Niña de fuego, su tercer álbum: dispuesta a demostrar que es una de las gargantas más torrenciales del momento.
Cinco años atrás cantaba para turistas en los tugurios de su isla, pero ayer el estreno de la mallorquino-guineana logró convertirse en el acontecimiento de más ringorrango en la Gran Vía. La platea era la de las grandes ocasiones. Bebo Valdés, el gran maestro de la música cubana, pasó encorvado e inadvertido ante unos fotógrafos que reventaban los disparadores con Almodóvar, Lluís Homar, Rossy de Palma, Loles León, Fernando Tejero o el diseñador Modesto Lomba.
BUIKA
Concha Buika (voz), Iván "Melón"Lewis (piano), Carlos Sarduy (trompeta, congas), Daniel Noel (bajo), Horacio "El Negro" Hernández (batería), Ramón Porrina (cajón). Teatro Lope de Vega. Madrid, 19 de mayo. Casi lleno (1.300 espectadores).
"Estoy tan nerviosa que hoy sólo puedo cantar", anunció antes de atacar Culpa mía, una de sus canciones más arrebatadas, escrita por Javier Limón. Meciéndose con un contorneo sutil e insinuante, casi tribal, Concha fue entrando en calor. Le dedicó una bulería a su madre ("se apuntó a la universidad y acaba de sacar un 9 en Filosofía") y presumió de ser una mujer luchadora.
Puede objetarse que las producciones de Limón siempre suenan a Limón, como si en vez de un estudio aquello fuera una cadena de montaje, pero la voz indómita de Buika sortea ese peligro. A veces una Nina Simone gitana, otras una Rocío Jurado del nuevo siglo (escuchen Volverás), con el espíritu de Chavela Vargas gravitando a menudo sobre las tablas, Concha tiene ya poco de niña, pero es fuego puro. Pura combustión.
Babelia
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