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Reportaje:

El niño que vivía en Paul Klee

Una exposición revela la vertiente más 'naïve' y menos vista de la obra del artista

Paul Klee (1879-1940) se cuenta, sin duda, entre los artistas más individualistas de la historia del arte. Hijo de un profesor de música alemán y de una cantante, Klee empieza a pintar desde los primeros años de su infancia. Precoz y brillante dibujante, tiene en los animales, en las máquinas y en la familia sus primeros motivos de inspiración. Luego, ya de adulto, continúa trabajando incansable con esos mismos elementos. Y es precisamente en la pervivencia de una mirada infantil en la obra del maestro Klee en lo que incide la exposición titulada La infancia en la edad adulta, que desde hoy se puede ver en el Centro Atlántico de Arte Moderno de Las Palmas de Gran Canaria. Lo hace a través de 56 obras realizadas sobre diferentes soportes (dibujos, acuarelas, marionetas) y materiales. Una producción procedente del Zentrum Paul Klee (Suiza) y del Museo de Arte Moderno de San Francisco, obras estas últimas propiedad de Carl Djerassi, uno de los principales coleccionistas de obra de Klee. Esta aportación es la que hace de la muestra una oportunidad única de admirar trabajos pocas veces expuestos en Europa.

El historiador y crítico británico Mark Gisbourne ha dividido la exposición en cuatro salas. Cada una de ellas está flanqueada por grandes fotografías del artista. Retratos de un Klee con mirada profundamente atormentada. Solo, rodeado de sus padres o con su único hijo, Félix. En las paredes se reproducen también textos escritos por el artista en los que rememora momentos de su infancia. El contenido se centra en sus primeros dibujos, en el descubrimiento de la línea, en la importancia del mundo animal y familiar y en el peso de la fantasía y el teatro en toda su obra.

"Mi abuela, la señora Frick", escribe Klee, "me enseñó desde muy pequeño a dibujar con lápices de colores. Como papel higiénico, usaban para mí, una clase de papel marcadamente suave llamado papel de seda. Unos malos espíritus que dibujaba yo tomaban inesperadamente realidad. Busqué protección con mi madre y me quejé de que los diablitos se asomaban por la ventana". El recuerdo de Klee da paso a dibujos minúsculos realizados sobre papel de seda en los que se contemplan emocionantes escenas de la familia en la mesa, dos niños posando en fila o una dama sentada ante una botella.

Gisbourne explica que ha querido ofrecer una visión contemporánea del artista, que analiza, desde la filosofía y la psicología evolutiva, lo que pervive del niño en el artista adulto. "En todos nosotros permanecen vestigios de nuestra infancia. Los recuerdos de la niñez son parte inevitable del entramado de nuestra vida cotidiana. Klee, más que ningún otro, adoptó las características de la expresión infantil en toda su obra de adulto".

La sala dedicada a las mascotas aproxima también los animales con los que convivió en su domicilio, con los que después contemplaría en su vida adulta. La sala dedicada al amor y la pasión que Klee sintió por el teatro y por la fantasía en general arranca con un texto en el que hace un llamamiento a las hadas, personajes capaces de despertar su más exuberante imaginación y de hacerle crear mundos únicos e irrepetibles. El comisario de la muestra indica que Paul Klee fue un artista que entendió, quizá mucho más que cualquier otro, la profundidad del pozo emocional y de los residuos creativos procedentes de las experiencias de la infancia. Siguiendo el famoso aforismo de Nietzsche, Klee comprendió totalmente que es ésa "la etapa más inteligente del arte de la pintura que sólo unos pocos entienden".

El comisario concluye insistiendo en que no hay cronología en la exposición, sino un recuerdo de los muchos caminos abiertos por Klee. "Sus obras tocan muchos de los aspectos más importantes de la transición del arte moderno en los primeros cuatro decenios del siglo XX. Cada periodo de su vida, los primeros años en Suiza, los años en Múnich, que le llevaron al grupo Der Blaue Reiter (El Jinete Azul) (1911), el tiempo de la Bauhaus (1920- 1931) y la intensidad del florecimiento tardío de sus dibujos infantiles. He querido mostrar que es un profeta de lo que sabemos, pero también de lo que olvidamos con frecuencia".

<i>Dos hombres se encuentran y cada uno presupone del otro que es de mayor rango.</i>
Dos hombres se encuentran y cada uno presupone del otro que es de mayor rango.
A la izquierda, <i>León hombre, </i>y a la derecha, <i>Jinetes, </i>de Paul Klee.
A la izquierda, León hombre, y a la derecha, Jinetes, de Paul Klee.

La pasión de Carl Djerassi

Carl Djerassi es el mayor coleccionista privado de obras de Klee. Nacido en Viena en 1938, es conocido por sus descubrimientos científicos. Él elaboró la primera síntesis de un esteroide oral contraceptivo, la famosa píldora. Su vida es un equilibrio entre la investigación científica y la puramente cultural. Ha escrito relatos breves, poesía, novelas obras de teatro y unas memorias tituladas El hombre de la píldora. Ayer por la tarde representó en Las Palmas su performance Cuatro judíos en el parnaso, un debate sobre el futuro del arte. "¿Por qué empecé a coleccionar obras de Klee? Porque es el mejor", responde sin plantearse la menor duda. "Me interesan Picasso y Giacometti, por citar algunos, pero Klee es el más intelectual de los artistas que conozco. Su obra es polifónica. Ha influido en todo el arte del siglo pasado, y lo seguirá haciendo mientras el arte exista. Es una inspiración permanente para la música, el teatro y, por supuesto, la pintura", añade. No sabe exactamente cuántas obras tiene (más de cincuenta), ni si seguirá comprando. Sólo sabe que seguirá dedicado a difundir la obra de Klee y a ayudar a los artistas a través de la fundación que ha creado en California para que los creadores disfruten de un espacio único en el que dar vida a sus obras.

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