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Crítica:TEATRO | 'Hamlet'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Cerveza y espuma

Javier Vallejo

En este Hamlet, el escenario muerde varias filas de butacas, y las luces de platea no se apagan ni un instante. Lluís Pasqual lo ha montado conforme los británicos suelen, con un par de diferencias: ellos no meten tijera, y sus actores jóvenes están más hechos porque tienen más oportunidades.

La puesta en escena de Pasqual gira en torno a Eduard Fernández, un príncipe de Dinamarca neurasténico y proteico, que habla con sordina. El actor saca una energía enorme de su cuerpo menudo, desmadeja al protagonista, lo abufona; lo hace laxo, escurridizo, peligroso. Sería un gran Ricardo III. Lo importante es que, en ese estilo, da sentido a cuanto dice, hace llegar cada giro del texto con nitidez, lo desliza en el oído del espectador como el rey Claudio desliza el veneno en el oído de su hermano. Fernández usa recursos cómicos que le hemos visto a Dick van Dyke o a Jerry Lewis. Se le aceptan. Hiperactúa, pero está sujeto. Camina por el filo de la navaja sin herirse.

Hamlet

De Shakespeare. Con Eduard Fernández, Jesús Castejón, Helio Pedregal, Marisa Paredes, Rebeca Valls, Francesc Orella... Luz: Wolfgang von Zoubek. Vestuario: Isidre Prunés, César Olivar. Escenografía: Paco Azorín. Versión y dirección: Lluís Pasqual. Producción del Teatro Arriaga. Teatro Español Madrid. Del 2 al 24 de junio.

Hamlet es un título exprimido: no es fácil sacarle savia nueva. Pasqual no lo consigue, o no lo intenta. Su montaje, ágil, directo, sin cuarta pared, volcado asimétricamente sobre la platea por el escenógrafo Paco Azorín, podría estar más dicho a público, como El jardín de los cerezos que puso en escena en el Lliure.

Él mismo ha hecho esta versión recortada: corre muy bien. Se ve que contrastó muchas, y supo escoger. Las actualizaciones que ha introducido no estorban ni añaden. La interpretación dista de ser homogénea. Jesús Castejón hace de Polonio el prototipo del cortesano huero. Tiene gracia. Están también especialmente bien Francesc Orella (el capocómico) y Lander Iglesias, un sepulturero con txapela, acento vasco y oído para entonar aires populares. El duelo a espada entre Fernández e Iván Hermes es brillante.

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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