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Reportaje:

Ni las iglesias se libran de la revuelta

Un templo de Romans-sur-Isère, en el sureste francés, queda prácticamente destruido por una bomba incendiaria

Miquel Noguer

Romans-sur-Isère, una pequeña ciudad de 33.000 habitantes del sureste francés, fue en la noche del lunes el escenario de lo que las autoridades francesas se temían desde el pasado fin de semana, cuando varios artefactos incendiarios impactaron contra la mezquita de Carpentras (Provenza) y el principal templo de culto musulmán de Lyón. La pequeña iglesia de Saint-Curé d'Ars, situada en la periferia de Romans, quedó prácticamente destruida por los efectos de una bomba incendiaria. Las autoridades no pudieron hacer más que condenar el acto y llamar a la calma de la población.

La frágil cubierta prefabricada de la iglesia puso las cosas fáciles a los agresores. Fue a través de un agujero del tejado como el artefacto incendiario alcanzó el interior del templo. Si el exterior quedó prácticamente indemne, poco podrá salvarse de la nave principal. Ni los bancos de madera, ni el altar ni las imágenes de algunos santos volverán a ser los mismos. "Esto es cosa de enfermos mentales", se lamentaba el alcalde de la población, el socialista Henri Bertholet.

"Esto es cosa de enfermos mentales", se lamenta el alcalde de la ciudad
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Lo que más sorprende al máximo responsable del municipio es que los incidentes han llegado a Romans cuando la oleada de violencia desaforada que ha barrido Francia parece tocar fin. "En las últimas semanas no hemos tenido que lamentar más que un par de coches quemados y algún contenedor incendiado; no nos esperábamos una reacción así". Por este motivo, tanto el alcalde como el delegado del Gobierno en la Drôme insistieron en calificar como "aislado" el incidente.

Pero el hecho de que se trate de la primera iglesia que queda seriamente dañada en Francia por los últimos actos violentos motivó ayer un alud de condenas, comenzando por la que efectuó el presidente de la República, Jacques Chirac, que antes también había condenado los ataques a las mezquitas. Hoy mismo, el Ayuntamiento de Romans-sur-Isère ha convocado una concentración de rechazo a la violencia justo enfrente de la iglesia incendiada. Tanto el párroco local como los responsables de las dos mezquitas del barrio, la magrebí y la turca, repitieron sendas llamadas a la calma. "No queremos una guerra de religiones", afirmaron en una radio local.

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Y es que la población no está por nuevos sustos. Antaño reconocida internacionalmente como la capital del calzado de lujo, Romans-sur-Isère sufre una severa crisis económica desde que las diferentes marcas que elaboraban sus zapatos aquí comenzaron a cerrar plantas y a eliminar puestos de trabajo. "En poco más de una década hemos perdido un millar de puestos de trabajo", explica el alcalde.

La última en marcharse fue la firma Stéphane Kélian, que el pasado verano sumó 143 personas más a la ya nutrida bolsa de parados de la oficina de empleo local. Y es que en esta idílica población, situada a orillas del río Isère y al pie de los Alpes franceses, la tasa de paro dobla la media nacional: un 20%, según informan fuentes municipales.

Como suele ocurrir, los barrios más populares de la ciudad han sido los más tocados por la crisis, entre ellos el de la Monnaie, donde se encuentra situada la iglesia calcinada por el ataque.

Un 40% de paro y unas viviendas cada vez más degradadas le valieron hace pocos años el triste mérito de encabezar el listado de barrios más pobres de la región que elaboró el diario Le Monde. "No es que sea muy grande, pero nos cuesta mucho trabajar allí", admite Bertholet.

Los proyectos municipales y regionales que ya están en marcha prevén lavar la cara a este barrio "sensible" en poco más de cinco años. En este plazo, buena parte de los edificios más degradados, que no son pocos, deberían desaparecer para dejar paso a inmuebles de tamaño humano.

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Sobre la firma

Miquel Noguer
Es director de la edición Cataluña de EL PAÍS, donde ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona, ha trabajado en la redacción de Barcelona en Sociedad y Política, posición desde la que ha cubierto buena parte de los acontecimientos del proceso soberanista.

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