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Reportaje:

¿Habrá marcha atrás en Irán?

La victoria de un 'ultra' desata el temor de numerosos iraníes a perder más libertades; otros creen que no habrá cambios

Ángeles Espinosa

El periodista Omid Memarian ha abandonado el país, el abogado Fereydon Nubahar está convencido de que es el principio del fin del régimen y el estudiante de Filosofía Mehdi Ranaí celebra el inicio de una nueva era. Las reacciones a la elección de Mahmud Ahmadineyad como presidente de Irán han sido tan diversas como el país. Pero, a pesar de las acusaciones de fascismo que se le atribuyeron durante la campaña, no ha cundido el pánico. Incluso a quienes les inquietan sus posturas conservadoras en asuntos sociales y culturales han optado por una actitud de esperar y ver.

"Es muy pronto para decidir", asegura Mahtab, una diseñadora de joyas que admite que sólo votó en la segunda vuelta. Aunque no revela el nombre de su candidato, ese hecho y su forma de vestir la sitúan en las antípodas del votante de Ahmadineyad. "Resulta controvertido", reconoce, "pero tanto yo como mis amigos estamos convencidos de que hubo una operación de propaganda contra él". "Ahora estamos oyendo lo que ha hecho como alcalde y como gobernador y, de momento, contenemos la respiración; no puedo predecir nada; tal vez sea bueno para los jóvenes", expresa más como deseo que como convicción.

"Contenemos la respiración; tal vez sea bueno para los jóvenes", dice una iraní
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En la recta final de las elecciones, la psicosis llegó a ser tal que los móviles se llenaron de mensajes alarmantes. Uno advertía de que Ahmadineyad había establecido ascensores separados para hombres y mujeres tras su llegada al Ayuntamiento de Teherán. Otro anunciaba que, si ganaba, tenía un plan para que hombres y mujeres salieran a la calle en días alternos. Los propósitos eran ridículos por lo exagerados, pero lograron que cundiera el temor a la segregación de sexos. Precedido por semejante reputación, el tono comedido y tranquilizador de sus primeras palabras ha descolocado a muchos.

"La libertad es el don más preciado de Dios al ser humano", respondió el nuevo presidente cuando se le preguntó por los temores a que recorte las libertades logradas en los últimos años. "La democracia islámica requiere la participación de todo el pueblo", dijo antes de tender la mano "a todas las élites y a todos los iraníes".

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"No sé qué va a pasar", confiesa Saghar Azimi, una joven fotógrafa entusiasta del presidente saliente. "Jatamí ha dado libertad a los jóvenes y ha impulsado la democracia, ahora existe el riesgo de que Ahmadineyad dé marcha atrás, pero resulta imprevisible", admite. "Hay que esperar a que forme Gobierno", concluye expectante.

A Fereydon Nubahar no le hace falta esperar. Este abogado de 58 años, que no ha vuelto a votar desde que dijo no en el referéndum sobre la República Islámica, está convencido de que la situación "sólo puede empeorar". Nunca albergó esperanza alguna en un régimen que se funda en la religión. "Para el islam, los seres humanos no tienen derechos, sólo obligaciones", responde cuando se le pregunta por el futuro de las libertades individuales. Aun así se declara optimista. "Éste es el último estertor del sistema antes de su colapso", asegura convencido, "habrá cambios positivos, aunque van a costarnos caros".

"No creo en esa teoría de que al concentrar todo el poder en sus manos los conservadores van a pagar por sus errores y va a ser su final", contesta Memarian. Este joven periodista, encarcelado el pasado octubre por su defensa de la democracia y los derechos humanos, teme lo peor, y en víspera de la elección decidió salir de Irán. "Tengo miedo", confió antes de subir al autobús que le llevó a Turquía, "los 55 días que estuve preso fueron horribles; físicamente se aguanta, pero psicológicamente me ha afectado". "La sociedad civil es muy débil y no hemos sido capaces de persuadir a la gente del riesgo de fascismo que se avecina", lamentaba.

Sin embargo, la documentalista Narges Bajoghli, que se reconoce sorprendida por el tono de moderación del nuevo presidente, ha llegado a la conclusión de que "no va a haber muchos cambios". En su opinión, los conservadores "quieren mantener el poder y eso no es posible si aumentan las restricciones". "La sociedad actual", asegura, "es distinta a la del periodo revolucionario, la gente está más educada y los jóvenes no van a aceptar vueltas atrás".

Pero existen dudas sobre la capacidad de reacción de la sociedad en caso de medidas que coarten sus incipientes libertades. Para una buena parte de la población, agobiada con salir a flote día a día, esas cuestiones resultan irrelevantes. El movimiento reformista, que lideraba esa defensa, se encuentra debilitado tras las sucesivas derrotas sufridas ante el Poder Judicial (cierre de periódicos, detenciones, etcétera), en el Parlamento y finalmente en las elecciones presidenciales. El efecto Irak tampoco es despreciable. El caos y la sangría que sufren sus vecinos han convencido a la mayoría de que ante esa alternativa es preferible confiar en que el nuevo líder haga funcionar mejor su sistema.

Tal es la certeza de Ranaí, un universitario partidario de Ahmadineyad. "Lo ha probado en sus dos años al frente del Ayuntamiento", manifiesta. Ranaí, que es miembro de la milicia basiyí, niega que esos voluntarios vayan a salir a la calle a imponer una estricta moral islámica como en los primeros años de la revolución. "La situación ha cambiado. No creo que un intelectual como Ahmadineyad caiga en esos errores; han sido infundios para restarle votos", defiende.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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