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La 'Gioconda' estrena sala en el Louvre

La Gioconda, de Leonardo da Vinci, ha estrenado un nuevo emplazamiento en el Museo del Louvre. Tras un cristal antibalas, en el centro de un gran tabique, la discreta Gioconda, pintada sobre una tabla de 77x55 centímetros, tiene enfrente la obra de mayor tamaño de entre todas las que almacena el museo parisino, Las bodas de Caná, según Veronés, de una altura próxima a los siete metros y una anchura que roza los 10 metros.

La operación de transformación de la llamada Sala de los Estados -casi cinco millones de euros- ha sido sufragada en su práctica totalidad por la sociedad japonesa Nippon Television Network (NTV), la misma que patrocinó la restauración de la Capilla Sixtina en el Vaticano. No sólo el sistema de seguridad es nuevo -la fijación al tabique, los detectores que evitan que nadie pueda acercarse más de la cuenta...-, sino también la gran vidriera que deja entrar, correspondientemente filtrada, luz cenital, los sistemas de control de temperatura y humedad, así como el de aire acondicionado. En compañía de la Gioconda se encuentran, amén del ya citado Veronés, otras 52 pinturas de dicha escuela veneciana, es decir, obras de Giorgione, Tiziano, Lotto, Bassano, Tintoretto, Dossi, Bordon o Savoldo, entre otros, todos ellos contemporáneos de Leonardo.

El traslado de la dama de la sonrisa misteriosa ha permitido que durante unos pocos días los expertos hayan podido analizar el cuadro con todo detalle para comprobar que la antigua grieta de 11 centímetros no ha progresado, que la madera no sigue abombándose, que la pérdida de brillo de la pintura no aumentará si se mantienen las condiciones ideales de luz, temperatura y humedad, y que la adherencia de la pintura a la base de madera sigue siendo buena, aunque el barniz superficial tiende a amarillear. En otoño de este año, la editorial Gallimard publicará un volumen que expondrá detalladamente las conclusiones del análisis científico realizado a la obra.

El estucado marrón claro de las paredes, así como las soluciones adoptadas respecto a la luz, no han logrado unanimidad de opiniones. Si sobre el color y la materia elegida por el arquitecto peruano Lorenzo Piqueras la controversia es admisible, más inquietante es que tanto esfuerzo y dinero no haya servido para resolver los tradicionales problemas de reflejos y brillos.

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