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Reportaje:

Solo en casa

Casi tres millones de españoles viven solos, el doble que hace diez años. Solteros, divorciados y personas mayores protagonizan, por opción u obligación, esta aventura que se vive a diario en uno de cada cinco hogares del país.

Luz Sánchez-Mellado

Sagrario López va a hacer obra en casa. Hace sólo dos años que la han realojado en este flamante piso de protección oficial, pero, a sus 85 años, Yayo tiene que "pensar en el futuro". Va a quitar la media bañera del servicio y a colocar en su lugar un plato de ducha que le permita asearse sin jugarse el tipo. De momento, cada vez que se mete en la tina, Sagrario cuelga su medalla del toallero, por si acaso.

No es de oro, ni de ninguna Virgen milagrosa. Es el avisador de la teleasistencia. "Así, si me caigo, lo puedo agarrar y pedir socorro. Es lo único que me da miedo, que me pase algo y nadie se entere hasta que me encuentren muerta, que no sería la primera ni la última, hija mía". Yayo lo cuenta como si tal cosa, mientras hilvana unas cortinas nuevas para su alcoba. Está contenta de tener visita y charla por los codos: "Con los vecinos no paso del buenos días. Me llevo bien, pero no me gusta meterme en su vida ni que se metan en la mía. Cada uno en su casa y Dios en la de todos".

Viuda desde hace 15 años, sin hijos y sin familia en la ciudad, Sagrario es una de los 2.876.572 españoles que viven solos, según el análisis del censo de 2001 recientemente publicado por el Instituto Nacional de Estadística. Casi el doble que en 1991 (1.581.307). Al menos una de cada cinco casas del país está ocupada, como la de Yayo, por un solo habitante, lo que convierte los hogares unipersonales en los más numerosos de España, por detrás de los de parejas con dos hijos (17,7%), un hijo (17,2%) y los de madres solas con hijos a cargo (6,6%). Las casas con seis o más personas, sin embargo, han bajado a la mitad.

El retrato robot de los hogares españoles y sus habitantes se ha vuelto del revés en sólo una década. Más casas -el parque de viviendas ha crecido un 20%- ocupadas por menos gente -la población, sólo un 5%- cada vez más diversa. Porque Sagrario personifica el troquel mayoritario de los que viven solos: una persona mayor de 65 años (47%), mujer (el 76% de ellos) y viuda. Pero el panorama es mucho más variado. Como los invitados a la fiesta de Juan.

Hace unas semanas, Juan Agut improvisó un encuentro de íntimos desconocidos en su apartamento. Vinilos de jazz, mucho humo y más cerveza. Los convocados: algunos habituales de la barra del bar donde Agut, subinspector de trabajo de 50 años, separado y con dos hijas adolescentes, recala algunas noches antes de meterse solo en casa. El guateque fue un éxito. "Ya sabes, te ves a menudo, te saludas, hablas, y acabas teniendo cierto aprecio y amistad con gente que no conoces de nada. Esa noche charlamos, oímos música, nos reímos. Fue divertido", dice el anfitrión.

La escena parece sacada de 'Cheers', la mítica serie norteamericana de los últimos ochenta en la que una panda de solitarios de ambos sexos intimaba en torno al mostrador de una taberna urbana. Buena parte de su éxito radicaba en el atractivo de unos personajes insólitos en la más convencional sociedad española de la época. Hoy, ésa es la parroquia de bares como el Garimba, el local que frecuenta Agut, sin salir del muy madrileño y popular barrio de Prosperidad. El perfil de los invitados de Juan: solteros y solteras (1,2 millones, un 50% más que en 1991) y separados y divorciados (más hombres: 167.000, que mujeres: 105.000, el triple que en 1991), completa la foto fija de los que viven solos en España. Pero la realidad se mueve.

Detrás de ese casi millón y medio de personas mayores, ese otro millón largo de solteros y solteras y ese cuarto de millón de separados y separadas hay personas y maneras de vivir muy diferentes. Por edad, por orientación sexual, por nivel social, económico y cultural; por entorno rural o urbano. Puede que vivan solos por opción o por obligación. Transitoria o definitivamente. Ésa es la novedad. El abanico.

Frases hechas como "casarse para toda la vida", o "quedarse para vestir santos" son obsoletas en la práctica. El estado civil ha abandonado su vocación vitalicia y se ha convertido en una situación abierta y sucesiva. Uno puede ser soltero unos años, vivir en pareja, casarse, tener hijos, separarse, volver a emparejarse sin convivir o independizarse de los hijos si ellos no se deciden. Hace tiempo que la publicidad usa el argumento en sus reclamos. Nada es para siempre, viene a decir uno de los más sonados: "Redecora tu vida" (Ikea).

El origen de este vuelco social materializado entre el censo de 1991 y el de 2001 es, sobre todo, un asunto de mujeres, según sostiene el profesor Lluís Flaquer, sociólogo de la Universidad Autónoma de Barcelona. "Es un proceso de individualización que se da desde hace décadas en las sociedades avanzadas y cuya causa primigenia es la incorporación de las mujeres al mundo laboral y, paralelamente, el desarrollo económico. En la época preindividualista hacían falta dos personas para sostener un hogar. Una, procuradora de medios, y otra, de cuidados. Con el ingreso de las mujeres en el mercado de trabajo, ellas pueden decidir vivir solas, con o sin pareja, divorciarse y, con el aumento de la esperanza de vida y de las condiciones de salud y autonomía, seguir viviendo solas en su vejez o a la muerte del cónyuge".

Ellas han sido pues, según Flaquer, las artífices de una tendencia a la que se han sumado los varones y que no es tan espectacular ni tan simple como parece. "Se han duplicado los hogares unipersonales, pero aún estamos a la cola de Europa, lejos de países como Suecia, donde los que viven solos son un tercio de la población". Y es que, según Flaquer, "no ha habido reflexión política sobre ese proceso de individualización. La Administración se ha inhibido de constatarlo y apoyarlo, o se ha dedicado a poner parches, y ha dejado a su suerte a los que han optado por ejercerlo. Quienes viven solos son los que están pagando los costes de su decisión".

Manuel Lechón se siente como una oveja fuera del redil y no es, en absoluto, por su declarada orientación homosexual. "Vivir solo está penado económicamente. Es una especie de artículo de lujo. El hecho de que, por ejemplo, alquilar un piso no desgrave me parece un insulto, porque es una forma del Estado para conducirte al sistema, a que te compres una casa y tenerte hipotecado 30 años. Incluso en el fondo del matrimonio homosexual, que es un derecho inconculcable, está esa presión para que vivas en pareja, estabilizado, estabulado, aunque sea en el rebaño rosa".

El apartamento de Manu, en el corazón de la ciudad, ocupa las entrañas de lo que debió de ser en su día un palacio con caballerizas incluidas. Los antiguos salones, patios y corredores han dado lugar a sucesivas escaleras y pasillos que comunican un tortuoso racimo de estudios como el suyo, con salón, dormitorio, cocina y baño en 30 metros clavados. El alquiler, que no llega a los 400 euros, es "un chollo", según Lechón, que ha tardado seis años en darle a su hogar el exacto aspecto entre leonera de intelectual del siglo XIX y víctima de la tecnología del XXI que luce ahora.

La casa de Macarena Díaz, en comparación, es un prodigio de minimalismo. "Es tan pequeña que la tengo ordenada a la fuerza". Macarena Díaz tiene 25 años y es, en la jerga de sociólogos y expertos en mercadotecnia, una joven independiente porque tiene menos de 30 años, se ha emancipado de sus padres y tiene salario propio. Pero no lo es tanto. El alquiler -600 euros- de su minúsculo estudio en un barrio de moda se lleva más de la mitad de su sueldo como odontóloga auxiliar, por lo que sus padres inyectan refuerzos en su cuenta desde Cartagena. El coche, un Peugeot 206 nuevo, fue su regalo de fin de carrera.

Lo que no pueden los padres de Macarena es hacerle la comida. "Están poco en casa. No quieren cocinar, por lo que optan por soluciones ya preparadas. No les gusta hacer la compra y suelen ir a la misma tienda, casi siempre un supermercado. Están dispuestos a pagar por la calidad, gastan más de lo que se proponen. Les gusta mimarse (prototipo de hedonistas)". La cita corresponde al epígrafe 'Jóvenes y adultos independientes' del Estudio de los hogares de 1 y 2 personas 2003, un documento confidencial elaborado por la firma de estudios de mercado TNS Sofres. Sin conocerla, han retratado a Macarena.

Díaz se alimenta de sándwiches, pechugas de pollo a la plancha y ensaladas de abrir y servir; prefiere gastar un euro más en su suavizante preferido y se confiesa compradora compulsiva de ropa y cosméticos. Gasta más de lo que ingresa, ya se ha visto. Pero su sueldo no le da, aún, para viajes exóticos, caprichos caros, restaurantes de lujo, muebles de diseño o estar al día con el último gadget tecnológico. Equipamiento básico del nuevo single o impar, términos con los que sociólogos y mercaderes, de nuevo, han bautizado a los no casados -solteros o divorciados- sin responsabilidades familiares, profesionales, urbanos, con alto poder adquisitivo y toda la intención de ejercerlo en su cuidado y disfrute personal. A Macarena le sobra intención, pero le falta, por ahora, poder.

La jefa de la oposición del Ayuntamiento de Madrid desayuna en la cama. Sola. Trinidad Jiménez, concejal y secretaria de Relaciones Internacionales de la Ejecutiva del PSOE, se despierta en torno a las siete, y las dos horas siguientes, antes de lanzarse "a la vorágine" del trabajo hasta las diez o las doce de la noche, son suyas. Exclusivamente. "Me lo tomo con mucha calma. Me preparo un gran café con leche, fruta y tostadas con aceite, y desayuno escuchando la radio, tomando tierra. Luego me ducho y me arreglo, sin prisas, y salgo con mi vida personal muy colocada. Necesito ese tiempo y ese espacio para mí, porque luego todo es puro vértigo".

Divorciada desde hace más de una década, Jiménez, de 42 años, no ha vuelto a convivir con nadie. Hace dos años que se mudó a este amplio y luminoso piso de dos dormitorios en el distrito de negocios de Madrid. La hipoteca "hasta los 65 años" que firmó entonces con su nómina de empleada del PSOE da idea de su precio de mercado. Sobre el papel, Trini es una single de manual. De esos que, según un estudio de la revista Especial Directivos, "viajan un 39% más que la media, gastan un 29% más en tecnología, funden más de 500 euros mensuales con su tarjeta y acumulan el 53% del gasto con dinero de plástico".

"No tenemos cargas familiares, no tenemos que repartir y te permites cierto hedonismo", admite la edil Jiménez. "Es verdad que el hombre y la mujer solos pueden compensar sus carencias afectivas con otro tipo de placeres. Te das determinados caprichos y lujos; por ejemplo, irte a un spa un fin de semana a relajarte, que, si vivieras en un ámbito familiar, no te plantearías por falta de tiempo o de recursos. Yo, los caprichos, me los doy viajando".

"Si tengo un mal día, me compro una pila de DVD", corrobora Manuel Lechón. Periodista free-lance, Manu está acostumbrado a "épocas de vacas gordas y flacas". Y sigue una peculiar política de consumo y ahorro. "Cuando tengo dinero, gasto y acumulo: libros, música, cine; cuando no tengo tanto, vivo al día y tiro de reservas. Tengo libros para el resto de mi vida", ríe.

Manuel y sus irregulares ingresos, Macarena y su sueldo de principiante, Juan Agut y su nómina de funcionario y Sagrario López y su pensión de viuda de un guardia civil de la República son ejemplos reales y realistas de la masa de impares españoles. Los solteros gastadores y los 'seniors' sibaritas de los informes mercadotécnicos existen, pero serían sólo, según José Luis Nueno, profesor de la escuela de negocios de la Universidad de Navarra, la punta del iceberg.

En su libro La naturaleza del gasto (AECOC), Nueno pone, con datos, las cosas en su sitio. "Los adultos independientes, las familias monoparentales y los jubilados gastan un 32% menos que la media española, pero su gasto individual es doble, porque tienen que hacer frente, con un solo sueldo, a los costes fijos de vivienda, suministros y alimentación, que se llevan por sí solos el 60% de sus ingresos".

Que se lo digan a Juan Agut. Los 588 euros de alquiler "más 60 de calefacción" de su apartamento de separado se comen buena parte de su sueldo de funcionario. La pensión de alimentos de sus dos hijas lo deja tiritando. "Antes, con mi salario y el de mi mujer, vivíamos bien; ahora tengo que mirar el precio de la leche", confiesa.

El apartamento de Juan, la leonera de Manuel, el estudio de Macarena, el elegante piso de Trinidad son "productos inmobiliarios de última generación", según José Luis Marcos, consejero delegado de la consultora Roan. El aumento del número de personas que viven solas ha llevado pareja una reconversión del parque de viviendas y un aumento del volumen de negocio inmobiliario. "Llevo 22 años en esto y nunca se habían vendido tantos pisos, tan pequeños. Ahora, una vivienda de 90 metros útiles, que antes era el prototipo de protección oficial, es un gran piso, difícil de vender según dónde. En varias promociones hemos tenido que desdoblar los pisos de tres dormitorios en dos de uno, y se han vendido en un pis pas", dice Marcos.

Para este profesional, lo que el sociólogo Flaquer llama "proceso de individualización" de la sociedad española es, hablando en plata, miel sobre hojuelas. "Antes se compraba una casa para toda la vida. Ahora, en una vida, se puede pasar por muchas. De cada pareja que se separa, al menos uno de los miembros se convierte en nuevo demandante de vivienda. Cuando no son los dos, como en esas segundas parejas que deciden mantener cada uno su casa y convivir sólo los fines de semana".

En 2002, el año en que se separó Juan Agut, se produjeron casi 85.000 divorcios y separaciones en España. Montserrat Solsona, economista y demógrafa de la Universidad Autónoma de Barcelona, realiza, con otros colegas, un estudio sobre El divorcio en España desde 1981. Según sus análisis, "los hombres tienden a volver a emparejarse más y más rápidamente que las mujeres tras el divorcio, e incluso a crear nuevas familias, con nuevos hijos, con sus segundas parejas, más jóvenes que ellos".

Las mujeres, sin embargo, cuentan con dos factores en su contra a la hora de "recolocarse en el mercado matrimonial: la edad y los hijos". En 2001 se volvieron a casar 140 hombres de cada 1.000 divorciados de entre 30 y 34 años, frente a sólo 10 de cada 1.000 mujeres. Pese a haberse divorciado joven y no tener hijos, Trinidad Jiménez es una de esas mujeres que permanecen solas en casa. Todo lo más, ha experimentado la convivencia de fin de semana y vacaciones de la que hablaba Marcos. No siempre ha sido fácil para ella.

"No digo que sea una opción cómoda. Yo también me he sentido sola. Al viajar tanto, cuando te asientas ves que no has generado una pandilla fija de amigos, y sí, ha habido una época en la que me agobiaba no tener con quién salir un sábado. Ahora no. También he optado por ir sola a los actos oficiales. Antes llamaba a algún amigo, pero casi lo pasaba peor al tener que explicar quién era. No tengo ni prisa ni acepto presiones para encontrar a la pareja que quiero. Tengo amigas aparentemente felices con sus parejas que me envidian, porque no hay peor soledad que la de tener que meterte en la cama con un hombre que ni siquiera quieres que te roce los pies".

Macarena Díaz también es la envidia de sus amigos. Es un ave rara. Con 25 años, la mayoría de sus contemporáneos vive con sus padres. Pero ella se pone plazos. Se da hasta los 30 para estabilizarse profesional y económicamente. Entonces se planteará su futuro sentimental. "Aunque ahora la disfrute, no me gusta la soledad. No quiero precipitarme, pero mi idea es vivir en pareja". Por la terraza de su estudio contempla a veces a su vecino de enfrente. "Es un señor de unos 60 años que vive solo, como yo. No me gustaría acabar así".

Macarena y su vecino no pasan del "buenos días", "buenas tardes", como Sagrario López y los suyos. Yayo no exagera con sus precauciones con la medalla de la teleasistencia. En 2004, en Madrid murió un anciano en soledad cada cuatro días. A sus 85 años, Sagrario es una mujer afortunada. Aparte de algún "dolorcillo", se mantiene activa y con buena salud. No es lo habitual. "A partir de los 75-80 años aumenta espectacularmente la tasa de enfermedades incapacitantes. La dependencia es el peaje por el aumento de la esperanza de vida", sostiene María Ángeles Durán, socióloga del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Durán admite la emergencia de la figura del senior en buena forma y saneado poder adquisitivo, pero tiene otras prioridades: "Me interesa ese sector, pero me preocupa el de la mayoría", explica.

"Las personas mayores viven más y desean conservar su independencia. El desafío para la Administración es facilitar que puedan vivir solos todo el tiempo posible, porque no hay pensión capaz de soportar el coste de una ayuda domiciliaria privada". La pensión media era de 605 euros en 2002. Y la de viudedad, de 370. Súmese el IPC y se obtendrá la de 2005. Una residencia privada para un mayor dependiente no baja de los 2.000 euros, y la lista de espera en las públicas las hace inaccesibles para la mayoría. Las cuentas no salen.

Hay quien ya lo ha visto claro. Tres de cada cuatro ancianos que viven solos son propietarios de sus casas. "Viven sobre un montón de dinero, pero no pueden pagar una residencia cuando ya no son capaces de vivir solos", explica José Luis Marcos, factótum de la inmobiliaria Roan. Marcos, en asociación con la cadena de residencias Ballesol y la firma Wintertour, es el artífice de Trianza. Una idea que propone a los mayores tasar su casa, venderla a precio de mercado y suscribir con ese capital una póliza de prima única y un seguro de vida con cuyo rendimiento, sumado a la pensión, pagarse una plaza en una residencia. Al fallecimiento, la familia del anciano recibe el capital. "No somos una ONG. Nosotros ganamos la comisión de la venta del piso; Ballesol, un cliente, y Wintertour, una prima única y un seguro de vida. Pero quien más gana es quien pasa esos últimos años de su vida atendido y con su capital intacto", concluye Marcos.

Sagrario no puede planteárselo. Su casa no es suya. Es un piso de protección oficial propiedad del Instituto de la Vivienda de Madrid por el que paga 28 euros de alquiler y 22 de comunidad al mes. No se queja. Es su ilusión de cada día. La ducha nueva. Un tapete para el orejero. El otro día se subió a un autobús, se plantó "en una tienda de muebles muy grande, muy lejos", y compró una tela "muy hermosa" para las cortinas de su cuarto. Sagrario también redecora su vida.

Trinidad Jiménez
Trinidad JiménezJESÚS UBERA

Macarena Díaz, 25 años, soltera, odontóloga

"Soy la envidia de mis amigos, pero esto no es jauja: a veces me agobio"

"Vivo sin padres desde los 17. Primero compartí piso, y desde hace un año vivo sola. Me encanta estar con gente, y al principio lo pasé mal, pero ahora estoy a gusto. Me levanto cuando quiero, limpio cuando quiero, como cuando quiero. Mis amigos viven con sus padres y me envidian, pero esto no es jauja. Te comes mucho el coco. Si no fuera por el móvil, me volvería loca. Si me agobio, me tiro a la calle: una vez cogí el coche y me hice 500 kilómetros hasta mi casa, en Murcia. Tengo un amigo fijo, pero mejor cada uno en su casa. No quiero precipitarme, pero en un futuro me gustaría vivir en pareja. Mi vecino es un señor mayor que vive solo. Me da miedo acabar así".

Manuel Lechón, 38 años, soltero, director del festival de cortos de Benicàssim

"Te miran con un punto de conmiseración: 'Si está solo, por algo será"

"Siempre he vivido solo, con gran disgusto de mi madre. Antes de conocer mi opción sexual, quería que me buscara novia, y ahora, con el matrimonio gay, está loca porque me case con un buen chico. No la culpo. En este país, si dices que vives solo, te miran con un puntito de conmiseración: algo te pasa, o eres un friki o estás escaldado. No se concibe que sea una opción personal. Se penaliza hasta fiscalmente, ¿por qué no desgrava alquilar? Para conducirte al rebaño de la hipoteca y los dos sueldos. Para vivir solo, hace falta mucha autoestima. Hay gente que busca pareja sólo por la compañía. No hay imagen más triste que una pareja en un restaurante sin hablar. Eso sí, viene bien tener invitados, porque te vuelves un poco maniático. Yo lo hago como terapia: puedes hacerte demasiado conservador de tu forma de vida y negarte a compartir. Ésta es mi casa, mi espacio, puede parecer una leonera, pero es exactamente lo que quiero.

Trinidad Jiménez, 42 años, divorciada, política

"Vivo sola porque creo en la pareja y no me conformo con sucedáneos"

"Me gusta casar. Como concejal, tengo oportunidad de oficiar ceremonias civiles y me encanta ver a esas parejas enamoradas. Yo estoy sola porque creo profundamente en la pareja y en el amor, y no me conformo con sucedáneos. Desde mi matrimonio no he vuelto a convivir. He tenido relaciones largas, pero cada uno en su casa. No siempre he pensado así y a veces me ha pesado la soledad. Esto me lo ha dado la madurez. No me cierro a vivir en pareja, pero creo que no dejaría mi casa. Me gusta mantener mi cama, mi armario. No quiero renunciar a mi autonomía, independencia y libertad, y, aunque sería capaz de dejarlo todo por amor, el hombre que me quiera me tendrá que aceptar así".

Sagrario López Atienza, 85 años, viuda y sin hijos, ama de casa

"Como no hablo con nadie, cuando cojo a alguien por banda, lo tumbo"

"Vivo sola desde que murió Pedro, mi marido, hace 15 años. No me quejo. Podría vivir con mi hermana o mis sobrinos, pero prefiero tener mi independencia y no dar que hacer. Aunque tengo dolorcillos, salgo mucho, andando o en bus. Los domingos voy a misa con mi cuñada y, luego, si nos apetece salado, tomamos una ración de bacalao y una caña, y si se nos antoja dulce, chocolate con churros. Donde no voy es a centros de la tercera edad: están llenos de viejos. Lo único que me da miedo es morirme sola y sin ayuda, por eso pedí el cacharrillo de la teleasistencia. Soy mayor, pero coqueta. Voy a la peluquería todas las semanas: lavar y marcar, ocho euros. Para comer, me guiso unas lentejas o un cocido y congelo lo que sobra. La tele me distrae, me gusta Pasapalabra. ¿Sabe lo que son los senojiles? Pues unos ojales que se hacían en las medias. Perdone, es que como no hablo con nadie, cuando cojo a alguien, lo tumbo.

Juan Agut, 50 años, separado con dos hijas, funcionario

"Al poco de separarme tuve un bajón; ahora estoy bien, no renuncio a nada"

"Es la primera vez que vivo solo. Llevo dos años separado y he pasado por varios estados de ánimo. Empiezas esperanzado, con una especie de estrés creativo por iniciar una nueva vida. Aunque tengas menos dinero y que empezar de cero en muchas cosas. Luego, tuve un bajón, pero ahora estoy bien, tranquilo, no renuncio a ninguna posibilidad. Me gusta la soledad, pero no estar solo. Sería terrible no tener a quien llamar, pero afortunadamente no es así. Tengo amigos, amigas y una buena relación con mi ex. No quise irme lejos de mis hijas, para que vengan cuando quieran: de hecho, tienen las llaves. Alquilé un apartamento vacío para crearme mi espacio. Ahora me siento en casa.

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Sobre la firma

Luz Sánchez-Mellado
Luz Sánchez-Mellado, reportera, entrevistadora y columnista, es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y publica en EL PAÍS desde estudiante. Autora de ‘Ciudadano Cortés’ y ‘Estereotipas’ (Plaza y Janés), centra su interés en la trastienda de las tendencias sociales, culturales y políticas y el acercamiento a sus protagonistas.

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