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Reportaje:

El chino más rico

Cuarenta años, padres casi analfabetos, aficiones tan sencillas como tomar el té y jugar a las cartas. Jack Ma se ha convertido oficialmente en el chino más rico del mundo. Con su empresa de comercio electrónico (Alibaba) se embolsa 100.000 dólares diarios de beneficio neto.

En un centro comercial a las afueras de Santa Bárbara (California), el supermercado K-Mart recibe a los clientes con gran profusión de banderas rojas y productos rojos. No se trata de un homenaje a la bandera comunista; es el color de los enamorados para la fiesta de San Valentín, pero da lo mismo. Los ositos de peluche color rojo, los calzoncillos boxer con estampado de corazones para regalar, incluso las tarjetas de felicitación, muestran una única procedencia: made in China. En el supermercado de al lado, el autoservicio descuento Costco, una televisión con pantalla gigante está en oferta especial a 229 dólares, y es posible llevarse a casa un DVD por 99. Las marcas son la holandesa Philips y la japonesa Sony, pero Holanda y Japón tienen poco que ver: los dos son made in China. Si van a hacer la compra a Wal-Mart, el rey de las grandes superficies estadounidenses, los precios tirados tienen una sola explicación: el 80% de los productos procede de China.

A 9.960 kilómetros de distancia de Santa Bárbara vive Ma Yun, también llamado Jack Ma. El arrollador avance de los productos chinos entre los consumidores occidentales tiene sobre él un efecto particular. Sentado delante de su ordenador en Hanghzou, ciudad costera cercana a Shanghai, Ma Yun se está embolsando 100.000 dólares de beneficio neto al día, domingos incluidos. En 1999, cuando inventó Alibaba.com, un sitio que hoy hace temblar a E-bay, Yahoo y Amazon, tenía 34 años: es el sitio virtual en el que siete millones de importadores de 200 países se encuentran a diario con dos millones de empresas chinas y hacen negocios con ellas por el módico peaje de 5.000 dólares al año por cabeza. En Alibaba.com, un comerciante italiano o español puede comparar y hacer que compitan entre sí todos los productores de lavavajillas made in China, o de baterías de cocina, o de vaqueros, para elegir a su preferido y realizar la compra sin necesidad de enfrentarse a costosos viajes de trabajo internacionales.

Hay incluso un flujo de empresas occidentales que transfieren producciones enteras a China a través de Alibaba. Por esta razón, con 40 años recién cumplidos, el fundador de Alibaba quizá sea el comunista más rico del mundo (Ma Yun prefiere que no le definan ni como comunista, ni como rico). Le llaman "el padre de Internet en China", y no es poco para una nación en la que el número de internautas (134 millones) está a punto de superar al de Estados Unidos. Tony Blair va a verle cuando está de visita oficial en Shanghai. La televisión estatal de Pekín, CCTV, estrenando un nuevo culto a la personalidad (de los ricos), le ha coronado como "celebridad económica del año". El Foro Económico de Davos le señala como uno de los líderes mundiales del futuro, y es el primer empresario chino al que la revista estadounidense Forbes ha dedicado su portada.

A los seis años de su creación, Alibaba tiene 2.000 empleados, con una edad media de 26 años, y sucursales en Silicon Valley, Londres, Tokio y Latinoamérica. En su accionariado han entrado los colosos de las finanzas internacionales Goldman Sachs, Fidelity y Softbank, y en el Consejo de Administración se sienta el ex director general de la Organización Mundial del Comercio (OMC) Peter Sutherland. Una revancha para este patito feo que se ha hecho de la nada, y con un currículo aún más mediocre que el del estudiante repetidor Bill Gates. En un país que idolatra el mérito escolar, Ma Yun carga con la deshonrosa mancha de tres suspensos en el examen de acceso a la universidad, con las consecuencias de tener que inclinarse por el magisterio, una Facultad de serie B.

"No recibí ayudas ni de la familia, ni del Gobierno", dice Ma Yun. "Mis padres son semianalfabetos, y mi padre se jubiló con un sueldo de 250 yuanes al mes [25 euros], como cualquier otro obrero en tiempos de Mao. Yo era un pésimo estudiante, excepto en inglés. Tenía 13 años cuando China se abrió al mundo y llegaron a Hanghzou los primeros turistas extranjeros. Iba a ofrecerme gratis como guía turístico con tal de practicar el inglés". Y mientras enseñaba idiomas en la universidad -su primer sueldo fue de 11 euros al mes-, su vida dio un vuelco. "Como en una película de Hollywood", según dice él mismo, y no exagera (Ma Yun nunca exagera). En 1995, una empresa chino-estadounidense que se había adjudicado una contrata para construir la autopista que une Hanghzou y Fujan le contrató como intérprete y le envió a una misión en Estados Unidos. Los socios chinos y estadounidenses se pelearon, y ocurrió algo inverosímil: el intérprete Ma fue secuestrado, retenido y amenazado con una pistola.

Liberado azarosamente, se quedó sin equipaje y pudo volver a China sólo después de haber ganado 600 dólares en un casino de Las Vegas. Antes de volver a casa visitó en Seattle a un amigo que le habló del nuevo fenómeno de Internet, aún desconocido en China -"me daba miedo incluso rozar el teclado del ordenador; pensaba: quién sabe cuánto cuesta, si lo rompo estoy perdido"-. Y allí tuvo Ma su iluminación: "Le dije a mi amigo que hiciera una búsqueda en Internet con la palabra 'cerveza' y encontré sólo marcas estadounidenses y alemanas. Pensé que debía usar Internet para ayudar a las empresas chinas a darse a conocer en el mundo. Dejé la universidad, invité a 25 amigos a mi casa y les anuncié que iba a crear una puntocom. Al principio, muchos me tomaron por un cuentista. Nunca he sabido nada de informática ni de negocios, pero comprendí algo antes que los demás". Alibaba, que empezó con un capital de 50.000 dólares -los ahorros personales de los 25 amigos-, tiene hoy tres sitios de comercio electrónico. En China ha desbancado a E-bay. Con un índice de crecimiento del cien por cien al año, dentro de tres será, con toda probabilidad, el número uno mundial del comercio electrónico.

Ma Yun no tiene prisa por cotizar en Bolsa. La Bolsa requiere publicidad. En el mapa del nuevo poder chino, Ma Yun, si pudiera, desearía ser invisible. "Soy un buen amigo de mi Gobierno", dice, "pero nunca he hecho negocios con ellos. Elegí como clientes a las pequeñas empresas. La fama me preocupa, y también por eso me quedo en Hanghzou, lejos del poder de Pekín. He visto a demasiada gente subir hasta el cielo y luego caer". El fundador de Alibaba mezcla el lenguaje de los negocios estadounidense y una moral confuciana. Nada de coquetear con las modelos en las discotecas de moda en Shanghai. "Tengo mujer, un hijo de 13 años, tres perros. Paso los fines de semana en casa con mis amigos jugando a las cartas y bebiendo té. No voy a los locales de karaoke porque tengo miedo de que me reconozcan".

En el siglo chino, la nación más poblada de la Tierra se convierte en una patria de superricos. Este año, según Euromoney, los 100 chinos más acaudalados han superado un patrimonio (oficial) de 30.000 millones de euros. En el vértice de la pirámide hay otros niños prodigio, algunos incluso más jóvenes que Ma Yuan. Huagn Guangyu (35 años y 1.000 millones de euros de patrimonio personal declarado) es un ex vendedor ambulante del Guangdong que ha fundado la principal cadena de tiendas de electrodomésticos, la GoMe: 40.000 empleados en 150 supermercados. Chen Tinaqiao (31 años y 900 millones de euros) es el fundador de la sociedad de juegos y loterías online Shanda. Distinto es el caso de Larry Rong Zhijian (800 millones de euros), el poderoso magnate del grupo financiero Citic, cuyo imperio se extiende desde la aviación hasta las telecomunicaciones, pasando por la construcción y las autopistas. Tiene 62 años y es hijo del ex vicepresidente de China Rong Yiren, a su vez heredero de una dinastía de empresarios textiles que en 1994 se convirtió al comunismo y cedió su patrimonio al Estado. El mero hecho de que estos nombres circulen por los periódicos y las portadas de las revistas es la prueba de lo mucho que ha cambiado China. Las clasificaciones de los multimillonarios en yuanes se han vuelto populares. Cualquier revista de gran tirada de Pekín y Shanghai tiene su lista de éxitos del dinero, que excita la curiosidad del público. Los superricos son sólo la punta del iceberg. Debajo de ellos está la realidad de un país que ya en 2001 censó a más de dos millones de capitalistas particulares.

Los estudiosos oficiales empiezan a ocuparse abiertamente, con el beneplácito del Gobierno, de un tema que era tabú: ¿cuál es la influencia política de los capitalistas?, ¿qué peso tienen los poderes fuertes en la nueva China? Bai Shazhou, que ha dirigido el centro de investigaciones de la Universidad de Estudios Políticos y Legales de China, divide el universo del neocapitalismo chino en tres categorías. En el primer lugar sitúa a los "capitalistas de poder", estrechos aliados de los vértices políticos, con los que se intercambian favores recíprocos. La alianza se ve facilitada por el hecho de que muchos familiares de políticos se han lanzado a los negocios, aprovechándose de sus guanxi (los parientes bien situados). Desde que el antiguo líder Yang Zemín abrió oficialmente a los propietarios las inscripciones en el partido comunista, el 30% de los empresarios se ha sacado el carné: es un porcentaje muy alto de adhesión al partido entre la población media (sólo el 5% de los chinos tiene carné del partido comunista). Los dividendos para esta categoría de nuevos ricos ligados a la política han llegado pronto, y de forma generosa. El 25% de los capitalistas tiene cargos públicos y el 17% ha sido elegido para el Congreso. No asombra el resultado de un reciente sondeo realizado entre los 600 empresarios privados más importantes: una enorme mayoría de consensos respecto al monopolio de poder del partido único.

Una segunda categoría es la que Bai define como "sordomudos": son aquellos como Ma Yuan, el fundador de Alibaba, y forman probablemente la mayoría. Intentan pasar inadvertidos, intentan seguir caminos que no se crucen con los de la nomenklatura política. "Es raro", dice el estudioso, "oírles criticar las políticas del Gobierno o denunciar la corrupción, aunque seguramente tendrían quejas que expresar". Ellos recuerdan el antiguo proverbio chino: "Un hombre rico teme la fama igual que el cerdo teme su propia grasa". Ma Yun sabe que la gran riqueza en la China posmaoísta es demasiado reciente, a veces tiene orígenes sospechosos, y, por tanto, le falta esa legitimidad social que tiene en EE UU.

Por último, está la tercera categoría, a la que Bai Shazhou define como los "desafiantes". Es una pequeña pero interesante minoría de capitalistas rebeldes que se atreven a poner en duda el sistema. Algunos de ellos recuerdan haber sido jóvenes y haber estado en la plaza de Tiananmen en 1989. Otros son fieles a sus orígenes proletarios; entre éstos, el más famoso es Sun Dawu, el ex agricultor que fundó una gran empresa de alimentación en la provincia de Hubei. El economista Hu Xingdou le ha definido como "la conciencia del capitalismo chino". Sun Dawu se atrevió a denunciar a los jefes del partido que le extorsionaban. Llegó incluso a dar una conferencia en la Universidad de Pekín, en marzo de 2003, en la que pidió al Gobierno que los campesinos "sean tratados como ciudadanos". Fue encarcelado, pero su determinación venció: el presidente Hu Jintao intervino para que fuera puesto en libertad.

Un fenómeno nuevo está creciendo precisamente en la región de Ma Yun, cerca de su Hanghzou, y en toda la provincia circundante de Zhejiang, que ya en tiempos de Marco Polo era la cuna del capitalismo mercantil chino. En 2002, un emprendedor local, Yu Tingshun, desafió al secretario del partido comunista en la elección a alcalde de la ciudad de Huaxi. Durante la campaña electoral desenfundó una promesa: construiría una nueva red de alcantarillado a su costa. Un triunfo. Su ejemplo fue contagioso: Yang Baowei fue elegido en la ciudad de Shangyang después de haber prometido pagar de su bolsillo los impuestos de los campesinos. Es más, en la actualidad, en Zhejiang, el 65% de los jefes de aldea son empresarios. Es un fenómeno distinto respecto a los industriales aliados-clientes de la nomenklatura. Ésta es una OPA amistosa de los capitalistas al poder político lanzada desde la periferia.

Entre las novedades del 'siglo chino' figura el ascenso al poder de esta clase capitalista. Es la otra cara del rápido aumento de las desigualdades sociales. En 1978, en la China que salía de décadas de radicalismo maoísta, el 20% de las familias más acomodadas ganaba cuatro veces más que las más pobres. Hoy, el 20% de los ricos tiene una renta 15 veces superior a la del último peldaño de la pirámide. Se está produciendo todo un terremoto en los modelos de comportamiento, en los estilos de vida, en las jerarquías sociales. Serán cada vez menos los que compartan la prudencia confuciana de Ma Yun, su vida retirada, sus partidas de cartas con los amigos. De hecho, Louis Vuitton ha visto cómo sus ventas se triplicaban en tres años; el Bentley es el coche de moda entre la élite, según los sondeos, y Cartier inaugura siete tiendas nuevas cada año.

La China de Mao prohibió los ricos; en la China de hoy está prohibido ser pobre.

© La Repubblica.

Jack Ma, el chino más rico del mundo.
Jack Ma, el chino más rico del mundo.ALIBABA

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