Naomi Klein y Avi Lewis filman las fábricas autogestionadas en Argentina
Los periodistas canadienses estrenan en Barcelona su documental 'La toma'
Al movimiento por otra globalización le ha llegado la hora de demostrar que hay alternativas y que éstas son posibles. Con este propósito, los periodistas canadienses Naomi Klein -autora de No logo, un best seller contra las marcas- y Avi Lewis vivieron más de siete meses en Argentina para retratar la experiencia de las fábricas autogestionadas por los propios obreros como consecuencia de la crisis. El resultado es La toma, un documental que el viernes pudo verse en Barcelona, por vez primera en Europa, y que aspira a convertirse en una "herramienta" para el activismo alterglobalizador. "El mensaje es que la alternativa es posible; hay que ir y hacerla", explica Klein.
Klein firma el guión y Lewis la dirección del documental, que se mueve a medio camino entre las producciones de Michael Moore y Ken Loach, en el que los obreros no sólo tienen voz propia, sino que luchan e incluso ganan. La periodista canadiense, que ha rehusado participar en el Fórum de les Cultures, prefirió exhibir el filme en unas jornadas sobre "comunicación activista y descentralizada" del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (Macba). Los inacabables aplausos de las más de 400 personas que abarrotaban la sala el viernes dejaron claro que el documental, que aún no tiene fecha para su estreno comercial, tiene muchos números para cumplir sin problemas como mínimo con su objetivo "activista".
En Argentina hay más de 15.000 obreros que trabajan en fábricas reutilizadas por ellos mismos tras la abrupta marcha de unos patronos que hoy quieren recuperarlas. La película tiene final feliz -acaba con la aprobación de las leyes que legalizaban las expropiaciones-, pero en la vida real no está tan claro: "La situación es precaria; los obreros siguen trabajando y hay nuevas ocupaciones, pero la derecha pide acabar con ellas", explica Lewis, emocionado por la acogida que tuvieron en Buenos Aires.
"Las fábricas ocupadas están desempeñando un gran papel en la recuperación económica de Argentina, pero la experiencia se silencia porque el mensaje que transmite puede dañar a los poderes económicos", agrega Klein, quien exhorta a los activistas internacionales a estar alerta: "Hay que comprar productos de las fábricas recuperadas y cuando venga la próxima represión, que va a venir, estar preparado para presionar al Gobierno de Kirchner".
Con todos los matices que se quiera, el fenómeno no es exclusivo de Argentina y Lewis cita experiencias en Colombia, Venezuela e incluso Canadá, relacionados con la deslocalización. "Cuando una compañía ha recibido centenares de millones en ayudas, ha obtenido pingües beneficios y de pronto dice 'gracias, nos vamos a otro lugar', la gente tiene el derecho moral de asumir la capacidad productiva", opina.
El documental es una loa a la acción directa -a "hacer en lugar de esperar; a tomar en vez de pedir", subraya la periodista- y carga contra el menemismo, pero también contra Kirchner, y ridiculiza los comicios que le llevaron al poder. Ello no significa, aclaran, que las elecciones no sirvan para nada. "Sólo quisimos contraponer el crecimiento de los experimentos de democracia directa con el teatro de las elecciones", explica Lewis, quien no obstante elogia los últimos comicios en España: "Fue una de las raras ocasiones en que la gente habló con voz clara y las elecciones expresaron sin ambages el sentimiento de la gente a favor de un cambio en la política exterior".
Rechazo al Fórum
Pese al esfuerzo de los organizadores del Fórum 2004 por incorporarla a sus diálogos, la periodista ha rechazado participar en el evento. "Es importante que mi presencia no perjudique a los grupos activistas que apoyo y aquí están contra el Fórum", explica. Pero esgrime también una razón personal: su rechazo a los debates patrocinados por empresas. "Parece que necesitemos a las multinacionales para juntarnos y debatir y no las necesitamos para nada", sostiene la autora de No logo, precisamente un alegato contra la influencia de las marcas. Y añade, tajante: "Debatir sobre democracia y paz rodeados de logos de multinacionales que quieren socavar la democracia y apoyan la guerra me parece terrible".
Klein y Lewis calculan que la producción ha costado un mínimo de 200.000 euros, aportados por instituciones públicas de Canadá. Pese al tirón de Klein y al gran éxito comercial de No logo, aseguran que no fue fácil lograr financiación para un proyecto de estas características. "Preferían algo así como
Estrellas de la antiglobalización o Jóvenes y sexys activistas", comentan en tono jocoso. "Los burócratas siempre tienen miedo a las críticas de la prensa de derecha al uso de los impuestos, pero nosotros estamos listos para la controversia".
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