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Reportaje:

El dadaísta Cabaret Voltaire resurge en Zúrich

El artista John Armleder, cofundador de Fluxus, se implica en el proyecto con un programa que pretende recuperar el espíritu alternativo del movimiento vanguardista y de ruptura

En el convulso 1916, poetas, pintores y músicos coincidieron en Zúrich. Gente del mundo del arte y la cultura, que a su manera y en su tiempo dijeron "no a la guerra", se reunían en una cervecería que se convirtió en el Cabaret Voltaire. Tras 88 años de olvido, resurge en su espacio original este sitio emblemático donde nació el dadaísmo y la intención Dadá, un formato de cultura libre e independiente que quiere ser recuperado a toda costa. Los planes son muy ambiciosos y sus organizadores reconocen que en el mundo globalizado de hoy resultará más que difícil articular un espíritu honestamente neodadá, que sea auténtico y alternativo, y que no quede todo en el intrascendente ajetreo mediático que hace naufragar actualmente gran parte de la intencionalidad del arte contemporáneo.

Unos 'okupas' evitaron en 2002 que en el local se construyeran apartamentos de lujo
El nuevo Voltaire nace recordando detalles de quienes pasaron por allí, desde Jung a Picabia
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El rastro fértil de dadá

Aquello está todavía en obras, pero hay una euforia por echarlo a andar, un deseo de manifestación que se respira entre antiguas pintadas en la pared, tuberías, y un ir y venir de operarios. "Era una zona de pobres, pubs miserables y muchas putas", dice Jury Steiner, historiador de arte e inspirador del nuevo proyecto, que explica con detalle cómo la cultura de la ciudad, siempre interpretada de puertas para adentro, se vio conmocionada en su tiempo por los dadaístas.

Durante cuatro meses de 1916, desde febrero al inicio del verano, el Cabaret Voltaire fue capaz de teorizar y estructar todo un pensamiento de respuesta vital que ahora se quiere recuperar. Entonces, en Zúrich pensaban que Tristán Tzara estaba loco, tanto por lo que escribía como por cómo se comportaba, pero fue este poeta precisamente quien lideró a los dadaístas en el local, donde le prometieron al dueño, un holandés de nombre Efraín, que vendería más cerveza si los acogía. Naturalmente, eso no ocurrió y Efraín los echó a la calle. Con los años, el Cabaret Voltaire fue un restaurante barato con gente de mala vida en sus grasientas mesas de tablón; en los años treinta lo decoraron como una casa de campo suiza; en los sesenta fue una discoteca de mala ralea, y en las décadas de los setenta y ochenta, un conocido bar gay con fama de guarro. Entonces una banca suiza compró el edificio para hacer apartamentos de lujo, y en 2002 fue abordado sorpresivamente por okupas que pintaron los muros con alusiones dadaístas muy mediocres, pero llenas de memoria, en una acción que atrajo la atención sobre el lugarque ahora se ha recuperado gracias a la asociación del Ayuntamiento de Zúrich y la firma de relojes Swatch.

El proyecto actual cuenta con un millón y medio de francos suizos (unos 950.000 euros), aportados por la marca de relojes, que se invertirán en los próximos cinco años para financiar las actividades culturales y comienza con una exposición de cinco comisarios internacionales que reflejarán la evolución de la idea Dadá desde 1916 hasta nuestros días. En la fachada lateral del Cabaret Voltaire se ha colocado la placa escultura que en 1966 creara Hans Arp en mármol bajo el lema Ombligo del mundo y donde dice: "En esta casa se estrenó el 5 de febrero de 1916 el Cabaret Voltaire, con el que se fundó el dadaísmo". El nuevo Cabaret Voltaire nace recordando detalles del sinnúmero de personalidades que pasaron por allí, desde Jung hasta un Francis Picabia que cayó en Zúrich preso de su dependencia al alcohol y la morfina con la intención de desengancharse. La idea ahora es que sea un eje de libertad expresiva e intelectual y se busca la participación de los visitantes.

Nick Hayek, uno de los directivos de Swatch y también coleccionista de arte dadaísta, anunció ayer en medio de la moderna rotativa del NZZ -periódico fundado en 1780 en el que Tzara imprimió en 1916 todos sus memorables manifiestos- que detrás de todo este proyecto hay un deseo "de provocar con sentido, de fusionar en el movimiento artístico contemporáneo las ideas dadaístas que hoy parecen estar más presentes que nunca y ser más necesarias". Hayek ha creado una serie limitada de relojes con gráfica dadaísta que contiene dentro de su esfera un trozo de papel original del Cabaret Voltaire. "En una subasta en París compramos aquellos trozos de papel que luego cortamos minuciosamente y colocamos a mano dentro de los relojes, cuyo importe de la venta servirá para continuar financiando estos actos de verdadera cultura", indicó.

En este proyecto participa además la prestigiosa revista de arquitectura Hochparterre y el Komitee Pro Dada Haus. El artista John Armleder, cofundador de Fluxus, se ha implicado en este proyecto con la elaboración de una obra original que pasará a formar parte de la colección permanente del Cabaret Voltaire.

Cuando recorre el local, Jury Steiner se muestra entusiasmado con la idea de producir un dadaísmo de hoy que en absoluto puede entenderse como evocador del pasado, sino "como una interesante necesidad actual que amplía el espectro dadaísta y lo justifica".

En la rotativa del NZZ hubo por la noche una performance de carácter Dadá, donde actores, bailarines y músicos improvisaron desde cadáveres exquisitos corporales hasta la acción de poner en funcionamiento una imaginaria máquina capaz de extraer y concentrar el tiempo, posiblemente una idea que hubiera divertido a los dadaístas de principio de siglo XX.

Dos carteles del antiguo Cabaret Voltaire.
Dos carteles del antiguo Cabaret Voltaire.
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