'La función del orgasmo', de Wilhelm Reich
EL PAÍS publica uno de los ensayos emblemáticos de la revolución sexual de los años sesenta
La vida y la obra de Wilhelm Reich (1897-1957) es, sin duda, uno de los ejemplos más preclaros y significativos de lo que comúnmente se llama "escritor maldito": soportó los ataques y persecuciones de prácticamente todos los poderes imaginables. Discípulo de Freud, fue rechazado por su maestro cuando publicó en 1927 su ensayo fundamental, La función del
orgasmo, texto que puede obtener mañana el lector de EL PAÍS por 2,95 euros al adquirir el diario. Sus dos libros siguientes, Psicología de masas del fascismo y Análisis del carácter, motivaron su expulsión del Partido Comunista y de la Asociación Internacional de Psicoanálisis en 1933 y 1934, respectivamente. En 1939 se traslada a Estados Unidos huyendo de la persecución nazi. Allí desarrolla su teoría sobre las cualidades y ventajas del orgasmo, de la energía que puede producir en el organismo del ser humano. Trata de perfeccionar y desarrollar el "acumulador de energía orgónica" a la vez que profundiza en su terapia "bioenergética". En 1957 es detenido y encarcelado, acusado de charlatanería y fraude. En noviembre de ese mismo año de 1957 fallece de una crisis cardiaca en la prisión. Fue una de las referencias intelectuales clave de los años sesenta, la llamada "década prodigiosa".
La plaga y el orgasmatrón
Como cualquier otra corriente psicoanalítica que se precie, sea ortodoxa o heterodoxa, la escuela de Reich desarrolló su propia terminología.
Bajo la influencia de las ideas marxistas, Reich quiso encontrar una razón que permitiera explicar por qué la sociedad no funciona de manera armoniosa. El concepto de "plaga emocional" servía a tal efecto. Según Reich, todos los neuróticos tienen problemas para tolerar un alto nivel de excitación y terminan reaccionando con un bloqueo emocional y muscular. Algunos pacientes, los que padecen la "plaga emocional", además arremeten contra la fuente de excitación, "contagiando" la neurosis a otros individuos y, por último, al resto de la sociedad.
Para luchar contra la plaga, Reich proponía tratamientos en el "acumulador de energía orgánica". La comercialización del aparato llevó a Reich a prisión. Woody Allen rindió un humorístico homenaje a este estrafalario aparato, al que bautizó con el nombre de orgasmatrón en su película Todo lo que siempre quiso saber sobre el sexo y nunca se atrevió a preguntar.
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