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Lloyd Weber exhibe su colección en la Royal Academy de Londres

El célebre compositor Andrew Lloyd Weber desvela su extraordinario interés por el romanticismo inglés del XIX en la primera exhibición del grueso de su colección de arte, que se abre al público pasado mañana. Más de 300 pinturas, objetos decorativos y manuscritos, con especial atención a los prerrafaelistas Rossetti y Burne-Jones, se muestran en las salas de la Royal Academy de Londres. Por encima de las obras victorianas destaca, sin embargo, un retrato de Picasso de su periodo azul.

La colección de Andrew Lloyd Weber ocupa el piso principal de la institución. Y su recorrido por las diferentes salas produce una sensación visual equivalente al efecto de las representaciones musicales del compositor de El fantasma de la ópera. El sentimentalismo reina en el universo de Lloyd Weber en sus dos facetas como creador y coleccionista de arte. Retratos de mujeres enmarcadas entre flores o corazones, imágenes ensoñadoras de mitos universales o leyendas inglesas y otras representaciones idealizadas de la vida victoriana permiten adentrarse en la personalidad de su propietario.

La mayor parte de la obra expuesta, el 80% del patrimonio artístico de Lloyd Weber, se concentra en el romanticismo inglés del XIX. Es particularmente rica en obras de la Hermandad prerrafaelista, nombre adoptado por artistas como Dante Gabriel Rossetti, William Homan Hunt y Edward Burne-Jones, que se inspiraron en los maestros renacentistas anteriores a Rafael y Miguel Ángel. Su temática brota de la literatura romántica, de Shakespeare, de la Biblia, de la historia inglesa y francesa.

Popular en su día entre la aristocracia inglesa, el arte romántico del XIX arrastra una lacra de mediocridad que aún no se ha desvanecido completamente. Fue precisamente el desinterés de los coleccionistas lo que permitió a Lloyd Weber iniciar su colección antes de acumular fama y fortuna a partir del éxito de Evita, en 1976. Él mismo recuerda que su abuela le negó las 50 libras que, siendo estudiante, necesitaba para comprar un lienzo de Frederic Leighton que había descubierto en una tienda de segunda mano.

Con una fortuna actual estimada por encima de los 500 millones de euros, Lloyd Weber sigue pujando fuerte siempre que aparecen en subasta obras relevantes de los románticos ingleses. Su esfuerzo contrasta con la actitud de las instituciones públicas, la Tate entre ellas, que prácticamente han ignorado la pintura victoriana en su política de adquisiciones durante el siglo XX.

El recorrido por la muestra produce una sobrecarga de fantasía inanimada. Falta vida en este conjunto de cuadros mayoritariamente ejecutados para decorar grandes mansiones. Lloyd Weber convive con su colección, que espera donar a su muerte a la nación, en sus dos residencias, campestre y urbana. En la Academia se intenta repetir el efecto con una serie de muebles, tapices y alfombras de la época. Pero es el pequeño retrato de Picasso de su amigo Ángel Fernández Soto, pintado en Barcelona en 1903, la genuina joya de la exposición. El compositor lo adquirió por su aparente conexión con el periodo tardío de Burne-Jones, cuyo viraje hacia el simbolismo inspiraría al maestro malagueño.

Fragmento de una obra de Edward Burne-Jones de la colección de Lloyd Weber.
Fragmento de una obra de Edward Burne-Jones de la colección de Lloyd Weber.
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