_
_
_
_
_

Wagensberg lanza más de quinientas ideas para invitar a pensar

En 'Si la naturaleza es la respuesta, ¿cuál es la pregunta?' resume treinta años de trabajo

José Andrés Rojo

Jorge Wagensberg (Barcelona, 1948) ha "lanzado a la piscina un montón de ideas para ver cómo nadan". "El libro es el resultado de 30 años de trabajo en el mundo de la ciencia, y lo que he hecho es rescatar del trabajo ya hecho aquellas frases que comprimen mejor un problema, una línea de investigación, una reflexión". Son 531 píldoras las reunidas en Si la naturaleza es la respuesta, ¿cuál es la pregunta? (Tusquets), que presentó ayer en Madrid.

"Progresar es ganar independencia respecto a la incertidumbre del entorno". "Si quieres ver los colmillos del elefante no te pongas detrás de la cola". "Todo procede de algún lugar y se dirige a otro, como bien ilustra un plato de espaguetis con salsa de tomate". Son tres de las frases, tomadas al azar, que se encuentran en el último libro de Wagensberg, del que habría que decir como carta de presentación como mínimo dos cosas. La primera, que consigue lo que se propone (es decir, invitar a pensar). La segunda, que está lleno de sentido del humor.

En el último de los apartados del libro, Wagensberg se refiere a la metáfora de "habitar la frontera". Dice de quien vive en aquellos parajes que está abierto a la innovación, que está dispuesto a correr riesgos, que está habituado a enfrentarse a la incertidumbre, entre otras cosas. Y en esa definición, posiblemente se retrate a sí mismo. Doctor en Física y profesor de Teoría de los Procesos Irreversibles en la Universidad de Barcelona, director del Museo de la Ciencia de la Fundación La Caixa, desde 1991, y de la colección Metatemas de Tusquets, que publica libros cientícos, desde su creación hace veinte años, Wagensberg está situado en un territorio en el que confluyen múltiples maneras de manejarse con el conocimiento científico. Y seguramente sólo desde ese lugar podía embarcarse en un libro como éste, en el que conviven el más extremo rigor con la cordialidad de acercarse a todos con cuestiones que parecen reservadas a unos pocos.

"Me he ido quedando con las frases que han tenido fortuna", explica Wagensberg, "aquellas que han producido una comprensión súbita de alguna cuestión o esas otras que generaban espontáneamente una conversación". Las ideas las ha estructurado Wagensberg en cuatro grandes apartados: realidad, vida, conocimiento y civilización. ¿Por qué éstos y no otros? "Desde hace 13.500 millones de años existe eso que llamamos la realidad, que pesa unos 2,5 billones de cuatrillones de kilos, y desde entonces muy pocas cosas verdaderamente importantes han ocurrido. La primera fue la propia creación del universo. Luego, la materia se rebeló y de su esa rebelión surgió la vida. Y, por fin, con el tiempo, esa vida generó un sujeto que puede preguntarse sobre su entorno y que puede modificarlo. Así que las cuestiones fundamentales de las que debía ocuparme debían tratar sobre esas tres cuestiones. Y había otra más, cuando ese conocimiento va más allá, y los hombres se encuentran unos con otros".

El título es importante. Desde el primer párrafo del prólogo, Wagensberg establece cómo trabaja el pensamiento científico. Frente a lo que hay, explica, hay quienes consideran que el mundo está lleno de preguntas y que su tarea, por tanto, consiste en buscar las respuestas. "Son preguntas como quién soy, de dónde vengo, adónde voy. Y las respuestas que terminan por darse forman parte del conocimiento revelado y dan lugar a las creencias".

Hay otros en cambio, y es el caso de los científicos, que consideran que el mundo es un mundo de respuestas y que lo que tienen que hacer, por tanto, es descubrir las preguntas. "Ya no se trata de establecer grandes verdades, sino de hacer inteligible lo que ocurre, de preocuparse por el cómo de las cosas", afirma Wagensberg.

El tema fundamental, el que recorre todo el libro, es el de la incertidumbre. Nada está establecido, todo puede variar. De la materia inerte surgió la vida; de la vida, el conocimiento. "Mis frases, todos estos pensamientos, tienen fecha de caducidad. No pretendo que valgan para siempre, no son los versículos de una fe que pretende ser eterna. Por eso mismo, cada uno de ellos va numerado, pero el número está entre paréntesis. Su contenido puede cambiar en cualquier momento".

"Pensar es pensar la incertidumbre", es la idea que abre el libro. Wagensberg se ha embarcado en este proyecto a partir de una firme convicción: una idea que no pueda comprimirse en una frase no ha madurado suficientemente. "El conocimiento científico, que intenta comprender lo que ocurre, tiende al mismo tiempo a la máxima compresión. De ahí que, en el límite, se resuma en una ley. Una ley que, eso sí, suele ser incomprensible. Pero todo lo que hay detrás, lo que ha llevado a formularla, puede y debe decirse con el mínimo de palabras".

El progreso

Así que hay un trabajo muy fino con las palabras. Algunas de ellas, como "progreso", no han calado en el mundo científico, y han sido abiertamente cuestionadas por autores como Stephen Jay Gould. Wagensberg se ha afanado en expresar su significado. "Es un término que llega a la ciencia demasiado cargado del significado que le dan los humanistas o los políticos. Utilizarlo en un ambiente de biólogos puede desencadenar una tormenta. Pero yo creo que es necesario definir lo que es el progreso, un término que pueda explicar lo que ha pasado entre una bacteria y Shakespeare. Además, muchas veces las palabras que pasan del uso diario a la ciencia luego regresan de allí enriquecidas".

La complejidad, el tiempo, los principios antrópico y entrópico, la selección natural. Pero en el libro también se trata del arte, el amor o el dinero. Sin olvidar en ningún caso la perspectiva científica, esa voluntad de ser lo más objetivo posible. ¿Pero eso es cada vez más dífícil cuando entre el sujeto y el objeto se diluyen las fronteras? "Tal vez en determinados casos. Pero los científicos estamos obligados a partir de la hipótesis de que la realidad existe. Y de que se puede conocer. Eso nos exige un gran sacrificio: no poder estar incluidos en la obra que hacemos. Estar fuera, por exigencias del oficio. El artista, en cambio, puede confundirse, mezclarse, estar dentro de lo que hace. De todas formas es un sacrificio que tiene premio: ser universal. Es decir, ser capaces de hacer algo que todos puedan comprender".

Jorge Wagensberg, ayer en Madrid.
Jorge Wagensberg, ayer en Madrid.GORKA LEJARCEGI
Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

José Andrés Rojo
Redactor jefe de Opinión. En 1992 empezó en Babelia, estuvo después al frente de Libros, luego pasó a Cultura. Ha publicado ‘Hotel Madrid’ (FCE, 1988), ‘Vicente Rojo. Retrato de un general republicano’ (Tusquets, 2006; Premio Comillas) y la novela ‘Camino a Trinidad’ (Pre-Textos, 2017). Llevó el blog ‘El rincón del distraído’ entre 2007 y 2014.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_