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EL CONFLICTO EN ORIENTE PRÓXIMO

Las ausencias de Arafat y Mubarak devalúan la cumbre de la Liga Árabe

El presidente de Egipto justifica su ausencia de la cumbre por 'razones internas'

La cumbre de la Liga de Países Árabes que comienza hoy en Beirut presentará un plan de paz para los palestinos que ofrecerá el reconocimiento general del Estado de Israel a cambio de la retirada total israelí de todos los territorios ocupados desde 1967. En una situación de enorme tensión por los miles de muertos habidos en los pasados 18 meses y por el humillante cautiverio del presidente de la Autoridad Palestina, Yasir Arafat, éste anunciaba ayer desde Ramala que no asistiría a la reunión. El presidente egipcio, Hosni Mubarak, tampoco viajará a Beirut.

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Las ausencias de Arafat y Mubarak devaluaron en gran medida las expectativas de entendimiento entre árabes e israelíes, sin precedentes desde la creación del Estado de Israel en 1948. Los países árabes, partiendo de una iniciativa de Arabia Saudí, van a proponer al Gobierno de Israel aquello por lo que los israelíes vienen luchando desde entonces.

Para Israel, el reconocimiento de todos sus vecinos árabes, muchos de ellos enemigos mortales hasta hoy, de su derecho a la existencia en la región en el marco de fronteras reconocidas y aseguradas sería el precio a pagar a cambio de la inmediata constitución del Estado palestino en Cisjordania y Gaza, y de la retirada del resto de territorios conquistados por Israel, como los altos del Golán, en Siria. La iniciativa saudí cuenta con el apoyo masivo e insólito de la comunidad internacional, lo que se manifiesta con la presencia del secretario general de la ONU, Kofi Annan, y también de dos españoles, el presidente del Consejo Europeo durante la presidencia española de la UE, el jefe del Gobierno español, Jose María Aznar, y el máximo representante de la política exterior y de seguridad europea, Javier Solana.

[Arafat informó anoche a través de su ministro de Información, Yasir Abed Rabo, de que no acudiría hoy a la reunión de Beirut 'bajo ninguna exigencia impuesta por Israel'. Al mismo tiempo, los responsables palestinos exigieron garantías para que el presidente Arafat pueda regresar a los territorio palestinos tras la cumbre, informa Efe.

El presidente de Egipto, por su parte, también informó ayer de que no asistirá a la reunión de la Liga Árabe 'debido a que cuestiones internas le obligan a permanecer en el país', según informó ayer la televisión estatal egipcia sin dar mayores detalles. Fuentes de la prensa egipcia hablaron sin embargo de 'diferencias' entre Hosni Mubarak y el resto de los miembros de la Liga Árabe.]

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Todos los reyes, presidentes y jefes de Gobierno llegados ayer a Beirut parecían conscientes de que la región se halla en una especie de hora cero de la que se puede salir con una solución siempre difícil o con la certeza de mayor miseria para todos. También conocedores de los enemigos de todo tipo de solución.

Despliegue militar

Beirut era ayer una ciudad tomada por 8.000 soldados que ocuparon sus calles con miles de policías que hicieron del centro una fortaleza en la que tanquetas, patrullas armadas, francotiradores, guardacostas y puestos de control multiplicaban las dificultades de acceso al hotel Phoenicia, centro de la toma de decisiones que pueden ser capitales para el futuro de la región.

Pese a las serias discrepancias entre algunos países árabes sobre la suerte de los refugiados palestinos, sobre su derecho o no al retorno a las tierras de las que fueron expulsados -con el estatuto final de Jerusalén como cuestión más crítica de todo acuerdo-, todo parecía indicar ayer que los países árabes, movidos por la tragedia que traumatiza a Oriente Próximo desde que comenzó la última Intifada palestina, se disponen a hacer hoy una oferta histórica a Israel.

Menos cierto parece que el Gobierno de Ariel Sharon vaya a aceptarlo. Habrá que esperar a mañana para ver como se resuelven los problemas internos árabes ante una oferta sin precedentes, que tiene a Siria y Líbano, como abanderados de la exigencia de la defensa del retorno de los refugiados, como sus mayores adversarios.Todos saben, como subrayaba Javier Solana ayer a EL PAÍS, que sin una formulación aceptable para todos, esta cuestión puede ser la tumba de toda iniciativa, como ésta, bien intencionada.

Y nadie dudaba ayer de que un fracaso de esta conferencia no sólo sería el mayor favor posible al que se perfila ya para todos, incluido Washington, como el mayor obstáculo de la paz, el primer ministro israelí, Sharon.

Sería además dejar el proceso político y militar en general en manos de los elementos más radicales que, como el grupo Hezbolá, en Beirut el pasado lunes, pudo convocar a centenares de miles de ciudadanos que pedían más guerra sin cuartel y la destrucción total del contrario. Beirut hará en los próximos días historia para bien o para mayor tragedia de todos.

El líder de Hezbolá, Hasán Nasralá (izquierda), saluda al diplomático palestino Faruk Kadumi, ayer en Beirut.
El líder de Hezbolá, Hasán Nasralá (izquierda), saluda al diplomático palestino Faruk Kadumi, ayer en Beirut.AP

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