_
_
_
_

El vértigo indomable

Shakira, cuyo nombre quiere decir en árabe "diosa de la luz", se escurre como un pez de un destino presuntamente prefijado. Acerca del dorado destino de las diosas de la canción, de su boca salen perlas como: "Desinflen el ego, que engorda muy rápido" . Todo ello en una edad en la que sería más propio verla jugar a Madonna o Spice Girl. En la entrevista juega a una timidez seductora que parece sincera, lo que fuerza a pensar que no todos son posturitas en la hoguera de la vanidad del pop. Y, cuando se lee lo que Gabriel García Márquez dice de ella, la admiración que el Nobel siente por esta pequeña compatriota, se descubre que es verdad que a ella no le importa un ápice que el color de sus trenzas no sea políticamente el más correcto. Ni que su empuje tenga más que ver con la tradición de las más preparadas mujeres anglosajonas -veteranas en abordar y hacer suyo el mundo masculino del rock and roll- que con el de las intérpretes latinas -más resignadas a complacer de forma modosa y romántica desde los surcos del CD-. De ese empuje, García Márquez dice: "Shakira parece haber olvidado demasiado pronto que ese vértigo indomable nació con ella, y Dios quiera que la acompañe hasta su más tierna vejez".

Más información
"Soy una cantante pop con corazón de rockera"
Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_