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Reportaje:

Una escondida ruta arquitectónica

Lo que puede ser visto no puede ser dicho, cree Jorn Utzon (Dinamarca, 1918), original artífice en la arquitectura contemporánea, célebre por haber creado en Australia, con gran polémica, el edificio de la Ópera de Sydney (1957-1973), uno de los símbolos urbanos más populares del mundo. Utzon levantó en Mallorca hace 25 años su residencia privada en Can Lis, sobre el mar, en las Penyes Rotges de Portopetro, que ha quedado como un rotundo manifiesto estético de cómo una vivienda puede ser arte. La obra de piedra se convirtió en una meca, un santuario de peregrinación para arquitectos y estudiantes.Este verano, las autoridades de Sydney han ido a Mallorca para reconciliarse con el que dibujó el elemento que define su ciudad. Utzon abandonó la obra y juró no volver, y ahora le han dado las llaves de la ciudad.

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El Ministerio español de Fomento, por su parte, colocó el chalé de Utzon entre las mejores edificaciones contemporáneas de España; es la única vivienda familiar entre la selección de 10 obras de Mallorca. Pero el venerable y austero arquitecto danés se ha trasladado de hogar. Cada primavera habita otra nueva casa, en Felanitx, a 20 kilómetros de su primer domicilio. En verano se va a una isla de Dinamarca huyendo de los turistas. Su nueva construcción está sobre un montículo, es de piedra arenisca (marés) y, como la anterior, supone un ejemplo por su inserción en el paisaje, creatividad e interpretación de la tradición arquitectónica mediterránea.

Utzon desarrolla de nuevo el juego de plataformas y terrazas geométricas y porticadas rodeadas por la naturaleza, la esencia del ideario arquitectónico que intuyó por primera vez en México.

Las casas mallorquinas de Utzon, monumentos tranquilos y lineales, no están reseñadas en el sinfín de publicaciones y guías de Mallorca para viajeros. El autor es un personaje discreto que evita notoriedad. La nueva vivienda -prácticamente desconocida entre los especialistas y de difícil localización- parece una respuesta a la sobreexplotación turística de la costa, la huida hacia el interior de un artista que rechaza el mal gusto especulador.

"Yo creía que una de mis casas publicadas en una revista era muy buena, pero al girar páginas y encontrar la de Utzon me rendí; es espléndida", comentó Francisco Sáenz de Oiza. Rafael Moneo comparte la consideración hacia el maestro danés convecino. Cuando Moneo ganó a Utzon con su proyecto en el concurso para el Museo de Estocolmo, el navarro recibió una nota de felicitación de su colega.

Las dos emblemáticas obras mallorquinas del autor de la Ópera de Sydney, su reivindicación de la piedra vista en murales y de las viguetas de hormigón o sus juegos de volúmenes discretos con patios interiores han influido en bastantes autores jóvenes locales. Pero Utzon no va de estrella. Es ajeno por completo a la vida social insular. Prefiere compartir cena con sus amigos payeses de Can Banda a los que una noche s"arquitecte o "N"Utzon", -así le llaman- les mostró un vídeo sobre una de sus obras. "La arquitectura, si no es una máquina de ser libre, no es arquitectura", y "decorar una vivienda, nunca", fueron dos de los comentarios que Jorn Utzon hizo mientras dudaba cómo terminar su casa. A los albañiles les explicaba por qué la orientación de los muros matiza la dura luz solar o qué funcionalidad tenían los huecos cerca de las ventanas. "Nos dijo que con esto el aire caliente y frío circulan y generan refrigeración natural", observa el maestro de obras.

El genial arquitecto de estructuras orgánicas y conceptos esculturales, según los retos estéticos y técnicos de grandes edificios, como el cangrejo sobre el muelle de Sydney, alzó con espectacularidad un gran banco en Teherán o un Parlamento en Kuwait, pero en sus domicilios mallorquines y en una colonia de viviendas sencillos en Dinamarca optó por el difícil idioma de la creación breve y sencilla: casas con patios, jardines y piscinas sin exhibicionismo.

"Utzon mete las manos en el polvo, maneja las herramientas, improvisa croquis sobre una placa de marés o nos explica, sentado en una silla ante los ventanales, por qué hace las cosas", relata uno de los picapedreros que ha trabajado en la nueva casa.

Rodeado de pinos, con una fachada columnada, el edificio tiene un aire de templete clásico, como un gran mirador sobre un tercio del horizonte sureste de Mallorca. Cuenta con grandes aberturas acristaladas, por las que se tamiza hacia las estancias interiores la luz y cambia el paisaje como si fueran cuadros, según la tesis del autor. Utzon distingue las zonas sociales, comunes, de las privadas o íntimas. Casi no hay puertas ni decoración. Es el elogio a la belleza y a la nitidez.

Una especie de laberinto interior de muros aparece en la parte posterior; en lo alto hay varios juegos con tejas como almenas sobre muretes. El proyectista usó viguetas de hormigón visto pintadas de blanco, pero domina en los muros y suelos el marés, la piedra marina, la misma con la que se levantó la catedral de Palma y con la que otro picapedrero sabio, Guillem Sagrera, alzó la Lonja de Palma y el Castelnuovo de Nápoles. Utzon, al llegar a Mallorca, explicó a su maestro de obras cómo sería la casa en un bar, usando terrones de azúcar para alzar los muros y definir volúmenes.

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