Todos con El Soro
A las seis en punto de la tarde sonó el clarín, se abrió el portón y apareció El Soro, seguido de una multitud. La multitud era prácticamente el toreo entero, todos con El Soro, arropándole en el infortunio.El Soro había de apoyarse en muletas, andaba despacito y la torería en activo y en pasivo que le hacía retaguardia, avanzaba pausadamente, como en procesión. La ovación del público en pie fue de gala y seguiría durante la media hora que duraron los homenajes y las ofrendas, los honores y los testimonios de adhesión y respeto hacia un torero honesto, que ha visto interrumpida su carrera por culpa de unas lesiones de difícil curación.
Decenas de toreros acudieron al homenaje y cada cual tenía su función. Protagonista o modesta, daba lo mismo: en cualquier caso era de lujo. Ejercer de chulo toriles o bordar el toreo servían lo mismo para ayudar al diestro valiente y bueno.
Nueve ganaderías/ Nueve matadores
Novillos de 1º Torrestrella. 2º Daniel Ruiz. 3º Giménez Indarte. 4º Alcurrucén. 5º Jandilla, devuelto injustificadamente; sobrero de Sánchez Recio. 6º Montalvo. 7º Las Ramblas. 8º Juan Pedro Domecq. 9º Joaquín Núñez. escasa presencia, excesivamente desmochados, manejables.Curro Romero: dos pinchazos, estocada corta delantera baja y descabello (ovación y salida al tercio). Dámaso González: pinchazo, estocada tendida trasera y descabello (oreja). Curro Vázquez: estocada corta pescuecera (oreja). Manzanares: estocada que asoma tirando la muleta y rueda de peones (oreja). Ortega Cano: estocada ladeada (oreja). Luis Francisco Esplá: estocada (oreja). Enrique Ponce: dos pinchazos, estocada trasera y descabello; se le perdonó un aviso (oreja). Pedrito de Portugal: estocada corta (oreja). Vicente Barrera: pinchazo y estocada (oreja). Plaza de Valencia, 21 de junio. Festival homenaje a El Soro. Cerca del lleno.
Quien primero bordó el toreo fue Curro Romero. La media docena de redondos que instrumentó al Torrestrella se inscriben en la antología del toreo. Planta erguida, toro embebido en la pañosa, templanza, mando y ligazón. Nos dejó con la miel en los labios y las previsiones hacían temer que acaso no volvería a producirse ese bellísimo toreo en pureza en el transcurso de la tarde.Y eso que se avecinaba larga.
Dámaso González, fundador del toreo moderno, se topó con el novillo más dificultoso. Y no sólo le aguantó el primer arreón sino que consintió otros, retó a la fiera de poder a poder y embrujándolo mediante los péndulos y el arte de birlibirloque de su invención, acabó convirtiéndola en sumiso corderito.
Curro Vázquez, uno de los capoteros mejores de las últimas décadas, hizo del lance caricia, meció verónicas y delantales, y construyó una faena hermosísima desde la torería y desde la naturalidad.
A Manzanares le echaron un becerrito tullido y se entretuvo en pegarle derechazos.
El novillo Jandilla de Ortega Cano sacó genio y al verlo tan agresivo campando por el redondel, la cuadrilla, el apoderado, el propio diestro montaron el número de la ceguera, que les ha dado resultado en otros pagos; por ejemplo, Sevilla, durante la feria. Aquí también les dio resultado, el presidente lo devolvió al corral y al nobletón sobrero, salvo unos muletazos sentado en el estribo y de rodillas, Ortega Cano estuvo lejos de hacerle no ya maravillas sino ese toreo corrientito que ahora se lleva.
Luis Francisco Esplá mejoró el tono del festival lanceando a la verónica y por navarras, galleando por chicuelinas y hasta ofreció la novedad del toreo al afimón, en el que colaboró activamente el humorista Arévalo, émulo inesperado del Cúchares. La faena de muleta de Esplá rebosó igualmente torería y la coronó con un espléndido estoconazo.
Enrique Ponce pegó numerosos derechazos sueltos al boyante novillo de Las Ramblas y para consumar la faena se tomó su tiempo: 12 minutos. Y ya pasaban de las 9, que es hora de cenar.
El ejemplar de Juan Pedro Domecq resultó ser un toro artista de circo y lo primero que hizo fue brincar al callejón provocando enorme revuelo. La multitud que había, allí, sálvese quien pueda, saltó en sentido contrario y cayó a la arena según le dio Dios a entender: la mayoría de pie, algunos de cabeza, varios de culo. Pedrito de Portugal serenó los ánimos toreando reposado de capa. Inició la faena de muleta cambiando por la espalda en el platillo, pegó derechazos y calentó a las masas en ocasión de instrumentar circulares, ora al derecho, ora al revés.
El novillo que hacía noveno se fue suelto de capotes y en su loca carrera arrolló junto a las tablas a Curro Vázquez, propinándole una impresionante voltereta. No pasó nada, aunque Vázquez se marchó a la enfermería pues sentía mareos. A ese novillo agresor Vicente Barrera le lanceó despacioso, le dio lo menos una docena de estatuarios, y estatuario continuó la faena, haciendo alarde de verticalidad y de aguante, de mando y de valor. Todo iba bien hasta que el toro le achuchó y el torero hubo de poner pies en polvorosa.
Cuatro horas duró la función. Catro horas de emociones fuertes, siempre presente El Soro, a quien todos los compañeros brindaron sus toros. Cuatro horas de ovaciones, de orejas, de toreo intenso. Lo malo fue, sin embargo, que las previsiones iniciales se cumplieron. Aquel bellísimo toreo en pureza que recreara Curro Romero cuando aún permanecía el sol en su zénit no se volvió a repetir, nunca, en ningún caso, cuatro horas depués.
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