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"Nunca llegué a ser un buen espía del KGB"

Después de tres horas de ensayar con el piano en el Palau de la Música de Barcelona para preparar los recitales que desde hoy y hasta el jueves ofrece en Zaragoza, Barcelona, Valencia y Madrid, el pianista y director de orquesta VIadímir Ashkenazy (Gorki, 1937) no tuvo reparos en recordar los años en los que si quería ser alguien en el mundo de la música se vio obligado a colaborar con el KGB. "Los artistas que salíamos al extranjero teníamos la obligación de pasar informes al KGB si no queríamos que las autoridades nos cortaran en seco nuestras carreras. Yo, la verdad, no debí de ser muy buen espía, ya que en mis informes sólo decía tonterías, como que fulano no bebía o que mengano no trasnochaba. No tardaron en notar que no me tomaba muy en serio el trabajo y me dejaron marchar del país".Ashkenazy fue uno de los primeros músicos de relieve que abandonó la ex Unión Soviética. Se marchó en 1963 y conservó su pasaporte soviético durante nueve años hasta que harto de que las autoridades prohibiesen a su familia visitarle en el extranjero, decidió adquirir la nacionalidad islandesa -la de su esposa- en 1972 Actualmente vive en Suiza.

Relajado y con buen humor, el músico aparcó ayer durante una hora su proverbial distanciamiento con los medios de comunicación para explicar sus opiniones sobre el mundo de la música, la política y la economía. "Se exagera mucho el problema del racismo y la xenofobia en Alemania, pero lo cierto es que sólo una pequeña minoría se declara neonazi", asegura Ashkenazy, quien desde 1989 es director titular de la Orquesta Sinfónica Alemana de Berlín. "En realidad, los problemas por los que atraviesa Alemania actualmente son puramente económicos y no políticos".

El pianista y director de orquesta no duda en declararse partidario del cierre de las fronteras europeas a los extranjeros. "Yo soy un músico, no un economista, pero tengo muy claro que si no se limita la entrada de extranjeros, Europa no podrá evitar un desastre. La superpoblación es un problema muy grave, y que conste que yo no me considero racista, pero hay demasiada gente que sólo quiere instalarse en Europa por razones puramente económicas y hay Estados que no pueden soportar esto porque existe una grave crisis que nos afecta a todos".

Aunque la dirección de orquestas absorbe la mayor parte de su tiempo, VIadímir Ashkenazy sigue siendo una de las estrellas indiscutibles del piano. Él asegura que nunca dejará de ser un pianista. "Aunque dé la impresión de que cada vez dedico más tiempo a la dirección de orquesta en detrimento del piano, lo cierto es que no he planificado abandonar mi carrera como solista". Como músico, reconoce que las dos facetas le proporcionan la misma satisfacción, pero. asegura que ser solista es mucho más incómodo.

"Cuando toco el piano estoy solo y nadie puede ayudarme; en cambio, cuando dirijo una orquesta me siento mucho más tranquilo porque me siento acompañado, rodeado de amigos que saben lo que quiero y con los que comparto la responsabilidad de hacer música", explica. Ashkenazy, que en diversas ocasiones ha manifestado que no le gusta dirigir ópera, aseguró ayer que eso no significa que odie la ópera. "Es una cuestión muy simple: a mí me gusta la música, y en la ópera a veces tengo la sensación de que la música es lo menos importante. No acabo de entender la necesidad de estar cantando tantas horas y no puedo evitar sentir que hay más música en un lied de Schubert que en ciertas óperas. Pero nunca me gusta decir que jamás haré una cosa, porque hay óperas como Electra o Salomé, de Richard Strauss, que me parecen maravilosas".

Ashkenazy tiene motivos más que sobrados para comportarse como un divo del piano o de la batuta. Ha grabado más de 200 discos y ha actuado con las orquestas, directores y solistas más importantes de su tiempo. Sin embargo, se declara permanentemente insatisfecho con los logros de su espectacular carrera. "No me gusta la parte de espectáculo que comporta la vida de un músico, prefiero buscar la mejor manera de interpretar la música con sencillez y naturalidad, sin buscar el aplauso fácil del público. La interpretación es un proceso que nunca acaba y en mi caso intento hacer las cosas cada vez con mayor economía de medios".

Director autodidacta

Director autodidacta, cuando se sitúa al frente de una orquesta puede ser autoritario, pero no se considera superior a los músicos que dirige. Ashkenazy piensa que el modelo de director autoritario está en vías de extinción. "La relación entre los directores y las orquestas ha cambiado radicalmente en los últimos años. Los colegas de mi generación, como Daniel Baremboin, Claudio Abbado o Colin Davis, tienen carisma pero saben que en las orquestas hay músicos de enorme calidad a los que no se puede mirar por encima del hombro", asegura.

Beethoven y Chopin, dos de sus máximas especialidades, comparten el programa en los recitales que está ofreciendo en su gira española, que inició el sábado en Sevilla.

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