"Seguimos hambrientos de vivir agresivamente"
El grupo Héroes del Silencio cierra en cuatro ciudades su mejor temporada
El grupo zaragozano Héroes del Silencio ha apurado su gran año hasta el final. En 1993, ha consolidado su éxito en Europa, realizando su cuarta gira en dos años con más de 100 recitales; su último disco El espiritu del vino ha vendido más de 500.000 ejemplares; las actuaciones en España por grandes aforos han obtenido buenos resultados y, para no aburrirse, cierra la temporada con una serie de actuaciones en locales de mediana capacidad. Sus recitales de hoy en Madrid (con las entradas agotadas), el 29 en Oviedo, el 30 en Vigo y el 5 de enero en Zaragoza, darán el carpetazo. Después, una gira por Latinoamérica y el intento de abordar la aventura de penetrar en el casi vedado mercado estadounidense.
Pocos grupos como Héroes del Silencio despiertan sentimientos tan dispares por encontrados. Sus incondicionales les adoran, se visten miméticamente y son capaces de esperar horas en la recepción del hotel madrileño en el que se alojan sus ídolos, para sentir la simple cercanía. Sus detractores los desprecian sin paliativos, tachándoles de pretenciosos y grandilocuentes. Capaces de afirmar que "hay que mandar a la mierda este sistema" y de visitar poco después al príncipe Felipe ("No rechazamos nuestros ideales de rock and roll asistiendo al encuentro"), la carrera de estos músicos zaragozanos ha estado jalonada de posturas a la contra, de la que no escapan los políticos ("No tienen la confianza del pueblo"), las ideologías ("Tengo la situación privilegiada de poder ser un ácrata"), y la música ("Intentamos no caer en el conformismo que afecta a la mayoría de los artistas españoles").En esta posición, están respaldados por sus seguidores que, a juzgar por las cifras que mueven, son cuantiosos. De su segundo disco, Senderos de traición, han vendido más de un millón de ejemplares en toda Europa. Su reciente El espíritu del vino, lleva medio millón en medio año, y es el grupo español que mejor sabe de qué material están hechos los escenarios europeos. No es poco para estos cuatro maños -Enrique Bumbury, Juan Valdivia, Joaquín Cardiel y Pedro Andreu, a los que se ha añadido este año el guitarrista mexicano Alan Boguslavsky-, de 26 años de edad media, que comenzaron ganando en 1985 la fase regional de festival de Benidorm y publicaron su primer trabajo, El mar que no cesa, en 1989.
Pregunta. Parecen dispuestos a aprovechar hasta el final el mejor año de su carrera.
Respuesta. Lo bonito es que tenemos el privilegio de trabajar en lo que nos gusta, y hay que demostrarlo sobre un escenario. No tenemos esa postura acomodaticia de muchos grupos españoles. Por eso nos planteamos ahora el reto de intentar la aventura latinoamericana. La mayoría de los artistas van sólo para intentar ganar dinero, pero en países como Argentina, México y Chile hay una cultura del rock muy importante, y hay que ir a trabajar duro. Es muy fácil dormirse en los laureles, y muy triste trabajar sólo para vivir.
P. Su manera de plantear las cosas parece alimentar a quienes les acusan de arrogantes.
R. Aunque parezcamos arrogantes y creídos, musicalmente somos modestos. Estamos dispuestos a crecer y a olvidar fallos del pasado. Siempre buscamos listones nuevos que saltar y ahora queremos apartarnos de las giras por ferias de pueblo. En Alemania, por ejemplo, hay un respeto institucionalizado hacia el rock, que falta en España. Intentamos abrir un circuito de salas, pero hemos encontrado dificultades para encontrar recintos de capacidad media.
P. En 1988 se presentaron en una pequeña sala madrileña, como unos músicos de Zaragoza que comenzaban y a los que había que escuchar. Ya entonces parecían un grupo con un peculiar sentido de la disciplina en el trabajo.
R. Somos muy naturales a la hora de trabajar. No hay planteamientos preconcebidos de lo que se quiere hacer, y te influye lo que te rodea: cine, libros, discos... Si se estanca la curiosidad, tu música también se paraliza. Seguimos hambrientos de cultura, de vivir de una forma agresiva. Nos inspiramos en otras culturas, es cuestión de abrir los ojos. No hay una sola verdad y cuanto más conoces más te enriqueces.
P. En aquellos años, parecían empeñados en ofrecer esta imagen agresiva. Aferrado a una botella de vino tinto mientras cantaba, el homenaje de Enrique Bumbury a Jim Morrison, de The Doors, era diáfano. Hoy, se diría que quieren mantener esa idea de vivir en el filo.
R. En España, muchos grupos se aburguesan enseguida. Intentan ser igual que sus padres. Nosotros buscamos fórmulas para no caer en la rutina y plantearnos metas. Queremos ser la mejor banda de rock de todos los tiempos y sabemos apreciar la suerte de pelearnos con todo en contra, como cuando cantamos en español en el extranjero. El hecho de salir fuera de España nos ha hecho más humildes, porque hay mucho que demostrar. Parecemos ambiciosos, pero nuestro planteamiento es el contrario; vamos como músicos bohemios.
P. ¿Creen superada la etapa del aprendizaje?
R. Estamos a punto de cumplir los 100 recitales en seis meses. Nos hemos desarrollado como músicos, pero la técnica debe ser un medio, no un fin. Cada vez somos más conscientes de que para que nuestra personalidad se desarrolle, hay que componer con una mirada introspectiva.
P. Las próximas actuaciones en Madrid, Oviedo, Vigo y Zaragoza, cierran una etapa brillante en la carrera del grupo hacia la popularidad masiva. ¿No echan de menos la tranquilidad de sus primeros tiempos?
R. Nos apetece componer en el local de ensayo, sin presiones. Necesitamos despejar la cabeza para volver a empezar, aunque somos culos inquietos y decidimos de una manera natural. Lo más bonito de esta profesión es la incertidumbre, y aunque dicen que vivimos en una burbuja de cristal, intentamos de dejar de pensar en nosotros mismos. Nos ayuda bastante ser de Zaragoza, estar alejados de la centralización del negocio. Y eso que, desde hace cuatro años, no vivimos en ningún sitio. Bueno, en la habitación de un hotel.
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