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Bush y Yeltsin inician hoy en Washington la primera cumbre entre Rusia y EE UU

Pilar Bonet

El presidente de Rusia, Borís Yeltsin, inicia hoy en Washington su primera cumbre oficial con el presidente norteamericano, George Bush, siguiendo así los pasos del líder soviético Mijail Gorbachov, en un clima de ambigüedad sobre el papel de Rusia en el mundo y de crecientes dificultades para la reforma económica en su país.

Yeltsin, que llegó ayer por la tarde a la base aérea de Andrews, tiene dos grandes objetivos en su programa norteamericano. Por una parte, convencer a sus interlocutores de que Rusia se mantiene firme en su compromiso para llevar adelante una transición hacia la economía de mercado y, por otra, dar los últimos toques a un acuerdo sobre reducción de los arsenales nucleares.El éxito en el primer objetivo facilitará el apoyo de EE UU y, en última instancia, del Fondo Monetario Internacional (FMI) al programa de reformas en Rusia. En opinión de medios próximos al Departamento de Estado, Yeltsin tendrá que hacer frente a las dudas que se han extendido en los ambientes políticos y financieros en Washington tras los cambios gubernamentales que han incrementado el peso del complejo militar industrial en la dirección rusa.

El secretario de Estado norteamericano, James Baker, declaró en el aeropuerto que espera que la visita de Yeltsin ayude a que el Congreso apruebe el programa previsto de ayudas a Rusia. Yeltsin, por su parte, dijo a su llegada que su país busca "una nueva relación con EE UU".

El acuerdo de armamento entre Rusia y EE UU reduciría los arsenales estratégicos de estos dos países a un nivel inferior al contemplado por el Tratado START (armas estratégicas), que la URSS y EE UU firmaron el año pasado, pero no llegaron a cumplir. Tanto Yeltsin como el presidente Bush, quien está en plena campaña electoral, se beneficiarían personalmente con la firma de un tratado de desarme.

"Yeltsin quiere ver confirmada la situación de superpotencia de Rusia", opinaban medios próximos a la Administración estadounidense. Este objetivo resulta difícilmente compatible con las necesidades de ayuda económica occidental que los líderes rusos expresan con una extraña mezcla de orgullo heredado del pasado y una modestia, producto del presente.

"En la Administración norteamericana hay mucha gente que se pregunta por qué debe prestar ayuda a un país que ha sido nuestro enemigo y que insiste en mantener su paridad militar", señalan medios del Departamento de Estado. En Washington aún hay miedo al imperialismo ruso.

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Las reticencias ante Rusia se reflejan en la línea seguida por el secretario de Defensa, Dick Cheney, y el director de la Agencia Central de Espionaje (CIA), Robert Gates. El temor ante Rusia encuentra aliados entre sus países fronterizos, que, como Ucrania, Moldavia o los Estados bálticos, son producto del desmembramiento de la URSS.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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