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"Alma hizo pedazos a Mahler"

Andrés Fernández Rubio

Parece que a un biógrafo tan respetado como La Grange no le queda otro remedio que incluir entre sus cometidos el deshacer entuertos sobre su biografiado; un compositor que se popularizó en muchos países tras la película de Visconti Muerte en Venecia, y también en España hace unos años, cuando mandos intermedios y autonómicos socialistas sintonizaban con los gustos del entonces poderoso Alfonso Guerra mostrando su admiración por el adaggietto de la Quinta Sinfonía.Una de las historias que circulan y que La Grange desmiente es la supuesta influencia negativa sobre Mahler del encuentro de una tarde que mantuvo con Freud. "Fue Alma la responsable de que Mahler se hiciese pedazos, no Freud. La conversación entre ellos fue positiva y le resolvió problemas al compositor. Freud, por otra parte, lo encontró genial, de una inteligencia superior".

El hecho de que Alma Mahler odiase a Freud y lo considerara un idiota se debe no a las prevenciones de ella respecto al sicoanálisis sino a la furia que sintió cuando, ya muerto Mahler, Freud envió la factura de aquella célebre sesión.

La aventura amorosa entre Gustav Mahler, que le llevaba 19 años, y Alma Schindler, estuvo llena de conflictos. Estos culminaron cuando en 1910 ella, que se iba a París con su amante Gropius, se citó con su marido en Cherburgo. "Mi impresión", dice La Grange, "es que él lo sabía y acabó, como muchos otros maridos, aceptando la idea de que tuviera un amante, porque la amaba y quería conservarla". Mahler, pobre de entrega, se sintió como un hijo al que su madre abandonaba: desde 1905 la relación había comenzado su declive y Alma Mahler se realizó sexualmente con Gropius: "Ella hubiese necesitado a Freud más que su marido", dice La Grange.

Otra de las historias que circulan es que el compositor frustró conscientemente la carrera de su mujer como compositora. La Grange también lo desmiente: "Alma era una aficionada, maravillosamente dotada pero aficionada. Tocaba muy bien el piano, pero no podía superar su pereza e indisciplina".

La Grange dice que se ha visto obligado a atacar durante años a Alma Mahler porque "todo lo que decía era tomado como palabra de Dios". El biógrafo ha precisado y cuando era necesario refutado las declaraciones y escritos de aquella mujer en cuya órbita giraron, entre otros, su marido, Gropius, Werfel y Kokoschka. En opinión de La Grange, todavía no se ha escrito en profundidad sobre Alma Schindler, quien, en cualquier caso, le parece una mujer muy interesante, "no demasiado inteligente, pero rodeada de personas preparadas de las que siempre aprendía".

La Grange conoció a Alma Mahler, fallecida en 1964, en 1952. Cree que a ella, que era muy esnob, le fascinó que él perteneciese a la aristocracia francesa., Prueba de su amistad son las 28 cartas que La Grange conserva. Su amistad perdió fuerza cuando él le entregó el primer manuscrito de su monumental biografía y ella comprobó que aparecían citas constantes sobre la amada juvenil de Mahler. "Se puso celosa del pasado de Mahler. Nunca me perdonó. Quería ser considerada la única, era muy egocéntrica".

Respecto a la belleza de Alma Mahler también se ha difundido una teoría errónea. Su hija Anna, gran amiga de La Grange y una mujer muy inteligente, le dijo que cuando su madre se desnudaba era como un saco de patatas. Los ojos de Anna eran los más bellos, y los de Alma también eran bellos, "pero no cálidos". La hija detestaba la dominación de la madre y mantenía una relación de amor-odio. "Alma podía ser muy cruel: le gustaba ayudar a la gente, pero sólo cuando la gente no la necesitaba", apostilla La Grange sin perder la compostura.

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