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El arquitecto del teatro Real muere mientras enseñaba las obras a los periodistas.

José Manuel González Valcárcel dirigía la reforma del edificio como sala de ópera

Andrés Fernández Rubio

El arquitecto José Manuel González Valcárcel, de 79 años, murió a causa de un infarto durante una visita que el Ministerio de Cultura organizó ayer a las obras del teatro Real, de cuyo proyecto de conversión en teatro de ópera era responsable. Valcárcel falleció en presencia de su hijo Jaime, miembro de su equipo de arquitectos, y rodeado de críticos musicales y responsablesministeriales. Iba a empezar la visita y se desplomó. Cuando llegó el médico, ya no pudo hacer nada. González Valcárcel llevaba más de 40 años trabajando en proyectos relacionados con el teatro donde murió.

El hecho se produjo sobre las 13.30, cuando los visitantes iban a entrar al anfiteatro, desde donde mejor se contempla la espectacularidad de las obras. "Se cayó al suelo absolutamente pálido", dijo una de las personas que caminaba junto a él. Su hijo pensé que se trataba de un mareo y supuso que quizá necesitara azúcar (hace días, en el Auditorio Nacional, González Valcárcel se sintió indispuesto y tuvo que abandonar la sala). Momentos después la visita fue cancelada y los críticos musicales abandonaron el lugar. Su hijo, el director general del Instituto de las Artes Escénicas y de la Música, Juan Francisco Marco, y el subdirector de Música, Francisco Cánovas, se encontraban entre las personas que trataron de reanimarle inútilmente. Media hora más tarde un médico certificó la muerte.Pese a que problemas de planificación política han llevado la polémica a la reforma del teatro Real -la fecha del fin de las obras, prevista para este año, se ha retrasado hasta 1995 y el presupuesto casi se ha triplicado-, González Valcárcel estaba entusiasmado con el proyecto. El Ministerio de Cultura había organizado dos visitas ayer, una a las 10.30 para redactores y fotógrafos, de alrededor de 40 personas, y otra, a las 13.30, para unos 15 críticos musicales. El arquitecto fallecido había atendido por la mañana a los informadores, infatigablemente y con una gran cordialidad, durante casi dos horas. Nada en su aspecto ni en su ánimo anunciaba que fuera a morir una hora después. Volvió a insistir en que el teatro Real será tras la reforma un teatro moderno, y destacó algunas de las características que lo definirán, como sus condiciones de reverberación, parecidas a las de la Scala de Milán.

González Valcárcel, casado y padre de nueve hijos, tres de: ellos arquitectos, dirigió la transformación del teatro Real, en recinto para la música sinfónica hace 26 años. Consideraba, la actual vuelta del edificio a su antigua función como coliseo operístico, para la que fue concebido en 1850, como una obra. "gigantesca y complicadísima" que le hacía gran ilusión. Calificaba los trabajos de restauración como "apasionantes y vocacionales". Su viuda dijo ayerque su marido falleció en el sitio que más amaba, "donde quería morir".

Esa pasión por el teatro Real la ejemplifica la siguiente: anécdota, contada en 1989 por el arquitecto madrileño: cuando le fue encargada la reforma de 1966 para sala de conciertos, convencido de que tal encargo suponía dejar a Madrid sin local de ópera presentó al ministerio unos planos de reforma que luego no se correspondieron con la obra. Ésta dejó intactas las estructuras del escenario y gracias a ello pueden ser hoy recuperadas. Autor de la reforma del Corral de Comedias de Almagro y del Museo Romántico de Madrid, González Valcárcel también realizó diversos trabajos de recuperación de ciudades y monumentos, como el teatro San José, de Costa Rica, o el plan piloto de Quito (Ecuador), nombrada patrimonio universal.

Respecto a los planes de obras, el pasado marzo Cultura mantenía la fecha prevista de 1992 para la inauguración del Real como teatro de ópera; en junio, el ministerio explicó que no se abriría en 1992 si había que hacerlo con prisas, y ayer, durante la visita de la mañana, el director general del INAEM, Juan Francisco Marco, evitó dar una, fecha.

Entre 1986 y 1992 el precio de la reforma del Real, impulsada por el ex subsecretario de Cultura, José Manuel Garrido, que la pasada semana cesó en este cargo, casi se ha triplicado, pasando de 5.800 millones estipulaslos en 1986 a 16.500 en 1992. Para el Partido Popular, que ha calificado los incrementos como "disparatados", "alguien tiene que asumir la responsabilidad de haber presupuestado así de mal".

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