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Crítica:FESTIVAL DE OTOÑO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Románticos de Nueva York

El American Ballet Theater -que no es, en principio, una gran compañía clásica y que, creada hace sólo 50 años, no tiene ni la tradición ni la escuela de los grandes conjuntos europeos como los de la Opera de París, Copenhague o Leningrado-, optó por presentarse en Madrid con una de las grandes obras del repertorio tradicional, Giselle, el ballet más representativo del apogeo rornántico, que no ha dejado de escenificarse desde su estreno -en París, 1841 -y es el permanente favorito de todos los públicos.Basada en una de las leyendas alemanas recogidas por Heine -sobre las doncellas que mueren vírgenes, cuyos espíritus se reúnen por las noches en el bosque y atacan a los hombres para vengar sus ofensas-, Giselle permitió la cristalización del estilo romántico que se había ido configurando a partir de la danza de las monjas de la ópera Robert le Diable (1831) y La Síffide (1832), de Filippo Taglioni. La coreografía original -montada al alimón por Jean Coralli, entonces titular de la ópera de París y Jules Perrot, el marido de Carlota Grisi, la primera Giselle- fue instantáneamente, reconocida como una obra maestra.

American Ballet Theater

Giselle. Coreografia: J. Coralli, J. Perrot y M. Petipa. Música. A. Adam. Puesta en escena: J. Taras y E. Tchernichova. Escenograria: G. Guaranca. Vestuario: A. Anni. Iluminación: Jennifer Tipton. Intérpretes: Alessandra Ferri (Giselle), Julio Bocca (Albretch), Víctor Barbee (Hilarión), CynthiaAnderson (Myrta), Julie Kent y Johan Renvali (campesinos). Orquesta de la Radiotelevisíón Polaca. Director: Jack Everly. Madrid, Palacio de los Deportes. Miércoles, 10 de octubre.

El ABT tiene a Giselle en su repertorio desde principios de los años cuarenta. Su versión, que se apoya, como casi todas las actuales, en la rusa de Petipa, es respetuosa con las convenciones, elegante en el diseño y está admirablemente bien iluminada y, en conjunto, bien bailada dentro de una cierta rigidez en la parte superior del cderpo y en los brazos que delata que el estilo no es consustancial a la compañía.

La versión es sobria; no muestra la riqueza de detalles ni la elaboración dramática de algunas compañías que han hecho de Giselle su insignia -como el Ballet Nacional de Cuba-, pero funciona con fluidez. La calidad del cuerpo de baile quedó patente en algunos momentos del primer acto, -como el Vals de las amigas de Giselle, bailado con sonriente musicalidad (a lo que constribuyó la presencia de la Orquesta de la Radiotelevisión Polaca), y, en el segundo, donde las willis, Cynthia Anderson a la cabeza como implacable Myrta, dieron la medida de ligereza, frialdad vengativa y sencillez formal que cabía esperar.

Alessandra Ferri -la bailarina milanesa que se hizo estrella en el Royal de Londres y fue llevada al ABT por Baryshriikov hace cinco temporadases, por su parte, una Giselle ideal: hace un primer acto discreto, sin alardes técnicos en su solo y contenida en la escena de la locura, pero en el segundo florece en su ingravidez de espíritu puro. Admirablemente ayudada por Julio Bocca, que sólo apunta aquí sus condiciones de virtuoso, en un papel que es ante todo de acompañante, Ferri tiene el salto aéreo, la suavidad desmayada de línea y el movimiento fluido y sin afectación de la Giselle-willi natural.

Los aplausos del público, que casi llenó el aforo previsto -cerca de 4.000 localidadesfueron calurosos para el conjunto estadounidense.

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