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Un pintor confiesa ser el autor de un 'leonardo'

Juan Arias

El cuadro Madonna del gato, atribuido a Leonardo da Vinci, y que, tras haber aparecido por primera vez en público en la Trienal de Arte de Milán en 1939, había desaparecido misteriosamente de la circulación, es falso. La noticia la ha dejado en su testamento, que el notario acaba de hacer público, el pintor Cesare Tubino.

Tubino murió hace unos días en Turín a los 91 años; en su testamento afirma que el cuadro fue pintado por él y que en caso de que sus herederos quieran venderlo, lo pueden hacer sólo "con mi nombre".La noticia ha caído como una bomba en el mundo de los críticos de arte, porque cuándo, en 1939, la Madona del gato fue expuesta en Milán, en 115 periódicos de todo el mundo se tejieron las alabanzas de la recuperación de la "divina obra de Leonardo", recogiendo las opiniones de los mayores expertos del momento.

Una vez más, la broma del anciano pintor fallecido ha dejado al desnudo la precariedad de los juicios de los críticos de arte, ya que hace 41 años todos los grandes expertos del sector picaron sin remedio. Adolfo Venturi, uno de los mayores conocedores del arte de Leonardo da Vinci, escribió con énfasis: "Estoy feliz de haber vivido tanto para haber podido contemplar esta obra maravillosa como siempre la había imaginado: estos colores, esta sinfonía de tintas, esta belleza espiritual".

Sólo en algunas crónicas periodísticas de entonces alguien llegó a poner en duda que el cuadro fuera de Leonardo, atribuyéndolo, sin embargo, a alguno de sus mejores discípulos, hasta el punto que el Gobierno fascista de entonces hizo hacer un estudio pericial científico en Milán, cuyo resultado fue: "La Madona del gato debe considerarse auténtica".

En el dormitorio

En aquella ocasión, el autor del juego, el pintor Tubino, que se divirtió muchísimo con la broma y se rió con ganas de los críticos, no pudo contenerse y contó el secreto a sus familiares más íntimos, los cuales, sin embargo, abrumados por la ola de buenas críticas, le tomaron el pelo diciéndole: "Ahora se te han subido los humos a la cabeza y te crees una reencarnación de Leonardo".

Visto que nadie creía en su broma, el pintor recogió su cuadro y lo escondió en su casa, colocándolo en su dormitorio, el mismo que días atrás le vio dejar este mundo.

En la Trienal de Milán, la Madona del gato, que había sido expuesta en la sala de honor del Castello Sforzesco junto a otras obras prestigiosas de Leonardo, había sido presentada a Giorgio Nicodemi, director de la exposición milanesa, por un desconocido, que le contó que el cuadro había pertenecido siempre a una familia de la nobleza de Bari amiga suya, que la había conservado sin darle mayor importancia. En realidad, dicha persona era sólo un amigo del falseador Tubino que colaboró en la broma.

El director de la exposición escribió entonces: "El reconocimiento de la autenticidad de la obra, de sus formas exquisitamente florentinas, fue inmediato."

Para salvar in extremis a la crítica de entonces, ayer se recordaba en el diario La Stampa, de Turín, que dio la noticia, que Tubino solía usar con gran perfección la técnica y los colores de los autores imitados.

Quien ha conocido al genial imitador recuerda de él que lo hacía para divertirse.

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