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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Más pena que gloria

Eugéne Labiche estrenó su Sombrero de paja de Italia en 1851. La alucinante historia de una novia con su cortejo nupcial y sus regalos, que corren por todo París tras el novio, que busca desesperadamente un sombrero de paja de Italia que sea réplica de uno que se ha comido su caballo, y cuya propietaria estará en grave aprieto si no lo repone no ha dejado de fascinar en todo este tiempo. Labiche era un autor de farsas con un gran oficio teatral, que le proporcionó una enorme riqueza, y con un lenguaje francés tan bello que le llevó a la Academia; no empleaba sus dotes en vano, sino en una pintura crítica y divertida de la burguesía parisiense.

Hizo fracasar

El sombrero de paja de Italia

De Eugéne Labiche (1851). Libreto y música de Nino Rota (1955). Versión española de Berta y José María González Sinde. Intérpretes: Mauricio Septién, José Antonio Campo, Joan Cabrero, Ana María Leoz, Francisco Matilla, Juan Pedro García Marqués, María José Sánchez, Ana Cid, Dolores Arenas, Federico Gallar, Luis Alvarez, Carlos García. Escenografía: Lloreng Corbellá. Dirección escénica: Horacio Rodríguez de Aragón. Dirección musical: Luis Remartínez. Coro, orquesta y producción de la Opera Cómica de Madrid. Teatro Albéniz, 12 de mayo.

Desde entonces todo el mundo ha querido hacer su Sombrero de paja, incluso Orson Welles -Horse eats hat, en 1936- o Ray Coonif, por citar dos de los grandes a los que esta obra hizo fracasar seriamente. Ha pasado, en cambio, a ser clásica la versión cinematográfica de René Clair, magistral dentro de las posibilidades que tenía ese arte en 1927.En 1955, el músico Nino Rota, que tenía 44 años y muy buena formación clásica, trataba de abrirse un camino en la ópera -lo encontraría muchos años después en el cine sobre todo con Fellini; hoy es uno de los más grandes compositores del género-; hizo una versión del Sombrero que pasó sin dejar huella profunda; el equipo Strehler la recuperó en 1958 para la Piccola Scala, sobre todo con la intención de valorar el espectáculo, de teatralizarlo.

Esta ópera cómica es la que se estrena ahora en Madrid; la pareja Berta y José María González Sinde traducen en castellano -rimado, ajustado a la música- el libreto original de Ernesta y Nino Rota para la ópera Cómica de Madrid, que la Comunidad apadrina en su teatro Albéniz.

Si fuera otra cosa

La partitura de Nino Rota tiene una belleza fría procedente de su sabiduría musical y de las reminiscencias de la época que retrata. Puede que tocada por una orquesta más pícara, más animada, más pimpante que la ópera Cómica -cuyo director se partió un dedo en el entreacto y, vendado, dirigió la segunda parte-, con una compañía menos mediocre y más actuante que ésta -con buenas impresiones musicales dejadas por Ana María Leoz y María José Sánchez-, con una dirección capaz de seguir el movimiento retumbante de Labiche -aunque parezca inevitable que la concepción musical retarde la viveza meramente teatral del original-, cosa que no ha hecho Horacio Rodríguez de Aragón, y con un decorado que no tenga la tristeza infinita del de Lloreng Corbellá podría justificar la presentación. Es decir, si fuera otra cosa.Strehler es un peligro muy grande para el teatro español; mucha gente cree que su repertorio es importante y brillante porque lo ha seleccionado él y basta con repetirlo, y es un grave error: Strehler es su propia creación, su capacidad personal, su inventiva, su conversión en espectáculo de lo que toca.

La obra pasa en esta versión penosamente, sin ninguna de sus fuerzas originales. Aunque siempre hay en Madrid un buen público para este género, y está muy ligado al esfuerzo, y es capaz de gritar bravo a todo lo que le suene por delante. Y así pasé al final de la primera representación.

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