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Entrevista:

Furet: "La Revolución Francesa ha terminado"

Para el historiador, la búsqueda del consenso político y no la toma violenta del poder es el legado de 1789

La conversación con François Furet, irónico y riguroso, se convierte inevitablemente en un recorrido por las revoluciones contemporáneas. El profesor, que actualmente se encuentra investigando sobre los orígenes de la revolución americana, es optimista porque a finales del siglo XX el mundo vuelve "al problema fundamental de la democracia sabiendo que no hay soluciones milagro", y confía en que la conmemoración del bicentenano, "si no se convierte en una celebración chovinista y nacional", sirva para reflexionar sobre las dificultades y también la grandeza de este sistema político.Pregunta. Tradicionalmente se ha considerado la Revolución Francesa como una revolución burguesa. ¿Cuál es su opinión sobre esta creencia convencional?

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Respuesta. Hay, evidentemente, algo de cierto en esta idea de que a finales del siglo XVIII la Revolución Francesa presenta al menos como balance el llevar al poder a la burguesía. Pero en el fondo no creo que la revolución sea reductible a esta idea de promoción social. La idea de la revolución burguesa no permite explicar la duración de la crisis política francesa porque si unimos la revolución al poder de la burguesía, ¿por qué tardó tanto la burguesía en estabilizar su poder político, como dicen los marxistas, en estabilizar su dominación? La primera cosa que se resiste a esta interpretación marxista es la dependencia de una idea política en relación con la sociedad civil.

La sociedad moderna

P. Usted ha dicho que la Revolución Francesa había terminado. ¿Por qué?

R. He dicho que había terminado porque para mí la Revolución Francesa se caracteriza por la fundación de la sociedad democrática, es decir, de una sociedad de individuos libres e iguales que sustituye a una sociedad en la que, por el contrario, los individuos estaban cogidos en lazos de dependencia. A partir de esa sociedad que la revolución creó en seguida, el problema de la sociedad moderna es hacer un cuerpo político único y estable con una sociedad atomizada en individuos. Esto es para mí la Revolución Francesa, y es un problema mucho más universal que el problema de la burguesía. Gorbachov está intentando ahora reconstituir un cuerpo político, y los franceses han tardado mucho en hacer suya esta cuestión, ya que el pueblo francés en el siglo XIX y gran parte del XX no ha cesado de cambiar de Constitución. Y creo que a finales del siglo XX hemos llegado al final de la Revolución Francesa porque las instituciones actuales de Francia hacen aparecer un consenso político como no había existido jamás desde 1789.

P. ¿Se ha extinguido entonces el legado revolucionario de 1789?

R. El ideal revolucionario por excelencia que es la toma del Estado para realizar el ideal colectivo ya no está vivo. Por esto digo que la Revolución Francesa ha terminado. Y si tomamos por ejemplo la última gran tensión social francesa que es el Mayo del 68 vemos que ya no están para nada los elementos de la cultura revolucionaria clásica como es la, toma del poder. En 1968 se quiere evolucionar la sociedad: transformación de las costubres, igualdad de sexos, libertad de los hijos con respecto a los padres..., pero todo esto no tiene nada que ver con la tradición jacobina de la toma del poder. Y esto es lo que quiero decir cuando digo que se ha acabado la Revolución Francesa. Se puede decir que el régimen presidencial actual es una manera de conjugar el antiguo régimen y la revolución.

P. Las consignas clásicas de la Revolución Francesa fueron recogidas por nacionalistas, liberales y el movimiento obrero durante el siglo pasado, ¿para quién siguen siendo válidas a finales del siglo XX? ¿Hasta qué punto los intentos de reforma de sociedades como la soviética se vinculan con aquella experiencia?

R. Las consignas de la Revolución Francesa tienen gran actualidad en la medida en que reclaman una sociedad fundada en la libertad de los individuos, en la garantía de los derechos de los individuos y, en consecuencia, en la constitución de un Estado que permita estas garantías. Los principios de la revolución han adquirido una suerte de valor suplementario hoy tras la experiencia soviética. Lo que se ve aparecer en la URSS 70 años después de 1917 es el comienzo de 1789. Individualismo de mercado, derechos humanos y procedimientos electorales de la democracia, es decir, todo lo que Lenin había considerado como las mentiras burguesas. Esto verifica mi tesis de que la Revolución Francesa no es reductible al concepto de burguesía. Tiene un valor más universal porque hoy se ven resurgir sus postulados en sociedades que no son para nada burguesas.

P. ¿Cuáles son las diferencias y similitudes entre la Revolución Francesa y la americana?

R. Tienen en común el descubrir a las sociedades los principios de la democracia moderna, es decir, los hombres son libres e iguales y poseen derechos imprescriptibles. Pero la revolución americana fue más feliz. No tuvo tragedia porque la llevaron a cabo una serie de personas procedentes de Inglaterra que eran disidentes religiosos, que no tenían enemigo exterior ni Estado central contra el que luchar, sin rey, sin Iglesia católica, con tierras; estaban en unas condiciones ideales y cuando declaran los derechos del hombre de alguna manera lo que hacen es describir su vida. Mientras que en la Francia de final del siglo XVIII la declaración de los derechos del hombre supone un trastorno total del paisaje. Si hay que buscar en la historia americana algo que se parezca a la Revolución Francesa, hay que buscarlo quizá en la guerra de Secesión.

P. ¿Para qué debe servir la conmemoración del bicentenario de la Revolución Francesa?

R. Yo soy profesor, y para mí puede servir para hacer una pedagogía de la democracia como algo que nos permita explicar la dificultad, al mismo tiempo que la nobleza, de los regímenes democráticos y el fracaso de las tentativas que han pretendido resolver las tensiones de la sociedad. El siglo XX está lleno de tantas revoluciones a las que ha seguido el despotismo más absoluto que han dado una experiencia que no existía hace 100 años.

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