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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Esperpento tonto

Jeanne Moreau, la gran actriz francesa, ha estado por aquí dando algunas lecciones de cómo derrocha talento sobre un escenario.Paralelamente, se ha estrenado en Madrid El milagro, uno de sus últimos filmes, donde indirectamente Jeanne Moreau muestra su valía incomparable ante una cámara. En un filme mediocre, ella no lo es; en un filme sin gracia, ella la tiene; en un filme donde no hay creación de personajes, ella se saca uno de la manga y lo sostiene; en un filme donde no hay dirección de actores, ella se autodirige. Y logra estar bien, allí donde todo a su alrededor da bastante pena.Jean Pierre Mocky es, sin ser viejo, un veterano del cine francés. Es actor, escritor, guionista, director, hombre de radio, bufo, comediante de múltiples facetas, con aires libertarios desenfadados y cierto tinte de ácido de cabaretero intelectual, de iconoclasta de laboratorio, al que le viene muy grande la fama que ha adquirido en Francia. Uno de los síntomas del mal momento por el que pasa el cine francés es el del encumbramiento de este prolífico cineasta de relleno.

El milagro

Dirección: Jean Pierre Mocky. Guión: Jean-Claude Romer, Patrick Granier, Jean Pierre Mocky. Fotografía: Marcel Combes. Música: Michel Nyman y Jorge Arriagada. Francia, 1986. Intérpretes: Jeanne Moreau, Michel Serrault, Jean Poiret, Steve Joly, Marc Maury, Sophie Moyse, Hervé Pauchon, Jean Rougerie, Roland Blanche. Estreno en Madrid: cines Dúplex y La Vaguada.

El milagro, que fue presentada sin pena ni gloria hace dos años en el festival de Berlin, es aproximadamente lo que aquí llamariamos una película-esperpento. Recuerda argumentalmente a una combinación de Nacional III, de Berlanga; y En bandeja de plata, de Billy Wilder, pero en nada se parece a estos sus precedentes. El desgarro de Berlanga es inaccesible a los alcances de las florituras, más versallescas que libertarias, de Mocky; y la penetración del humor de Wilder es dificilmente comparable con la del bisturí mellado y sin afilar de este inhabil cirujano del lado ridículo de la sociedad francesa.

El milagro, una historia mal vertebrada de pícaros en la macabra feria de Lourdes, comienza interesando y poco a poco se desinfla hasta quedarse reducida a un globito arrugado y sin oxígeno que haga volar la imaginación. Es un filme corto y torpe, en el que Mocky quiere mucho y consigue muy poco, por no decir nada. La sorna y la causticidad del argumento son neutralizadas por su blando desarrollo en el guión y en la dirección. La crítica deriva hacia la caricia y la gracia hacia el tedio.

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