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Crítica:MÚSICA CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La Cuarta sinfonía de Tomás Marco

Un programa con 'resurrección" estreno mundial y vivo tiene la virtud de interesar a todos. Así, el último de la Orquesta Nacional, dirigida por Jesús López Cobos, juntó una Sinfonía en re mayor del presunto español Carlos Ordóñez (1734-1786) revisada por Ángel Oliver, el estreno absoluto de la Cuarta sinfonía (espacio quebrado), de Tomás Marco (Madrid, 1942) y la actuación del pianista Ivo Pogorelich en el segundo concierto de Chopín.Fueron muchas las bellezas chopinianas de Pogorelich a través de una interpretación libre y plena de fantasía, pero incluso las libertades obedecen a planteamientos serios, nunca a inspiracionismos del momento. Pogorelich fue sumergiéndose -y sumergiéndonos- en la entraña de la obra y cuando llegamos a la ténue e intensa cantabilidad del andante, el encantamiento estaba logrado. López Lobos acompañó muy bien, lo que no es fácil cuando el solista posee rasgos tan fuertes de personalidad.

Orquesta Nacional de España

Director: Jesús López Cobos. Solista: I. Pogorelich. Piano. Obras de Ordóñez, Marco y Chopin. Teatro Real, sábado 16 de abril 1988.

Inteligencia

Tomás Marco o la inteligencia en funciones. Una vez más ha quedado demostrado que el prolífico compositor madrileño posee un talento natural fuera de serie, gracias a la belleza y el interés indudable de su Sinfonía número cuatro, la más importante y mejor conseguida, hasta la fecha, de toda la serie. No es necesario aclarar que desde Claudio Debussy a nuestros días el término sinfonía no representa, obligatoriamente, el esquema clásico-vienés y que, ni siqueira, ha de aparecer necesariamente unido a la tonalidad funcional que dio vida a la forma.

Una de las preocupaciones constantes de Marco es la relación artista-público, composición-percepción, facilitada históricamente por pentágramas en movimiento que persiguen el acceso a los puntos culminantes de tensión y la consiguiente relajación. Todo ello apoyado por el ritmo interno y el principio tonal, inamovible para muchos.

En la propuesta de Marco el tiempo se estatifica hasta convertirse en un espacio amplio y expectante habitado por acontecimientos sonoros; el ritmo, tan enérgico en la Cuarta sinfonía, deja de ser un "siempre seguido" para imponer el orden de su fuerza palpitante y hasta martilleante. Hace falta gran talento para lograr, por estas vías, una receptividad activa, interesada y asumidora. La acogida del público a la obra de Marco revela que todo se alcanzó en la Cuarta sinfonía trabajada por el compositor con materiales de fisonomía tonal (que no se integran en funcionalismo de estilo tradicional) y en la que se explotan con extrema fantasía las combinaciones tímbricas, el contrapeso de las masas sonoras y se crean una serie de imágenes fundamentalmente musicales pero también literarias y plásticas, al modo de un Borges sonoro, descubridor, imaginativo y, si se me apura, surreal.

Después de año y medio de trabajo la Cuarta Sinfonía ratifica y modifica a la vez los interesante perfiles compositivos de Tomás Marco. La versión dada por Jesús López Cobos, a quien la obra está dedicada, y la Orquesta Nacional, fue clara, pujante, plena de lógica y fascinante de sonoridad. Por lo que el éxito para intérpretes y compositor quedó redondeado en todos sus valores.

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