Los filósofos jóvenes recuerdan a Thomas Hobbes en sus debates sobre la democracia
FRANCESC ARROYO ENVIADO ESPECIAL, El 25º Congreso de Filósofos Jóvenes se suma a las conmemoraciones del 400º aniversario del nacimiento, de Thomas Hobbes, que se celebra hoy. Antes de la sesión de esta mañana, su presidente, Angel Manuel Molina, dedicará unas palabras de recuerdo al pensador inglés, fundador de la teoría política moderna. A continuación los ponentes analizarán diversos aspectos del pensamiento social en un congreso íntegramente dedicado a la relación entre la filosofía y la política. La sesión plenaria de ayer estuvo centrada en las teorías justificativas de la democracia, y terminó, no casualmente, con una doble alusión a Thomas Hobbes.
La figura del pensador de Malmesbury estuvo flotando a lo largo de las tres intervenciones que dieron paso a un animoso debate. La justificación de la conviviencia, el derecho a resistir a los poderes establecidos y la legitimidad del poder fueron algunos de los temas planteados y a los que había dedicado páginas enteras Hobbes.En la sesión intervinieron Eduardo Bello, Antoni Domènech y Antonio Rodríguez de las Heras. Bello habló de la legitimidad democrática y la soberanía popular, apuntando la posibilidad de que hubiera una distinción entre legitimidad y legalidad que abriría las puertas a la resistencia al poder establecido por la vía de la desobediencia civil.
Domènech intentó resaltar los chirridos que se oyen cuando se justifica la democracia Iiberal desde una teoría formal de la racionalidad. En su opinión hay una variante democrática que no ha hecho fortuna en nuestros días: la que tendría como resultantes a Robespierre, Jefferson y Lenin, el viejo esquema democrático republicano. Frente a ella, otra variante democrática ha hecho fortuna en Occidente, la que se conoce como democracia formal o liberal y que satisface cuatro requisitos: el uso de la mayoría simple como mecanismo de decisión, el proceso político de negociación para dirimir la diferencia entre intereses contrapuestos, el voto como acto privado y en silencio y el carácter institucional, es decir, con vistas a un fin, del conjunto del proceso político. Domènech objetó a esta variante democrática por la que no resulta en modo alguno evidente que la decisión por mayoría simple sea, una regla racional óptima y que pueda entenderse que la racionalidad colectiva no es sino un agregado de racionalidades individuales y, en este caso, ¿cómo se consiguen decisiones consistentes? Antonio Rodríguez de las Heras expuso diversos gráficos que, en su opinión demostraban que un sistema democrático exige que la mayor pluralidad comporte también, una mayor coacción de las mayorías sobre las minorías.
La diferencia entre legalidad y legitimidad, es decir, entre la fundamentación del derecho del Estado a promulgar y hacer cumplir las leyes, fue en plena medida el eje del debate. "¿Coinciden?", se preguntaron varios de los asistentes. En caso afirmativo, no cabe, en un Estado democrático, ni la desobediencia civil ni la rebelión, ni mucho menos la revolución. En ca,so contrario, ¿quién decide qué es un derecho de resistencia legítimo? ¿El recurso a la fuerza? No hubo, pese a que fueron insistentemente solicitadas, respuestas para las preguntas o, por lo menos, no hubo respuestas definitivas. En general se apuntó la necesidad de superar los conflictos sociales sin el recurso a la violencia, sea ésta individual o de grupo en la mejor tradición hobbesiana. El Estado, por delegación, es el único detentador legítimo de la fuerza, se afirmó en algún momento, y lo es en función de un pacto.
Tal y como dijeron Ángel Manuel Molina y Antoni Doménech al empezar la sesión, el primer teórico del pacto social fue Thomas Hobbes, sin bien Molina matizó que el pacto que Hobbes propone para evitar la violencia no se halla en el pasado, sino que es un acto de previsión frente a los males que el desgobierno origina y que responden a un único nombre: la guerra.
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