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Octavio Paz visita Altamira

El poeta y ensayista mexicano Octavio Paz fue ayer, entre las 11.30 y 11.50, uno de los escasos y privilegiados visitantes de las cuevas de Altamira, en Santillana del Mar (Cantabria). Dos meses antes, por encargo de Eulalio Ferrer, publicista cántabro avencidado en México, el coordinador de la Fundación Santíllana y poeta Aurelio García Cantalapiedra había solicitado, precisamente para ayer, el oportuno permiso para acceder al yacimiento.

Fue en 1982 cuando, después de haber permanecido cuatro años cerradas al público, se abrieron otra vez las cuevas, ahora sujetas a un régimen de visitas muy restringido, a fin de asegurar la conservación de sus pinturas: sólo 10 licencias al día durante mayo y 35 en septiembre, unas 9.000 al cabo del año.

"Estoy profundamente asombrado", exclamó una y otra vez Octavio Paz en la gran sala policroma mientras quería saber de sus acompañantes y del guía, Ángel, si las históricas pinturas, los famosos bisontes que tenía sobre su cabeza, constituían una grandiosa invocación religiosa o eran una prodigiosa manifestación de un suceso mágico. Paz interviene hoy en el seminario de la Universidad Internacional Meriéndez Pelayo sobre romanticismo y literatura contemporánea.

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