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El chico de la cámara reina

Como acota su territorio un animal de presa, el protagonista de La ley de la calle -cuyo enigma personal atraviesa de parte a parte el enigma del violento, cerrado, amargo mundo que le rodea- define las fronteras de ese su mundo con una pintada de aristócrata sobre las paredes mugrientas del barrio: "Aquí reina el Chico de la Moto". La tonalidad noble y crepuscular que el personaje otorga a su escenario se vuelve como un espejo contra su autor y extrae de él una escondida sombra autobiográfica. Ford Coppola tomó al cine como territorio personal y lo delimitó hacia fuera con mirada de garra: "Aquí reina el Chico de la Cámara".En su país no le han perdonado, ni probablemente le perdonarán hasta que se calle, su independencia de fiera. El resultado es que hoy Francis Ford Coppola, cumbre del cine norteamericano actual, es considerado en los Estados Unidos como un extranjero, lo que allí, tal como están las cosas, equivale a decir que es un delincuente habitual. Probablemente lo es, desde esa óptica. Para hablar, como sólo Coppola y cuatro elegidos pueden hacer, de tú a tú a la herencia de Hollywood -no el de ahora, sino el que mataron hace décadas los que hoy están en el poder en Washington- hace falta una capacidad de transgresión que sólo da esa libertad profunda que a los espíritus serviles, cuando se encaraman al mando, les aterra como el demonio a la beata.

La vista atrás

A los 46 años, cuando casi todos los de su oficio comienzan a subir las rampas a que tienen alcance, Ford Coppola es un clásico del cine, un cineasta que hay que cotejar con gente como Orson Welles o Fritz Lang para enterarse de por qué vericuetos camina. Las cinematecas del mundo, con excepción de las de Estados Unidos, dedican retrospectivas a su todavía corta obra. Hacía mucho tiempo que el cine norteamericano no exportaba a Europa un filme como La ley de la calle. Hay que echar la vista muy atrás, a la obra de cineastas como los más arriba nombrados, para encontrar no sólo una obra de su ambición y su talla, sino de análogo sabor. Es otro cine que el que habitualmente nos colocan con embudo las multinacionales norteamericanas de distribución de películas. Un mundo les separa.

Ford Coppola ha iniciado su despegue en el mismo punto en que se estrelló contra la miseria política el genio de Hollywood, en un momento dificil de determinar de la década de los años 50. No es, pese a ello, un cine anacrónico, sino de hoy, solo que también de siempre. Se percibe en cada plano de sus filmes, en el aspecto de garra de fiera en actitud de delimitar su territorio que su cámara toma cuando encuentra a su alcance una verdad que filmar en forma ficción. Todavía hoy, la obra de Ford Coppola es asunto del futuro, pero este ya resuena sobre ese pasado que nos trae a la memoria el recuento de sus filmes. Algunas escenas de la segunda parte de El padrino o de Apocalypse Now, toda La ley de la calle, es cine de ayer y se palpa que va a ser el de mañana.

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