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CINE

Más tonta que loca

Las tradiciones de la comedia enloquecida son, en los anales del Hollywood de los pioneros y más tarde, de la época de plenitud, una auténtica caja de delicias. Desde las bárbaras películas cortas de los Keystone Cops, hasta Loquilandia; desde las memorables fechorías a mil por hora de Harold Lloyd, Mabel Normand, Ben Turpin, Buster Keaton, Charles Chaplin, Stan Laurel y Oliver Hardy, hasta la genial devastación universal de los hermanos Marx, hay en este inagotable almacén de los mejores frutos de la imaginación de este tiempo verdaderos tesoros de gracia, de irresistibles carcajadas.Hoy, el cine norteamericano, que padece la más aguda crisis de inventiva de su historia, vuelve insistentemente la vista hacia atrás en busca de la gran cantera de sus pioneros y maestros. Así como el listísimo Steven Spielberg entra a saco en las inagotables series de aventuras exóticas del Hollywood de los años 30, para con ellas nutrir las de su Indiana Jones, los autores, por así llamarlos, de esta tonta Loca academia de la policía 2, roban sin el menor pudor en aquel prodigioso arsenal de carcajadas. Pero así como el listísimo Spielberg sabe robar con maña, y no se le nota, estos últimos ni siquiera eso. Son chorizos, pero, para mayor inri, malos como tales.

Loca academia de la policia 2

Director: Jerry Paris. Guión: BarryBlaustein y David Sheffield. Fotografia James Crabe. Música: Robert Folk.Intérpretes: Steve Guttenberg, Bubba Smith, David Graf, Michael Winslow, Bruce Mahier, Marion Rarnsey, Colleen Camp, Howard Hesseman, Art Metrano, George Gaynes. Producción norteamericana de Paul Maslansky para la Warner Brothers, 1985.Estreno en Madrid: cine Avenida.

Esta tontísima Loca academia 2, es sólo eso: 2. Si ya la tonta Loca academia 1 era una imitación de lo inimitable, la nueva edición conduce hasta sublimes grados de torpeza en la imitación de la imitación de lo inimitable, al plagio del plagio. La peliculilla se presenta como un buen, original y apetecible ejemplo de cine fresco para este desnucador verano. Más bien habría que hablar de su frescura a secas, sin verano, sin justificación y, sobre todo, sin el menor rastro de lo que entendemos por cine.

La película comienza con un par de gags de recuerdo, que levantan a través de automatismos las carcajadas del -en este caso no respetado- respetable, solo por mimetismo de la frágil memoria de la anterior película. A continuación comienza un engorroso silencio que invade progresivamente la sala. Incluso los niños, que tienen las mayores mangas imaginables para estos filmes enloquecidos, descubren el entontecimiento y enmudecen. No hay respuesta más disuasoria, ni más cruel, que el silencio para quienes pretenden convertir su impotencia expresiva en fuente de gracia.

El director del engendro, Jerry Paris, no tiene ni idea de cómo hay que construir un gag. Carece, casi lastimosamente, del sentido del tiempo, de la matemática mecánica de la duración del verdadero gag. Si tenemos en cuenta que la tonta película se construye sobre medio centenar de estos muñones de gags, y que ni uno solo de ellos está bien concebido y menos aun realizado, todo queda dicho.

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