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Tribuna:Cortázar, entre nosotros / 2
Tribuna
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Vestir de plumas al águila

Sergio Ramírez

Hay retornos, pero también un momento de volver. Y el relieve dialéctico de la costa en la cual debía desembarcar era Nicaragua (no vamos a hablar aquí de toda la rica relación de Cortázar con Cuba, enfrentada también a EE UU). Todo esto es muy importante para los intelectuales emigrantes frente a cuyos ojos siempre existirá la posibilidad de divisar un relieve de costa atormentada esperando, una revolución que surge, un pueblo pobre en sus baldíos que mostrará entre sus harapos sus esperanzas, cualquier puerto en la costa de América Latina que se extiende en la lontananza viva de la historia; el porvenir de que hablaba Rubén, que calla y espera.Con Cortázar se acabó el mito del hombre de dos mundos que sólo sabe vacilar en el filo del abismo y acaba por no ser ni de aquél ni de éste, bajo el riesgo de que después de tanto remilgo, meditación y parsimonia, se termina por pasarse con todo y cartuchera del lado del coloso del Norte, buen vecino o búfalo de dientes de plata, como se quiera, que es cuando la escogencia tiene realmente consecuencias trágicas.

Se puede envejecer en París, de manera inofensiva, desecarse, descarnarse; o de este lado, en México, en lo lato de la pirámide como simple observador subjetivo del mundo, lo cual tampoco hace daño a nadie; pero pasarse activamente al bando del coloso y ser pieza de sus conspiraciones ideológicas, de sus monumentales maquinaciones y formidables lavados de cerebro, ya pasa de castaño a oscuro. Por muy buen poeta que alguien haya aprendido a ser, es una tragedia acabar tocando con Reagan el piano a dos manos y jurando que en Nicaragua la marea roja del comunismo internacional está ahogando bajo el más abyecto totalitarismo bolchevique al ser latinoamericano, al individuo. Cuando a semejante pobreza de esquema se le presta la firma y el prestigio, sólo para quedar en paz con el diablo, y su sueño americano, ya no queda más que aceptar que a los niños en Nicaragua los freímos en aceite. ¿Y para qué te sirvieron entonces todos tus esfuerzos de abstracción poética, todas tus complicaciones de rigor verbal, todos tus enigmáticos aportes a la lengua?

Espacio vital

El individuo, la libertad del individuo: el ser, el espacio vital del ser. Algunos intelectuales latinoamericanos, para no ser menos liberales que algunos intelectuales de EE UU y para no desentonar con el espíritu de la alianza para el progreso, ya que Kennedy admiraba a Frost y llevaba a Casals a tocar en la Casa Blanca, se concedieron un moderado espacio de conducta crítica frente a las políticas imperiales de Estados Unidos, mientras la agresividad extrema de la nueva derecha metida en la Casa Blanca donde antes se oía el violonchelo de Casals, no les cerrara ese espacio. Pero cuando el águila empieza a ejercitar constantemente su vuelo, enseña las garras y pone todo bajo su sombra ominosa, hay que batirse en retirada y los pretextos sobran. Es entonces cuando el concepto de libertad, o la palabra libertad, se vuelve tan elástica como el chicle Adams y hay que defenderla porque si no se la come viva el totalitarismo sandinista.

La libertad se vuelve entonces el más obsceno de los fetiches; nada puede sacrificarse en contra de la libertad, el individuo creado en las abstracciones intelectuales no puede perder su espacio vital, las revoluciones sin esa clase de libertad no se justifican. Y venir a preguntarnos a los sandinistas qué pensamos nosotros de la libertad, no hace falta; ya se da por descontado que, por revolucionarios, somos sus enemigos acérrimos. Y, además, qué horror, estamos armados.

Si se nos preguntara, lo primero que responderíamos es que individuo y libertad han sido las más de las veces sólo abstracciones verbales en la historia de América Latina; y que los términos de comparación son escasos, o son mentirosos para medir la libertad en un país sacudido por una revolución y que se defiende a muerte frente al poder de EE UU, que no trata de destruirnos con intransigencias teóricas, sino con acciones sistemáticas de terror, manipulación, chantaje, desolación, muerte. Es en este contexto donde en Nicaragua el individuo es respetado en su verdadera individualidad, no como objeto de vagas teorías sino en la práctica concreta de su existencia liberada; la libertad no como un asunto a ser dilucidado entre intelectuales, sino con respecto a todo un conglomerado vasto y diverso de hombres y mujeres que prueban a ser libres todos los días bajo la inquina feroz de la secta Moon y los iluminados del destino manifiesto, McFarlane, Kirkpatrick, Reich, que para desgracia de los amantes de la libertad de óptima categoría prefieren, además, la música ambiental de los supermercados a Casals. Las abstracciones conceptuales resultan ecos de la abstracción misma cuando se trata de establecer un campo de acción, o de combate, en términos reales y precisos, para estas ideas que son hijas de la docilidad y el temor; porque si algo tiene la revolución sandinista es un relieve histórico, nuevo y concreto que tampoco es estático.

Graznidos estentóreos

Lo menos que podía hacerse, si el águila no vigilara tan de cerca y con graznidos tan estentóreos, es aceptar el sentido experimental que la libertad tiene en una revolución a la que no quieren dejarle ni las uñas para que se defienda; y darle al menos el beneficio de la espera, dejarla progresar en su consolidación y en su desarrollo. Pero, bajo el terror ideológico de la era Reagan, lo más fácil ha sido aceptar que fatal e indefectiblemente los sandinistas se encaminan hacia el totalitarismo sin resquicios, y que sólo el deus ex machina, Reagan mismo tronante, puede restablecer en Nicaragua el justo equilibrio, y la proporción adecuada de libertad conceptual perdida.

En Nicaragua la libertad ha nacido como un fenómeno nuevo para miles que no leen el Washington Post y no saben que existe la revista Vuelta; y tampoco tienen acceso a las actas del Congreso de EEUU donde las discusiones tratan de resolver si se nos estrangula hoy mismo, sin más trámite, o se trata de una muerte a plazos con derecho a último deseo antes de la ejecución. Permitirles el derecho tan occidental de la palabra, a miles de campesinos sin luz, carretoneros, vivanderas, mozos de cuerda, maestros rurales que enseñan sin pizarras, milicianos que siembran con el rifle al hombro, y que bien podrían coger un micrófono y explicarte con una lucidez que te dejaría pasmado qué cosa es la libertad entre nosotros. Si es que se les preguntara.

es vicepresidente del Gobierno de Nicaragua y escritor.

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