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Juan Pablo II subraya la necesidad de que los cristianos se comprometan en lo temporal

Juan Arias

Situándose en una óptica distinta a la de cierta Iglesia tradicional que ha hablado siempre del infierno y del pecado refiriéndose sobre todo a los problemas del sexo, Juan Pablo II afirmó ayer, citando una de las frases más revolucionarias del Concilio Vaticano II, que "el cristiano que no se compromete con los problemas temporales pone en peligro su misma salvación eterna" y que el amor, para ser auténtico, tiene que ser siempre "social". El Papa Negó ayer a Winnipeg en medio de excepcionales medidas de seguridad.

WinnipegLas referidas afirmaciones fueron hechas por Juan Pablo II en Winnipeg, capital de la provincia de Manitoba, cremallera entre el Este y el Oeste de Canadá, donde, de sus 600.000 habitantes sólo el 32% son católicos y el resto protestantes, algunos de ellos pertenecientes a sectas de notorio fanatismo que han obligado a la policía a tomar medidas durísimas de seguridad, incluso con los periodistas, por el gran número de amenazas anónimas contra el Papa y de las advertencias sobre posibles atentados que han sido recibidas por la policía.Hoy el Papa dormirá en Edmonton, en una residencia de las "religiosas grises", y durante toda la jornada desaparecerá materialmente concediéndose por primera vez en sus viajes internacionales una jornada privada de descanso. Lo que haga Juan Pablo II hoy constituye un secreto que los fotógrafos y agencias periodísticas de medio mundo, que cubren la información de este viaje, están desde ayer intentando violar para saber dónde y con qué tipo de deporte intentará relajarse, el Papa de la fatiga de esta dura maratón canadiense.

Hablando a los fieles de Winnipeg con un discurso dedicado a todo el Canadá -en el que ha alabado la capacidad de este país para hacer convivir juntas gentes de culturas, razas y lenguas distintas y su generosidad en abrir sus puertas a millones de emigrantes y exiliados de todo el mundo-, les recordó la afirmación del papa Juan XXIII cuando dice en su Encíclica Pacem in Terris, que "quienes mejor sirven la causa de la justicia son aquellas autoridades que hacen todo lo posible para mejorar las condiciones humanas de las minorías".

Precisamente aquí, en Winnipeg, existe la comunidad más numerosa de ucranianos en el exilio. Cuenta con una diócesis propia y más de 150 parroquias. Hablándoles ayer el papa Wojtyla en su propia lengua, les exhortó á que fueran fieles a sus raíces históricas, a su cultura y a su antigua tradición de fidelidad a Roma.

Respeto a las minorías

Este viaje de Juan Pablo II a Canadá está poniendo continuamente sobre el tapete el problema del respeto a las minorías étnicas. Y los encuentros del Papa con estas comunidades, que van desde los polacos a los italianos, de los ucranianos a los aborígenes y primeros habitantes; de este inmenso territorio que tiene lagos más grandes que toda España, está resultando uno de los puntos más interesantes de esta gira apostólica.Durante su visita a los bosques de la región de los Hurones, donde se reunión con varios grupos de tribus de pieles rojas -el sábado pasado en un fantástico escenario de una vegetación teñida ya con los colores de oro del otoño canadiense- el Papa les dijo, por ejemplo, que la Iglesia quiere reconciliarse con ellos y que desea defender su identidad y su cultura.

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Les vino a decir que también Dios "es indio", porque ellos son parte del cuerpo de Cristo, y que hasta la cultura cristiana se ha enriquecido de sus valores antiguos de sentido comunitario, de amor por el pacifismo, de desinterés por el poder y de sensibilidad humana y espiritual en el campo de las relaciones humanas.

Los jefes indios le regalaron al Papa en agradecimiento una pluma de águila en la que habían pintado tres puntos rojos, como símbolo, dijeron, de la sangre derramada durante su atentado. Una pluma que para estos pieles rojas está llena de simbolismo porque representa al gran espíritu de los bosques.

Durante la ceremonia del Papa con los hurones, los indios quemaron "la hierba dulce" según los ritos de sus antepasados. Aquel humo de la hierba sagrada de los pieles rojas, entrelazado con el del incienso de la liturgia católica, fue como un símbolo plástico, querido por los obispos canadienses y permitido por el Papa, del respeto al pluralismo y a la diversidad de las culturas y de sus ritos diversos que aquí la Iglesia parece dispuesta a promover con fuerza.

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