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La repercusión en Euskadi

La muerte de Mikel, primera película del nuevo cine vasco que aborda aspectos de la compleja y estridente actualidad de Euskadi, llena estos días los cines de las capitales vascas y recoge opiniones casi unánimemente favorables. En San Sebastián más de 17.000 personas han visto en una semana la película, y en Bilbao y Pamplona se suceden los llenos, un hecho importante para la nueva y pujante cinematografía vasca, que prepara para este año 10 nuevos proyectos. El estreno triunfal de la película ha permitido demostrar la existencia de un espectador vasco capaz de seguir una cinta grabada en eusquera y sin subtítulos.La fórmula de Imanol Uribe de presentar simultáneamente dos versiones, una en castellano y otra íntegramente en eusquera, constituye una iniciativa sin precedentes y socava alguno de los mitos que han anidado durante años en el mundo cultural vasco. De los 17.000 espectadores donostiarras que vieron la película en los primeros siete días, más de 4.000 asistieron al local donde se proyectaba la versión íntegra en eusquera.

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Hermosa y arriesgada denuncia

Imanol Uribe afirma que su película refleja sobre todo la actitud de una persona que busca su libertad sexual, asumiendo su propia personalidad y enfrentándose a los obstáculos que le impiden realizarse. "La muerte de Mikel habla también de la intolerancia social y de la manipulación política, pero", advierte Uribe, "no puede ser identificada como cine político salvo que se le conceda a este término un sentido amplio". En su opinión, las relaciones homosexuales del protagonista constituyen el elemento dominante de la obra, pero no el único. Para Uribe, el personaje de Mikel no representa al arquetipo de homosexual, sino a una persona que no renuncia a su libertad.

El joven realizador vasco admite haber utilizado el tema de la homosexualidad como revulsivo que pone de manifiesto la intolerancia de determinados sectores sociales y políticos vascos. De hecho, Uribe retrata distintos grupos sociales y políticos, aunque afirma haber intentado huir del esquematismo a la hora de establecer el perfil de los protagonistas. "Esta película era para mí un verdadero reto en la medida que suponía abandonar el cine épico o histórico que ha caracterizado hasta ahora el nuevo cine vasco, para penetrar desde la ficción en la actualidad cotidiana de Euskadi. Precisamente", añade, "la película fue rodada en un momento en el que aparecieron las denuncias por las amenazas a homosexuales y lesbianas de San Sebastián". Críticos que reprochan a Uribe no haber explicado la causa que provoca la muerte del protagonista, insinúan que el realizador ha creado deliberadamente la confusión sobre este punto para no provocar el rechazo de un determinado sector político, identificado en el filme, que puede acogerse a una interpretación más acorde con sus planteamientos. Uribe lo niega y rechaza las acusaciones de indefinición y falta de compromiso. "El final que yo elegí está representado en la película. He preferido hacer un final abierto y posibilitar que cada cual interprete el desenlace como quiera".

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