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El conflicto anglo-argentino

Margaret Thatcher prevé "tiempos difíciles" en las Malvinas

Andrés Ortega

La primera ministra, Margaret Thatcher, afirmó ayer en el Parlamento que Argentina había rechazado las propuestas británicas para una solución pacífica al conflicto de las Malvinas, y que, en consecuencia, las retiraba. Thatcher acusó a Argentina de "obstruccionismo, dilación, engaño y mala fe". "Tenemos tiempos difíciles ante nosotros".

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La política adoptada por el Gobierno Thatcher fue aprobada ayer por 296 votos contra 33. Los opositores fueron diputados laboristas, en su mayoría miembros del ala izquierda del partido. Tahtcer admitió haber recibido nuevas ideas del secretario general de las Naciones Unidas, Javier Pérez de Cuéllar, que en su opinión no tenían ninguna posibilidad de salir adelante porque incluían propuestas ya rechazadas por Argentina y otras que se alejaban de la posición británica. Por la mañana, el gabinete de crisis y el pleno del Consejo de Ministros se habían reunido para discutir estas ideas, llegadas la noche anterior.

Después de estas reuniones, un portavoz del Foreign Office, al tiempo que entregaba el Libro Blanco sobre la postura británica, señaló que "Argentina había intentado predeterminar el futuro de las islas y de sus habitantes con su lenguaje, o con medidas a tomar sobre el terreno durante el período provisional. Esto equivale a un rechazo de nuestras propuestas y a un marcado endurecimiento de su postura."

Al abrir el sexto debate sobre la crisis en la Cámara de los Comunes, Thatcher calificó las ideas de Pérez de Cuéllar de "memorándum, fórmulas y sugerencias", pero indicó que "incluso si fueran aceptables por Argentina, se tardarían días y semanas en negociarlas".

La primera ministra volvió sobre la necesidad de no prejuzgar el resultado de las negociaciones a largo plazo, aclarando que por esta razón la administración provisional de las islas no podría tener la posibilidad de cambiar las leyes vigentes. Se negó a abrir las Malvinas a todos los argentinos que lo desearan, pues "esto constituiría un elemento de cambio".

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La propuesta argentina, explicó Thatcher, estipulaba que se acataran las resoluciones pertinentes de la Asamblea General de las Nacioin es Unidas, con las que Gran Bretaña ha disentido, por considerar que favorecen la transferencia a Argentina de la soberanía de las islas. También rechazó Londres la sugerencia de que fuera esta Asamblea General la que decidiera la salida final si las negociaciones a largo plazo no desembocan en una solución concreta.

La mayor parte de la oposición quedó desarmada. El líder laborista Michael Foot, en uno de sus más embarullados discursos, describió como justo el plan de paz británico, aunque pidió más detalles sobre las propuestas anteriores. Foot pidió que la primera ministra, o el titular del Foreign Office, Francis Pyra, viajaran inmediatamente a Nueva York para entrevistarse directamente con Pérez de Cuéllar antes de que se produzca una mayor escalada de las hostilidades a la que, sin embargo, parecía resignado.

Foot y otros miembros de la oposición no entendían por qué el Gobierno británico había decidido dar un carpetazo al proyecto de acuerdo, que aún podría resultar útil. El portavoz socialdemócrata, David Owen, al tiempo que pedía que se prosiguieran las negociaciones y que no se buscara una rendición incondicional de las fuerzas argentinas, sugirió que se debería dar luz verde al destacamento británico para que intentara un desembarco.

El izquierdista Tony Benn y otros laboristas exigieron un alto el fuego inmediato en esta "guerra innecesaria", la cesión de la administración de las islas a las Naciones Unidas y, al tiempo, una intensificación de las sanciones económicas contra Argentina. Salvo algún miembro de este grupo, prácticamente nadie se planteó seriamente qué hacer con las islas una vez recuperadas por la fuerza, y qué hacer con la fuerza una vez en las islas. Thatcher no indicó si su Gobierno había dado ya al destacamento naval la orden de atacar, pero reiteró que "las negociaciones diplomáticas no cierran la puerta a las opciones militares". Fuentes oficiosas indicaron que la luz verde se ha encendido, pero lo más probable no es una invasión en toda la regla, sino una serie de desembarcos e incursiones, una guerra de desgaste que forzaría la rendición argentina con un mínimo de derramamiento de sangre. Aunque admitiendo la posibilidad de bajas, los británicos se mues tran militarmente seguros de sí. Ante una Cámara a la vez sombría y excitada por las expectativas de los próximos acontecimientos Thatcher recalcó la "gravedad de la situación". "Tenemos ante no sotros días difíciles y los afrontare mos con la convicción de que nuestra causa es justa y de que hemos hecho todo lo posible para lo grar una solución pacífica".

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