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Guerra de declaraciones entre Tel Aviv y Riad sobre los palestinos

El príncipe heredero saudí, Fadh Ben Abdelaziz, dijo ayer que sus declaraciones al periódico norteamericano Washington Post han sido mal interpretadas y que su país no emprenderá ninguna iniciativa sobre Oriente Próximo sin la participación del mundo árabe.En una entrevista con el mismo diario, el primer ministro israelí, Beguin

-acosado por una fuerte crisis interna-, se apresuró a invitar al príncipe Fahd a explicar su plan de paz en el Parlamento israelí. El proyecto saudí dado a conocer por el príncipe heredero al Washington Post tenía como condición previa la promesa israelí de retirarse de los territorios ocupados durante la guerra en junio de 1967. La invitación de Beguin, formulada tras calificar de «totalmente inaceptables» las propuestas de Fahd, constituye una hábil maniobra, en opinión de observadores judíos, que consideran imposible, por surrealista, que el heredero saudí comparezca en la tribuna de la Knesseth (Parlamento). El primer ministro israelí manifestó ayer categóricamente que Tel Aviv no cederá una pulgada de los territorios habitados por un millón cuatrocientos mil palestinos. No habrá, según Beguin, «reedición» de la iniciativa del presidente egipcio, Sadat, por la que se ha restituido parte del Sinaí a cambio de un acuerdo de paz egipcio-israelí.

El ministro de información saudí declaró ayer en Beirút que la postura de su país sobre el conflicto de Oriente Próximo no ha variado un ápice y que Riad sigue considerando imprescindibles para una paz justa el pleno respeto de los derechos palestinos, la devolución de los territorios árabes ocupados y la situación de Jerusalén, para la que Israel pretende la capitalidad del Estado. Beguin, en sus declaraciones de respuesta al Washington Post, ha criticado lo que denomina «horrible corrupción», la inestabilidad y la debilidad militar que reinan en Arabia Saudi. Según el primer ministro israelí, los incidentes violentos que se desarrollaron en noviembre pasado en la gran mezquita de La Meca fueron, de hecho, un intento de golpe de Estado.

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