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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La canción popular en la encrucijada

Con acordes de chotis, pasodoble y chunga, el grupo Aguaviva representa en un teatro madrileño su espectáculo No hay derecho. Recital resumen de una tarea de varios años de trabajo con una idea a cuestas, la labor del grupo musicando y representando textos de poetas, ha marcado con claridad, un estilo propio, basado en el juego de las voces y en el apoyo de una música cuidada y eficaz.Sin embargo, No hay derecho es un último paso y resumen de toda una etapa, etapa amarga en la que la protesta, el testimonio y la sátira tuvieron que buscar, día a día, el recoveco, el rizo del rizo, el doble sentido y la media palabra como sistema de expresión. Han cambiado los tiempos y las fórmulas deben cambiar, los cantantes del silencio, los que pretendieron en los años difíciles romper la mordaza de la censura, los que arriesgaron la cuerda y la vida según la frase del chileno Víctor Jara, se encuentran, ahora, con una encrucijada difícil.

La solución, para muchos, ha estado en buscar el apoyo de los ya legales partidos de la izquierda, algunos incluso, se han convertido en portavoces oficiales, en vates con carnet y sus canciones,han servido utilitariamente como propaganda electoral, perdiendo en ocasiones su esencia denunciadora y combativa en los acordes de fáciles homenajes, de referencias agradables al oído de quien busca en la canción confirmación para sus ideas, sus consignas o sus gritos.

Los cantantes populares han perdido la aureola de la prohibición, de la multa y de la cárcel y, a veces, se ha descubierto que bajo esa pátina no quedaba sino la mediocridad disfrazada. No es éste el caso de Aguaviva que cuenta, al menos, con un nivel de calidad digno, pero en No hay derecho existe como un toque de cosa pasada.

No hay derecho es el hasta aquí hemos llegado que deben y se están planteado en estos momentos los cantantes populares. De alguna forma es ahora la crítica más difícil, la protesta más sutil y la tarea de los cantores más ingrata. Pasadas las elecciones, que sirvieron como definitivo canto de cisne de una forma de hacer y de entender la canción, habrá quien siga explotando el aplauso fácil de la crítica al pasado, de las tópicas bromas sobre el fascismo de antes, en lugar de ir a buscar, entre los vericuetos de los nuevos tiempos, donde se encuentran, al margen de consignas de partido, los puntos negros y las recién estrenadas trampas. La sátira y la denuncia, dos modalidades de expresión de profundo arraigo popular siguen y seguirán teniendo sentido en la tarea de los cantores. En el oído del público queda realizar el oportuno desbroce.

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